Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Deuteronomio 6:5
El cielo posee la capacidad para medir la consagración. Consagrar es apartar, dedicar o entregar algo abundante y completamente para Dios. Cuando la persona -el dador- se entrega a Dios al 100%, manifiesta la medida de fe que esta tiene en Dios. Su fe completa está puesta en Dios y provocará en Dios su completo agrado. En Génesis 11: 27 se nos dice que Abraham no sólo "medio abandonó" la vida de idolatría de su padre y de toda su familia. Él salió por completo del mundo de los ídolos y eso le agradó a Dios. Sobre la entrega de su único hijo, Abraham jamás tuvo dudas de que Dios es capaz de resucitar a Isaac si así lo deseara. Abraham llegó a la conclusión de que si Isaac moría, Dios tenía el poder para volverlo a la vida; y en cierto sentido, Abraham recibió de vuelta a su hijo de entre los muertos. Hebreos 11:19
En Marcos 12:41 se muestra a una viuda en Israel que era extremadamente pobre (a causa de la corrupción en el templo) y que puso toda su fe en Dios y dio todo su sustento a Dios. En Mateo 3:13 se nos dice que Jesús, al bautizarse en el Jordán se entregó todo al plan de redención del cielo y avanzó hacia la cruz de manera integral para pagar toda nuestra deuda, esto agradó a su Padre. Jesús no estuvo solo "medio muerto", Él se dio a sí mismo completamente. La medida del dador alegre que agrada a Dios es solo una; es "dar todo a Él". Dios ahora mismo está buscando a personas que sean capaces de dar todo a él. En el libro de los Hechos capitulo 5 se nos narra la historia de una pareja que había planeado no dar todo y mentir al Espíritu de Dios. Finalmente, Dios no fue burlado.
Dedicación, es una palabra en español que surge del latín dedicatio y dedicationem significa la acción y el efecto de destinar algo a una persona en especial o proclamar con carácter solemne. Dedicarse exclusivamente o entregarse de manera completa para servir a Dios. ¿Qué cantidad de mi tiempo, de mis pensamientos, de mi corazón le he entregado a Dios para su uso exclusivo? ¿Ha sido sólo una parte de mi corazón o ha sido toda mi obediencia? Dios bendecirá -exclusivamente- todo aquello que se le dedica a Él y se le consagra a Él. Lo que yo no le entregue a Dios, no alcanzará a ser consagrado ni bendecido.
Observa con cuidado al joven líder judío y que poseía muchas cosas. Él que buscó la aprobación de Jesús en Lucas 18:18 y salió muy triste pues Jesús puso la prueba definitiva a su corazón y por no estar dispuesto a entregar todo, ni obedecer completamente a Jesús. Esta persona estuvo tan cerca. Pero, tan cerca de agradar a Dios. Solamente que, no le pudo obedecer una orden puntual. Será solo cosa de tiempo, en algún momento de nuestro vida Dios nos va a demandar entregar todo. ¿Está hoy tu corazón dispuesto a obedecer su orden?
Existen algunas ideas que asociamos a nuestra consagración y dedicación que nos pueden confundir fácilmente. Todos sabemos bien que la escala de medir del ser humano y la escala medir del reino de Dios no son iguales, son diferentes.
En nuestra generación muchos creyentes llegamos a la conclusión que después de haber completado cierta cantidad de estudios bíblicos, cursos formales, discipulados profundos en seminarios y luego de haber completado algunos programas con certificaciones ya nos hemos consagrado en la escala máxima. Otros podemos creer que por haber acumulado muchos años de membresía en la comunidad de fe, esto les equivale a estar consagrados. Otros -también- asumen que por haber nacido en una banca de la iglesia su consagración heredada y su dedicación han alcanzado el máximo más alto posible. Muchos podemos confundirnos por una posición temporal de liderazgo o por uno o por los dones que operan a través de nuestro ministerio. Hasta nos pueden confundir los sacrificios económicos que hemos estado haciendo para impresionar a Dios. Es posible que más de uno pueda pensar que por ser el presidente de una orden o denominación su solo cargo ya lo ha consagrado. En fin, resulta ser que muy fácil confundirnos y abandonar la ruta de la consagración.
Una pregunta válida que nos deberíamos hacer en este instante es ¿Del gran total de todo lo que se me ha confiado o se ha entregado a mi persona, cuánto le he consagrado a Dios?
