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Dios nos demanda una nueva mentalidad.

¡Yo no quiero que mueran! ¡Apártense de la maldad, y vivirán! Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra. Ezequiel 18:32
¿Alguna vez, desde lo más profundo de tu ser experimentaste remordimiento? ¿Has tenido la sensación de que tus tripas saltan dentro del saco en tu abdomen? ¿Has sentido como si quedaras vacío y sin aire en la boca de tu estómago y no por un fuerte golpe? ¿Has llorado por el remordimiento de conciencia?
La sensación emocional. Algunos definen al remordimiento como un sentimiento de culpabilidad que tiene una persona por algo que ha hecho y que la intranquiliza. Se trata de un producto de haber cometido un acto malvado o de maldad. Es sentir empatía por los otros y culpa por provocarles dolor. Es esa sensación de pena y vergüenza por algo que has hecho. Normalmente, ocurre en el medio de nuestros sentimientos o emociones, es sensorial, es pasajero.
Asumo que sí estás familiarizado con algunos sistemas de alarma, como el que instalamos en el vehículo, o los que instalamos en nuestra casa o en el local de algún negocio u otro. Si habitas en una zona sísmica es posible que estés muy familiarizado con las alarmas sonoras de la actividad telúrica en esa región. En nuestro cuerpo, el temor es un sistema de alarma que utiliza nuestra mente para protección y seguridad propia. Pero, a veces nos ocurre que por la adrenalina distribuida en nuestro torrente sanguíneo en un momento apremiante, o por un episodio de extrema valentía, las alarmas dejan de cumplir su función. Es como cuando alguien apaga la alerta temprana en caso de incendios y justamente nos ocurre uno, nos damos cuenta hasta que ya es muy tarde. A esto se le puede llamar ceguera por exceso de confianza, otros la reconocen como la ceguera de taller; es cuando un procedimiento nos resulta tan familiar y cotidiano, que en el entorno fácilmente perdemos de vista los riesgos inherentes a la actividad que realizamos.
Silenciar las notificaciones de alarma. Algunas veces, que he visitado lugares donde se realizan eventos o un hospital. Resulta que, un grupo de personas -valet parking- que reciben el vehículo en la entrada y luego proceden a moverlo y guardarlo en algún lote de estacionamiento en una torre o bien en un sótano. Para evitar que la alarma de robo se active y produzca molestias constantes, la cambio a modo valet parking y así la alarma queda silenciada ese tiempo en  esa zona de confianza donde creemos estar seguros y menos vulnerables. Lo que hacemos en realidad es asumir mayor riesgo por sentir mayor seguridad o confianza. ¿Has sentido una atracción, o una inclinación o bien, una tentación para violar una ley de Dios o para salir de su voluntad perfecta? Los seres humanos obviamos los riesgos y apagamos las alarmas. Cerramos los ojos, le buscamos tres pies al gato, fingimos estar locos, le tapamos un ojo al macho. En otras palabras, apagamos las alarmas. Bien nos puede suceder de forma particular como individuos, pero además puede ocurrir de forma colectiva al interior de un grupo, de una organización o de un país, o hasta de toda la sociedad humana. 
Si callamos las alarmas es posible que estemos ante un riesgo mucho mayor de sufrir algún mal o un ataque. Ante esa posibilidad se necesita de un supervisor que aplique los controles necesarios para recordarnos los riesgos.
Las personas muy frecuentemente asumimos confianza excesiva, relajación, exceso de seguridad para hacer lo que nos viene en gana, y para no ser interrumpidos inoportunamente apagamos las alarmas.
Los humanos hemos apagado las alarmas que nos advierten del peligro de muerte eterna. No nos simpatizan las personas que hablan de esto. No nos agrada que nos hablen de la existencia del lugar de tormento, del lago de fuego y del infierno. Nos choca que los pastores hablen abiertamente de la posibilidad de ir a ese lugar por toda la eternidad. De alguna forma, preferimos ignorar la existencia de este lugar y le hemos colocado una tela negra encina, para que lo cubra y lo oculte de nuestros ojos. Pero, sigue estando allí, el infierno no se ha congelado. Así que, desactivamos las alarmas para ignorarlo y silenciarlo, y así hundirnos más en nuestra maldad sin ser conscientes del increíble riesgo.
¿Ser consciente o ser indiferente? La conciencia se trata de conocer y saber que algo existe y es real. También, es la capacidad de reflexión del ser humano sobre aquello que es correcto en relación con el obrar. Es nuestro sistema de alarmas entre el bienestar y el riesgo o el peligro. Recuerdo que cuando era  niño nos decían frecuentemente en la escuela primaria que nuestra conciencia tiene una voz que escuchamos y nos advierte, pero con el paso de los años la silenciamos, no la escuchamos. Hemos preferido silenciar o apagar nuestra conciencia para dedicarnos exclusivamente así en ir cada vez más profundo en nuestra maldad, violencia, debilidad, atracción o inclinación. Hemos elegido voluntariamente ser indiferentes al infierno para caminar cada vez más lejos de Dios.

