Esperando a mis camellos

¿Alguna vez te has sentido avergonzado por algo que hiciste de una manera incorrecta? ¿Has encubierto tus errores pasados con un manto negro -o algo parecido- que los hace invisibles a los demás? Imagina por un segundo -visualiza- que esa tela negra con la que solíamos cubrir temporalmente nuestros errores, y actos malvados en un pestañeo, de un  segundo a otro queda sin efecto alguno y todo aquello de lo que nos avergonzamos, aquello que habla elocuentemente de nuestra imperfección se vuelve visible y ahora todo lo que manteníamos oculto se hace notorio a todos los demás. Pero, que además, al saberse absolutamente todo aquello que manteníamos oculto en esa vergonzosa bódega nos sentencian a muerte por cada uno de estos errores. Si trazamos una línea recta y en cada extremo colocamos todos los aciertos y en el otro extremo colocamos los errores. Tenemos un contraste en ambos extremos; donde los aciertos serán premiados y los errores serán castigados. Usted elige uno o el otro extremo, la Palabra de Dios lo llama retribución. Ustedes son inteligentes, así que préstenme atención. ¡No debemos siquiera pensar que el Dios todopoderoso pudiera hacer algo injusto! Al contrario, nos premia o castiga, según lo que merecemos. Job 34:10-12

Previo a -antes de- ejecutar una sentencia, la misericordia de Dios; que es amplia y generosa, se ofrece y queda disponible a placer para los señalados. Así que existe un lugar para que se desarrolle el arrepentimiento. Y así, una vez que la sentencia se anuncia a la audiencia a razón del juicio, el acusado queda sujeto a cargar con el peso completo de este juicio justo. Queda en la voluntad de cada persona si entra o no, a la zona de la misericordia y oportunidad o no. «Nadie es justo. Nadie entiende nada, ni quiere buscar a Dios. Todos se han alejado de él; todos se han vuelto malos. Nadie, absolutamente nadie, quiere hacer lo bueno. Romanos 3:10-12

Pablo, nos explica en su carta a la congregación de Roma que -según la norma de Dios; la Ley- sobre la tierra no existe un solo humano bueno, ni digno, ninguno que se escape a la sentencia que acarrea nuestra maldad y nuestro error. Es así porque todos hemos pecado y no tenemos derecho a gozar de la gloria de Dios. Romanos 3:23

A pesar de nuestra maldad verificada, todavía queda abierta -por un tiempo limitado- una puerta para quien oportunamente reconoce y descubre que sí hay faltas, errores, desaciertos, áreas oscuras y maldad, que no hizo lo correcto, ni lo mejor. Decide -entonces- que urge hacer un giro en su vida, dar vuelta a la página, caminar en la dirección opuesta a como ha venido avanzando y cambiar completamente su mentalidad: en lugar de caminar dando la espalda a Dios y a su Palabra, decide caminar observando la Palabra de Dios y mirar al invisible y eterno Dios. La Biblia le llama arrepentimiento y se puede acudir y acogerse a este mientras vivimos dentro del periodo de la gracia. Después de la sentencia del juicio, ya no se podrá utilizar más. Es por esto, que nuestro buen Dios nos lo hace saber, lo hace de nuestro conocimiento a través de sus siervos. ¡Dios nunca hace nada sin comunicarlo a sus profetas! Amos 3:7

Con todo esto en la mente, leamos con atención el siguiente pasaje de Génesis 24: 1-27. Abraham entrega algunas instrucciones precisas a su mayordomo, le delega su autoridad para una misión. ¿Cómo te va siguiendo instrucciones. Eres como aquellos que responden sí lo haré. Pero, lo olvidan todo después de dar tres pasos, o eres de los que rechazan la instrucción en el primer momento y ni se toman el tiempo para escuchar con atención? Abraham se aseguró de programar correctamente a su mayordomo. Se trata de una misión sumamente delicada, demanda alta responsabilidad. ¿A quién buscarías tú para una misión tan delicada? 