Vamos a tomar unos minutos para tratar de comprender las expectativas del cielo con respecto a nuestra consagración. Todo empieza una noche que Jesús le explicaba todo esto a un maestro de la ley: Jesús le dijo: —Te aseguro que si una persona no nace de nuevo no podrá ver el reino de Dios. Juan 3:3
Mi conversión. Mutación de lo viejo por lo nuevo o cambio de afectos y valores. Nacer de nuevo del agua y del espíritu. Ser regenerado, ser una nueva criatura. Un hombre sagaz al ser sorprendido en su acto corrupto puede decidir cambiar un poco, solo superficialmente para salvarse de la pena de cárcel. Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción. 1 corintios 15:50
Pero, si en lugar de maquillar o esconder parcialmente mi maldad, me arrepiento por completo de mi vieja malvada mentalidad y adopto la nueva mentalidad del reino de Dios, sí estoy avanzando. El arrepentimiento me llevará al nuevo nacimiento y a la regeneración.
Hay algunos personas que solo buscan salvarse de la ira de Dios y del infierno. Pero, nunca avanzan hacia la conversión completa, tampoco adquieren ningún compromiso. Tampoco existe en ellos el deseo de obedecer a su Palabra ni de hacer la justicia del cielo en la tierra. En su interior; en su corazón se desata una tormenta o conflicto de interés entre la mentalidad antigua, y la mentalidad que el reino de Dios desea establecer.
La verdad es que no entiendo nada de lo que hago, pues en vez de hacer lo bueno que quiero hacer, hago lo malo que no quiero hacer. Romanos 7: 15
Mi batalla interna. Dios entra a mi vida y se encuentra con un espacio ocupado por una cultura del reino anterior. Me conviene ceder completamente el gobierno de mi vida a mi nuevo Señor. Pero, surge una lucha entre mis viejos hábitos que gobiernan áreas completas de mi corazón y se oponen a las demandas del Reino de Dios. Muchos cristianos quedan atrapados -por años- en este nivel, casi para siempre. La Biblia menciona a cristianos carnales y a cristianos espirituales. Todavía nos debatimos entre ¿Obedecer o no? ¿Creo o no creo? ¿Confió o no? Si vivimos pensando en todo lo malo que nuestros cuerpos desean, entonces quedaremos separados de Dios. Pero si pensamos sólo en lo que desea el Espíritu Santo, entonces tendremos vida eterna y paz. Los que no controlan sus malos deseos sólo piensan en hacer lo malo. Son enemigos de Dios, porque no quieren ni pueden obedecer la ley de Dios. Romanos 8: 6-7
Las demandas del Reino de Dios están en absoluto conflicto con mi viejo hombre y con mi naturaleza carnal. Si quieren obedecer y hacer todo el bien y justicia que Dios nos pide, pero no se someten a la voluntad perfecta de Dios, no poseen la suficiente fortaleza para obedecer a Dios. Antes nosotros nos comportábamos así, y vivíamos obedeciendo a los malos deseos de nuestro cuerpo y nuestra mente. ¡Con justa razón merecíamos ser castigados por Dios, como todos los demás! Efesios 2:3
Los que viven en el nivel de la mente carnal siempre dejan evidencia de que la naturaleza carnal -y sus malos deseos- les gobiernan en cada paso. Resulta irónico y es algo notorio y sabido por todos, a excepción de ellos mismos. Todo el mundo conoce la conducta de los que obedecen a sus malos deseos: no son fieles en el matrimonio, tienen relaciones sexuales prohibidas, muchos vicios y malos pensamientos. Adoran a dioses falsos, practican la brujería y odian a los demás. Se pelean unos con otros, son celosos y se enojan por todo. Son egoístas, discuten y causan divisiones. Son envidiosos, se emborrachan, y en sus fiestas hacen locuras y muchas cosas malas. Les advierto, como ya lo había hecho antes, que los que hacen esto no formarán parte del reino de Dios. Gálatas 5: 19-21
Yo sé que mis deseos egoístas no me permiten hacer lo bueno, pues aunque quiero hacerlo, no puedo hacerlo. Romanos 7: 18
Los frutos de arrepentimiento también son visibles, son notorios al igual que los frutos de la carne. Por lo tanto, los que vivimos unidos a Jesucristo no seremos castigados. Ahora, por estar unidos a él, el Espíritu Santo nos controla y nos da vida, y nos ha librado del pecado y de la muerte. Romanos 8:1-2
El reino de los cielos, nos demanda obediencia a un Rey perfecto y justo, uno que no puede ser engañado. A nuestros padres -aquí en la tierra- les mentíamos al decir que nosotros no hicimos ninguna maldad, así evadimos la culpa y el castigo. A Dios, no lo vas a engañar igual. Cuanto antes seas honesto y transparente sobre tu debilidad, será mejor pues finalmente te convendrá más admitir tu propia realidad en lugar de negarla. Todo eso lo he dejado a un lado, y lo considero basura, con tal de llegar a conocer bien a Cristo, pues no hay mejor conocimiento. Y quiero que Dios me acepte, no por haber obedecido la ley, sino por confiar en Cristo, pues así es como Dios quiere aceptarnos. Filipenses 3: 8-9
Sacrificio. Ha llegado la hora de morir voluntariamente al pecado. Este es el punto de quiebre para superar la batalla entre la oscuridad y la luz, la batalla del viejo hombre contra el nuevo hombre. Hubo un momento en la vida de Pedro en la que él decía que iría hasta la muerte con Jesús y luego sacaba su espada al mirarse amenazado por un sirviente. Pero, cuando Pedro por fin conoció a Jesús después de los tres días muerto y sepultado a los ojos de todos en Jerusalén y vuelto a la vida solo a la vista de sus discípulos, supo que las promesas de Jesús no eran fantasías irreales. Descubrió que muriendo a sí mismo, es como se nace a la vida eterna.