Desde entonces, Jesús comenzó a decirles a todos: «Arrepiéntanse, porque su reino se va a establecer aquí.

Jesús vino a retarnos. Nos vino a reactivar nuevamente el sistema de alarmas. Su mensaje no ha cambiado desde el primer momento. Nos llama al arrepentimiento. Se trata de una palabra completamente fuera de uso en el lenguaje religioso humano. Los placebos de dios, los caminos anchos y pavimentados nunca nos piden arrepentirnos. Al contrario, siempre nos dicen: Tú sigue así, vas en la dirección correcta.
Jesús nos pide que (μετανοέω) metanoéo. Literalmente nos invita a vivir cambiando nuestra disposición mental. Que a su vez proviene de dos palabras también griegas metá y noiéo (entendimiento, mente) que en español equivale a pensar diferente al mundo y sus deseos y arrepentirse. De forma que, si una persona ha venido caminando toda su vida dando la espalda a Dios y avanzando en alejarse, ignorando su plan, e ignorando su verdad haga un giro de 180 grados en la dirección opuesta y comience a caminar hacia la verdad, hacia la luz. El arrepentimiento se puede entender como desear que nunca hubiera sucedido, es la firme y contundente decisión de no volver a hacerlo más. Hay  que escuchar atentamente los dichos de Jesús, pues no hay sustitutos o equivalentes para el arrepentimiento, no hay fármacos, ni pastillas que hagan su trabajo.
¡De ninguna manera! Y si ustedes no cambian su manera de vivir ni obedecen a Dios, de seguro moriránLucas 13:3

El mensaje de Jesús sigue siendo igual, Él no ha quitado el dedo del renglón. No se ha adaptado a nuestras modas ideológicas, no cambia ni un poco conforme la sociedad piensa o siente hacer. El reino de Dios ya está estableciéndose y si tú no aseguras los suficientes cambios en tu corazón y mente te vas a autosabotear y serás descartado por tu decisión.
Es lo que hace el supervisor de los controles de seguridad, ese es su trabajo: "Vuelve el enfoque de tu vida a Dios". Nos entrega un documento con el aviso oficial donde dice que, él durante su asesoría presencial, nos declaró los cambios a aplicar.
Nunca será lo mismo solamente sentir unos pocos minutos de culpa, de pesar, pena o remordimiento por nuestra maldad y entonces para desahogar esa emoción asfixiante corremos a la presencia de Dios y lloramos ríos de lágrimas, hacemos purificación de nuestras pasiones; catarsis, y volvemos a los actos de siempre, al mismo charco. Pues nunca consideramos abandonar nuestra maldad, solo la justificamos con argumentos, razonamientos y fortalezas.
¿Para qué vino -entonces- Jesús? Vino por ti y por mí. Yo vine a invitar a los pecadores para que regresen a Dios, no a los que se creen buenos. Lucas 5:32

