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Venciendo mi temor a los hombres.


Amigos míos, no tengan miedo de la gente que puede quitarles la vida. Más que eso no pueden hacerles. Tengan más bien temor de Dios, pues él no sólo puede quitarles la vida, sino que también puede enviarlos al infierno. A él sí deben tenerle miedo. Lucas 12:4-5

El temor que tú no confrontes hoy, será es el temor que te controlará y gobernará mañana. ¿Has sentido el miedo? ¿Se ha quedado a vivir dentro de ti? ¿Has adoptado el temor como tu compañía permanente? El miedo se experimenta al considerar que algo perjudicial o negativo ocurrirá o ha ocurrido. Es la sospecha de que algo es malo o puede conllevar un efecto perjudicial o negativo. Se trata de una pasión del ánimo, que hace huir o rehusar aquello que se considera dañino, arriesgado o peligroso. El miedo es un paralizante de la voluntad. Hablamos del temor que nos paraliza, no del temor de respeto o reverente.
¿Evitas ser tú mismo por temor a ser rechazado. Evitas hablar sinceramente con los demás por temor a perder su amistad? ¿Siempre estás dispuesto a ceder tu parte y ser complaciente con tal de evitar la confrontación o ser rechazado? Entonces, resulta ser que hora mismo -no eres tú mismo- eres sólo una versión de ti que los hombres desean. La mala noticia es que no saldrás de esta vida sin experimentar el rechazo. Hoy vamos a tomar tiempo para empezar a llenar de valentía nuestro corazón y aprender a asumir este desafío y confrontar con la verdad en amor. Erramos cuando dejamos de ser intencionales en decir aquello que Dios le desea decir a nuestros hermanos en la fe a través mío. Frecuentemente nos pasa que no asumimos, ni afrontamos ese llamado de Dios para hablar por temor al rechazo. No será correcto vivir en paz a cualquier costo, a fin de evitar la confrontación.
Durante una cena en la casa de un fariseo, Jesús estaba rodeado de un gran número de expertos en la Ley y de muchos otros fariseos que también estaban invitados. Ambos grupos -fariseos y escribas- habían dominado el control sobre templo y habían desarrollado una profunda influencia sobre los demás israelitas de su generación, era tanta su influencia y poder que confundieron hasta a los judíos más sinceros acerca de su confianza en Dios. Jesús una vez que se ganó su atención y les advirtió -los confrontó- que de no arrepentirse iban a sufrir una profunda frustración el día de la ira del Señor, pues vendrá una increíble cantidad de testigos contra ellos a señalar la dureza de su corazón.
Confrontas a alguien con su pecado a razón de que le amas. Callar o guardar silencio es condenarlo a la muerte eterna.

David, el rey que unificó el reino, el rey que poseía un corazón alineado al corazón de Dios; uno que se conmovía ante la necesidad y la injusticia humana. También, guardaba muy oculto la muerte de uno de sus fieles militares y el haber sostenido una relación de adulterio con la esposa de este. El profeta Natán le mostró sus errores y lo confrontó con su maldad que habitaba dentro de él y que David no quería enfrentar. Hay verdades duras e incómodas que no deseamos enfrentar.

Ante un estado de falta de perdón, ante un estado de -ignorancia- por no reconocer mi propia maldad y error, ante un escenario de no confesión de mi propio pecado en mi interior o en un ser amado, en un amigo, en un hermano acudamos en primer lugar a Dios para buscar sabiduría de lo alto y solicitar que nos muestre esa necesidad de manera clara. Dios ayúdame a navegar correctamente a través de las aguas de la confrontación. Medita sobre si ¿Se trata de un patrón frecuente y repetitivo en su vida o se trata de un evento único. Soy lo suficientemente humilde para ofrecer una observación y no quedar en una suposición o conclusión apresurada. Estoy siendo justo en promover la verdad de Dios y no un asunto de mi orgullo o producto de mi egoísmo? Se trata de confrontar en la Verdad y afirmar en Amor, se trata de manifestar compasión. El amigo siempre es amigo, y en los tiempos difíciles es más que un hermano. Proverbios 17:17