Abraham ya era muy anciano, y Dios lo había bendecido en todo. Un día, Abraham le dijo a su mayordomo: —Pon tu mano debajo de mi pierna porque me vas a hacer un juramento. Aunque vivo entre los cananeos, me vas a jurar por el Dios del cielo y de la tierra, que no casarás a mi hijo Isaac con ninguna mujer de Canaán. Más bien, ve a mi tierra y busca entre mis familiares una esposa para él. Pero el mayordomo le contestó: —¿Y qué pasa si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra? ¿Debo entonces llevar a tu hijo para que él mismo la busque? Y Abraham le dijo: —¡Más te vale que no lo hagas!  Cuando el Dios del cielo me pidió que dejara la casa de mi padre y mi país, me prometió bajo juramento que esta tierra se la daría a mis descendientes. Así que él enviará delante de ti a su ángel, para que encuentres allá una esposa para mi hijo. Si ella no quiere venir contigo, quedarás libre de tu juramento. ¡Pero de ningún modo permitiré que te lleves a mi hijo! El mayordomo se comprometió con su amo Abraham a cumplir el juramento, y luego de tomar diez camellos y lo mejor que tenía su amo, se puso en marcha hacia el pueblo de Nahor, que está en Mesopotamia. Caía la tarde cuando el mayordomo hizo descansar a los camellos cerca del pozo que está fuera del pueblo. A esa hora las mujeres salían a sacar agua del pozo. Allí el mayordomo oró así: «Dios de mi amo Abraham, te ruego que seas bueno con mi amo; haz que hoy me vaya bien. Mírame aquí, junto a este pozo. Ahora que las mujeres vienen a sacar agua, permite que la muchacha a quien le pida que me dé a beber agua de su cántaro, no sólo me dé agua a mí sino también a los camellos. Así sabré que has sido bueno con mi amo, y que ella es la mujer que has elegido para Isaac, quien siempre te obedece en todo». Todavía no había terminado de orar el mayordomo cuando llegó Rebeca, con su cántaro al hombro. Era hija de Betuel, y nieta de Milcá y de Nahor, el hermano de Abraham. Rebeca era una muchacha muy hermosa, y soltera. Bajó al manantial y llenó su cántaro, y cuando ella subía, el mayordomo corrió a su encuentro y le dijo: —Por favor, dame un poco de agua de tu cántaro. Rebeca bajó enseguida el cántaro y le dijo: —Beba usted. Y con sus propias manos le dio a beber. Cuando el mayordomo terminó de beber, ella misma dijo: —Ahora voy a sacar agua para sus camellos, para que beban toda el agua que quieran. Rápidamente vació el cántaro en el bebedero y corrió al pozo para sacar más agua, hasta dar de beber a todos los camellos. Mientras tanto, el mayordomo la miraba sin decir nada, pues quería saber si Dios le había ayudado a encontrar una esposa para Isaac. Cuando los camellos acabaron de beber, el mayordomo puso en la nariz de Rebeca un anillo de oro que pesaba seis gramos. Además, le puso en los brazos dos pulseras de oro que pesaban más de cien gramos. Entonces le preguntó: —Dime, por favor, ¿quién es tu padre? ¿Crees que mi gente y yo podríamos pasar la noche en su casa? Rebeca respondió: —Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Nahor. En nuestra casa hay lugar para que pasen la noche, y también tenemos abundante comida para los camellos. En ese momento el mayordomo se inclinó y dio gracias a Dios con estas palabras: «¡Alabado seas, Dios de mi amo Abraham, pues siempre has sido bueno y fiel con mi amo! ¡Has guiado mis pasos hasta la casa de sus familiares!»

Rebeca es una chica soltera, es muy hermosa. Vive bajo otra cultura, ha crecido bajo el atento ojo de sus padres, es sobrina de Abraham. Ella está ajena a lo que Abraham está organizando. Rebeca no lo sabe, pero hay 10 camellos -gmalim- que van hacia ella cargados con increíbles tesoros. Todavía, no los han ni cargado pero, los mejores tesoros de la casa de Abraham van a alcanzar a su toda su familia. No sabe lo que viene hacia ella. ¿Sabe Usted las cosas increíbles y maravillosas que ya están en marcha para bendecirlo en la nueva temporada? Sin embargo, como está escrito: «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman. 1 corintios 2:9

Llama la atención la condición que Abraham le hace conocer con insistencia a su mayordomo: Mi hijo Isaac no debe entrar por ningún motivo hasta ese lugar para seleccionar a su esposa. Dios nos ha sacado de allá y nos ha traído hasta aquí.