La palabra hebrea que se utiliza para arrepentimiento es el vocablo תְּשׁוּבָה (teshuvá). Esta palabra se compone de dos raíces: שׁוּב (shuv), que significa "volver", y בָּא (ba), que significa "venir". Por lo tanto, teshuvá se puede entender al español como "volver a venir", "retornar" o "arrepentirse". En el contexto de salud espiritual, teshuvá se refiere al acto de arrepentirse de los errores, de los pecados y regresar a Dios. Es un principio fundamental en el judaísmo, y le se considera una condición necesaria e indispensable para la redención.
Contexto judío acerca de arrepentimiento. El sexto mes del calendario religioso hebreo se llama Elul, y se considera un período de preparación para el Año Nuevo Judío (Rosh Hashaná) o la preparación para la venida del creador. Durante el mes de Elul, los judíos temerosos de Dios se dedican a la teshuvá, el arrepentimiento, como un medio de prepararse para el juicio divino. Hay varias razones por las que Elul se asocia con la teshuvá. En primer lugar, el nombre del mes, Elul, se deriva de la raíz hebrea אֵלֶּל (elel), que significa "suplicar" o "implorar". Este significado se relaciona con la idea de que durante Elul, los judíos se acercan a Dios en oración y súplica, pidiendo perdón por sus pecados. En segundo lugar, Elul es un mes de reflexión individual y revisión introspectiva. Durante este tiempo, los judíos se toman tiempo para pensar en sus vidas y en las formas en que pueden mejorar. Esto puede conducir al arrepentimiento, ya que los hombres temerosos de Dios reconocen sus errores y se comprometen a cambiarEn tercer lugar, Elul es un mes de arrepentimiento colectivo. Durante este tiempo, las comunidades judías se reúnen para orar y pedir perdón por los pecados del pueblo. Esto crea un sentido de unidad y propósito, y puede ayudar a los individuos a sentirse motivados a arrepentirse. Lo que va a demandar o a implicar que para lograr estar en paz con mi Dios yo deberé de:
Reconocer el pecado. El primer paso es reconocer que hemos cometido un pecado. Esto requiere una honestidad consigo mismo y con Dios.
Arrepentirse sinceramente. Una vez que hemos reconocido nuestro pecado, debemos arrepentirnos sinceramente. Esto significa sentir remordimiento y desear cambiar.
Pedir perdón. El tercer paso es pedir perdón a Dios, a las personas que hemos lastimado y a nosotros mismos.
Hacer un cambio. El cuarto y último paso es hacer un cambio en nuestro comportamiento. Esto significa evitar cometer el pecado nuevamente.
Reconozcamos cada vez que cometimos una transgresión a la Ley de Dios, no te saltes el hecho de que hemos violado nuestra parte del pacto con el Padre bueno. Debemos lamentar esa mala decisión, ese error, la falta cometida, Hacer saber a nuestro entorno que decidimos regresar a Dios y hacer la paz con aquellos que hemos afectado, herido, decepcionado, dañado o dado mal trato. Pagar el precio, hay que restaurar y restituir el daño que hicimos. Se trata de restaurar la brecha. El pecado debe ser pagado, alguien que ofendió tiene una deuda por pagar. Pero, debes entender que el interés de Dios no está en el valor del pago no es la ofrenda ni el sacrificio, su interés está en provocar un corazón limpio y puro a través de nuestra confianza y nuestra obediencia. Así el fruto de nuestro teshuvá es alcanzar la paz con nuestro Señor.
Invierte en tu relación con Dios. Tómate el tiempo para reflexionar sobre tu vida. Piensa en tus acciones, pensamientos y sentimientos. ¿Hay algo que hayas hecho que no esté de acuerdo con tus valores? Sé honesto contigo mismo. No intentes justificar tus acciones. Admite que has cometido un error. Pide ayuda a Dios y a otros. La teshuvá puede ser un proceso difícil. No tengas miedo de pedir ayuda. Perdónate a ti mismo. El perdón es un paso esencial para la salud espiritual y la pureza del corazón.

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