Pedro le contestó: —Recuerda que nosotros hemos dejado todo lo que teníamos, y te hemos seguido. ¿Qué premio vamos a recibir? Jesús les respondió: -Les aseguro que todos ustedes reinarán conmigo cuando yo, el Hijo del hombre, me siente en el trono de mi reino poderoso. Entonces Dios cambiará todas las cosas y las hará nuevas. Cada uno de ustedes gobernará a una de las doce tribus de Israel. Mateo 19:27-28
¿Recuerdas al hijo menor y al hijo mayor de la parábola del hijo prodigo? Ambos por igual y a pesar de que aparentemente son tan diferentes, eran realmente iguales en no haber desarrollado una relación con su Padre bueno.
El altar. Es un espacio o lugar de encuentro. Sirve para entregar un regalo en la forma de sacrificio a Dios, el altar que hoy se nos demanda es la entrega total de mis deseos carnales y mi yo; mi carne, la cultura de mundo caído que alimenta a mi viejo hombre. Se nos demanda renunciar y abandonar la influencia del principado de las tinieblas. Todo lo anterior está en claro conflicto con la voluntad de Dios.
¿No saben que el cuerpo es templo del Espíritu Santo, que Dios les dio, y que el Espíritu habita en ustedes? Ustedes no son sus propios dueños, 1 corintios 6:19
Por su unión con Jesucristo, ustedes también forman parte de ese edificio, en donde Dios habita por medio de su Espíritu. Efesios 2:22
Por eso, hermanos míos, ya que Dios es tan bueno con ustedes, les ruego que dediquen toda su vida a servirle y a hacer todo lo que a él le agrada. Así es como se le debe adorar. Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto. Romanos 12:1-2
Vivir en el reino. ¿Hay algún tipo de compensación o de premio? Sí. Los recursos que hayas consagrado -según su tipo- van a ser recompensados por cien, 100 veces más, X 100 en su mismo tipo. Mis relaciones, mis tesoros, mis prioridades, mi posición, el reino. Sacrificar o consagrar mis relaciones. Mi afecto mayor debe ser Jesús. «Si alguno de ustedes quiere ser mi discípulo, tendrá que amarme más que a su padre o a su madre, más que a su esposa o a sus hijos, y más que a sus hermanos o a sus hermanas. Ustedes no pueden seguirme, a menos que me amen más que a su propia vida. Si ustedes no están dispuestos a morir en una cruz, y a hacer lo que yo les diga, no pueden ser mis discípulos. Lucas 14: 26-27
Relación. Para obtener los beneficios y bienaventuranzas del reino de Dios debo desarrollar una "relación de hijo y Padre" con Dios. Debo aprender a confiar, a ser vulnerable, debo confesar mi debilidad y aceptar recibir su apoyo. Hoy puedo abrir mi corazón ante un Dios bueno y justo. La única manera de vencer y superar el torpe gobierno de mi naturaleza carnal es a través del poder de Dios. Es que en mi no existen el poder, ni la capacidad para vencerlo por mi mismo. Todos los que viven en obediencia al Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Romanos 8:14
¿Qué valor de importancia y de prioridad le doy a mis posesiones más valiosas y mis tesoros? No traten de amontonar riquezas aquí en la tierra. Esas cosas se echan a perder o son destruidas por la polilla. Además, los ladrones pueden entrar y robarlas. Es mejor que amontonen riquezas en el cielo. Allí nada se echa a perder ni la polilla lo destruye. Tampoco los ladrones pueden entrar y robar. Recuerden que la verdadera riqueza consiste en obedecerme de todo corazón. Mateo 6: 19-21
¿Hablas con el Espíritu de Dios? ¿Escuchas al Espíritu de Dios? Obviamente, aquel que no obedece al Espíritu de Dios no es su hijo, pues todavía invierte su tiempo y su recursos en darse todos los gustos que se le ocurren a su malvado corazón. Aquel ser humano que no obedece a Dios se ha colocado afuera en la friend zone y se ha auto marginado de la oportunidad de entrar al reino de Dios. No importando si él mismo, su familia o su comunidad de fe le colocan un "título de siervo de Dios".
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mateo 7:21
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