Es posible que el criterio propio o la madurez de Isaac no sea suficiente para tomar la decisión correcta. Es posible -también- que los riesgos del viaje pondrían a Isaac en posición vulnerable, es posible que al ver aquel sitio y sus costumbres se le ocurra quedarse a vivir alla para siempre, en fin no se sabe qué motivo exactamente tenía Abraham. Lo que se destaca es la completa fidelidad del mayordomo, quien adoptó la instrucción y al ver que en una parte de la solicitud no dependía de él mismo acudió a Dios para que le confirme la señal. Así que al llegar al lugar donde había una fuente de agua, estacionó a los 10 camellos (גָּמָל עֶשֶׂר) de forma notoria y esperó. El mayordomo de Abraham, Eliézer (אֱלִיעֶזֶר) -Dios es mi ayuda- salió a su encuentro y le pidió agua. El resto se lo dejó a Dios. Quizá pensó: Ya hice el viaje con toda la logística que esto implica, he cumplido fielmente mi parte, estoy muy cansado, de este punto en adelante ya no puedo hacer más que confiar. Este mayordomo renovó completamente su corazón, le permitió -dio espacio- a las palabras de su amo para reprogramar su mente.

Los camellos -gmalim- גְּמַלִּים son medios de transporte de personas y de productos ampliamente utilizados por siglos. Los camellos, son capaces de cargar hasta 250 kilos, viajar hasta por 4 días seguidos y avanzar a casi 50 kilómetros por día, independientemente del clima y además, pueden beber hasta 57 litros de agua de una vez. Así que, saciar 10 camellos después de un largo viaje no fue una tarea sencilla para Rebeca. Las rutas comerciales se han valido de los camellos para hacer llegar mercancías de una parte del mundo hasta la otra. Los 10 camellos del mayordomo de Abraham pudieron beber hasta 570 litros de agua (aproximadamente unos 26 cántaros o 1 mil 274 libras de peso) y llevar cargas por hasta 2 mil 500 kilos en tesoros. ¿Qué sabes de los camellos que Dios ha enviado a tu vida en esta nueva temporada? ¿Crees que saciar al mensajero y a los 10 camellos sedientos bien vale el esfuerzo? ¿Tu corazón está dispuesto a servir cuando se le demanda a pesar de estar muy ocupado? ¿Estás expectante de la caravana de camellos que avanza ahora mismo a tu vida? A Jerusalén vendrá mucha gente de las regiones del desierto. Vendrán montados sobre muchos camellos. También vendrá gente del reino de Sabá. Vendrá con incienso y oro, y alabará mis grandes hechos. Isaías 60:6

Rebeca (רִבְקָה) Ribcá esa tarde estaba muy ocupada llevando agua a casa. Un cántaro puede contener cerca de 22 litros y pesar unas 49 libras. Los que son humildes y están dispuestos a obedecer siempre serán correctamente retribuidos por escuchar y saber seguir instrucciones. La retribución que Dios ha preparado para aquellos que le obedecen incluye aquello que yo hablo a diario; cómo programo mi mente con promesas, aquello que yo creo y donde yo he puesto mi corazón, lo que hago. De esta tierra no saldremos sin dar cuentas.

El día que lleguen hasta mi los camellos con sus tesoros mi mente debió haberse renovado completamente, de no ser así voy a echar a perder esos tesoros. Este es tu tiempo -mientras llegan mis camellos- para renovar tu mente.

Rebeca demostró ser una maestra en el uso del cántaro, su herramienta. ¿Eres hábil y diestro en el uso de tu cántaro -herramientas espirituales de servicio- los utilizas como todo un experto o artista?

Rebeca, pasó exitosamente todas las pruebas necesarias. Aunque a simple vista se trata de una mujer joven de hermoso parecer y se puede observar que ella es una doncella betulá. Fue verificado que en su caso que sí se trata de una doncella virgen almá. El siervo de Abraham verificó su estado de betulím para poder avanzar con el compromiso matrimonial y llevarla con él en su viaje de regreso.

No alcanzaremos el éxito en esta jornada si nuestra mente y corazón están divididos en servir a dos señores; al Dios del reino de los cielos y al dios de la riqueza. Dios demanda compromiso total, entrega absoluta, no dejar reservas, no se vale contar con un plan B. ¿Santificación o rebeldía? Sabemos y creemos que Dios nos ama, porque Dios es amor. Cualquiera que ama a sus hermanos está íntimamente unido a Dios. Si en verdad amamos a los hermanos, y si vivimos como Jesucristo vivió en este mundo, no tendremos por qué tener miedo cuando Jesús venga para juzgar a todo el mundo. 1 Juan 4:16-17