El amor alaba aquello que está bien, en la persona, el amor edifica, lo que está correcto, y confronta, lo que es incorrecto y no es sano. 
Asegúrate de manifestar -dile- que tienes interés por la salud integral de su vida, que le amas y estás preocupado por su persona. Hazle saber que serás su compañero de oración en medio de esta situación y que le ayudarás a salir adelante. Reúnete de manera frecuente y hablen sobre los logros y avances en este tema. Déjale saber contundentemente, que tú crees que puede salir adelante de esta situación y que ves un giro absoluto en su vida, utiliza frases como: Tú eres una gran persona y creo que vas a superar todo esto. Hasta ahora hemos tenido una bonita relación y todavía existen algunas cosas que podemos mejorar. No peques más, hay consecuencias eternas para los que no confiesan ni se arrepienten de su error.
Existe algo más complicado que confrontar la maldad y el pecado de alguien más, esto es ser confrontado uno mismo. ¿Estás listo para ser confrontado por tus errores? Resulta que pecadores somos todos, y todos somos igual de necesitados de ir a la cruz para lavar nuestra maldad. Ir a la cruz de Jesús es algo que hacemos siempre los que hemos entregado nuestra vida a Dios para obedecerlo. Pero el que siempre hace lo malo es amigo del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el día en que Dios creó el mundo. Por esta razón vino el Hijo de Dios al mundo: para destruir todo lo que hace el diablo. 1 Juan 3:8

Gracias a la sana confrontación el rey David salió de la zona de muerte eterna en la que había entrado. La Palabra de Dios, es la mejor herramienta para observar nuestra propia maldad. Cuando acudimos a esta, somos leídos por los dichos de Dios y comprendemos nuestra actual realidad espiritual. El arrepentimiento, confronta el corazón del hombre. Gracias a que logró atravesar exitosamente su proceso de confrontación y de arrepentimiento, David nos dejó este increíble poema -un cántico de liberación- en el Salmos 51:

Dios mío,
tú eres todo bondad,
ten compasión de mí;
tú eres muy compasivo,
no tomes en cuenta mis pecados.
¡Quítame toda mi maldad!
¡Quítame todo mi pecado!
Sé muy bien que soy pecador,
y sé muy bien que he pecado.
A ti, y sólo a ti
te he ofendido;
he hecho lo malo,
en tu propia cara.
Tienes toda la razón
al declararme culpable;
no puedo alegar
que soy inocente.
Tengo que admitir
que soy malo de nacimiento,
y que desde antes de nacer
ya era un pecador.
Tú quieres que yo sea sincero;
por eso me diste sabiduría.
Quítame la mancha del pecado,
y quedaré limpio.
Lava todo mi ser,
y quedaré más blanco que la nieve.
Ya me hiciste sufrir mucho;
¡devuélveme la felicidad!
No te fijes en mi maldad
ni tomes en cuenta mis pecados.
Dios mío,
no me dejes tener
malos pensamientos;
cambia todo mi ser.
No me apartes de ti;
¡no me quites tu Santo Espíritu!
Dame tu ayuda y tu apoyo;
enséñame a ser obediente,
y así volveré a ser feliz.
A los pecadores les diré
que deben obedecerte
y cambiar su manera de vivir.
Señor y Dios mío,
Dios de mi salvación,
líbrame de la muerte,
y entre gritos de alegría
te daré gracias
por declararme inocente.
Abre mis labios
y te cantaré alabanzas.
Yo con gusto te ofrecería
animales para ser sacrificados,
pero eso no es lo que quieres;
eso no te complace.
Para ti,
la mejor ofrenda es la humildad.
Tú, mi Dios, no desprecias
a quien con sinceridad
se humilla y se arrepiente.
Trata con bondad a Jerusalén;
vuelve a levantar sus murallas.
Entonces recibirás con gusto
las ofrendas que mereces,
y en tu altar se presentarán
toros en tu honor.

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