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Éxodo 3: Enviado a Egipto


Moisés cuidaba las ovejas de su suegro Jetró, que era sacerdote de Madián. Un día, Moisés llevó las ovejas por el desierto y llegó hasta la montaña de Dios que se llama Horeb. Allí Dios se le apareció en medio de un arbusto que ardía en llamas. A Moisés le sorprendió ver que el arbusto estaba en llamas, pero no se quemaba. Y dijo: «¡Qué extraño! ¡Voy a ver por qué no se quema ese arbusto!» Cuando Dios vio que Moisés se acercaba, le gritó: —¡Detente Moisés! Moisés contestó: —¡Qué pasa, Señor! Dios le dijo: —¡No te acerques más! ¡Quítate las sandalias, porque estás en mi presencia! Yo soy el Dios de tus antepasados; yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Al oír esto, Moisés no se atrevió a mirar a Dios y se tapó la cara.  Pero Dios siguió diciéndole: —Yo sé muy bien que mi pueblo Israel sufre mucho porque los egipcios lo han esclavizado. También he escuchado sus gritos pidiéndome ayuda, y he visto que sus capataces los maltratan mucho. Por eso he venido a librarlos del poder egipcio. Los voy a llevar a una región muy grande y rica; ¡tan rica que siempre hay abundancia de alimentos! Es Canaán, país donde viven pueblos que no me conocen. Así que prepárate, pues voy a mandarte a hablar con el rey de Egipto, para que saques de ese país a mi pueblo. Éxodo 3:1-10

En el capítulo 3 del Éxodo inicia la narración de un Moisés que con los años se ha asimilado culturalmente con la familia de Reuél o Jetró en Madián. En la casa de Reuél se valora la vida espiritual como una prioridad. Su nuevo oficio aquí es ser pastor de ovejas, actividad que le ha acompañado en los últimos 40 años. En el capítulo anterior se puede observar que las 7 hijas de Jetró (Yitró) se dedican a ser pastoras. La narración en el primer verso nos explica que un día Moisés llevó a las ovejas de su suegro no las propias, más allá del desierto, en lo más profundo. Hasta un grupo de montañas conocidas como la cadena montañosa del Sinaí al sur de la península del Sinaí. La zona de Madián posee muchas piedras sobre la superficie del desierto que a través del rocío condensan agua, y bajo cada roca crece un pasto tierno que sirve de alimento para las ovejas. El siervo que es llevado al desierto, tiene como propósito escuchar la voz de Dios. Se trata del lugar donde Dios le habla al corazón a sus siervos. 
A pesar de todo eso, llevaré a Israel al desierto, y allí, con mucho cariño, haré que se vuelva a enamorar de mí. Oseas 2:14

El monte Horeb es solo otro nombre para el monte Sinaí. Hasta un lugar que en este pasaje se denomina חֹרֵב Kjoréb: extremadamente árido, seco, desolado, vacío o desordenado. Muy similar a la descripción de la tierra descrita en Génesis 1. Más adelante en la narración se nos va a mostrar -como un alto contraste- que ese lugar ahora vacío y seco va a recibir una increíble revelación.
Moisés cuidaba las ovejas de Jetró, su suegro, que era sacerdote de Madián, y un día llevó las ovejas a través del desierto y llegó hasta Horeb, el monte de Dios.
En ese lugar se va a manifestar el heraldo de la buenas noticias de Dios; el -malák YHWH- Ángel del Señor; el mensajero del Señor. Muchos asumen que este no es un ángel creado, sino que se trata del mismo Dios eterno. En ese lugar había una común y silvestre zarza seca o arbusto con espinas de estas había muchas en esa región. Estas solían prenderse en fuego y levantar llamas como columnas y en un instante se consumían y se apagaban. En este caso vemos permanecer una columna de fuego sobre una zarza seca que no se consume y que ya tiene un rato sin apagarse, esto sí que es algo raro y extraño, no es algo normal. En la narración bíblica el fuego es un símbolo de juicio. Dios va a poner a todo Egipto sobre la balanza y pesará su justicia. Dios se manifiesta como columna de fuego sobre un arbusto, Moisés lo mira y a través de su sensibilidad nota algo diferente que no es natural, aquí hay algo sobrenatural.
Allí, el ángel del Señor se le apareció en medio de una zarza envuelta en fuego. Moisés miró, y vio que la zarza ardía en el fuego, pero no se consumía.
Moisés busca. La pregunta que aquí todos deberíamos contestar es si ¿En mí existe el interés honesto por aprender acerca de las cosas sobrenaturales? Moisés descubre una zarza seca que arde de forma interminable, esto lo desconcertó, despertó su curiosidad. Yo quiero saber: ¿Qué es lo que le permite a la zarza seca mantener el fuego encendido de manera continua? ¿Cuál es su combustible secreto? A tal punto que ya no siguió caminando en la misma dirección que lo venía haciendo, sino que se regresó -sur- o quitó algo, para acercarse a la zarza, hizo un giro de 180 grados. Además Moisés expresa una solicitud, como si pide un permiso para acercarse más a la zarza para buscar esa revelación. Entonces dijo: Voy a ir y ver esta grande visión, por qué es que la zarza no se quema. 

El Señor le responde. Dios está sumamente atento a la manera en que nosotros respondemos en cada situación. Así como tú miras y juzgas a los otros, desde el cielo se utilizará esa misma medida para aplicarla de vuelta a ti. Antes de continuar es importante en este punto, recordar que en el cielo existe un sistema que mide la entrega y la motivación de nuestro hechos. Denles a otros lo necesario, y Dios les dará a ustedes lo que necesiten. En verdad, Dios les dará la misma medida que ustedes den a los demás. Si dan trigo, recibirán una bolsa llena de trigo, bien apretada y repleta, sin que tengan que ir a buscarla.» Lucas 6:38
El cielo responde en función de nuestra medida (poca o mucha fe). Es como una ley de la medida. Moisés dijo ¿Puedo acercarme para ver? y Dios le respondió. 
El Señor vio que Moisés iba a ver la zarza, así que desde la zarza lo llamó y le dijo: «¡Moisés, Moisés!» Y él respondió: «Aquí estoy.»

En este instante estoy disponible. Moisés fue sensible a la presencia de Dios y eligió buscarle. El hecho de que Moisés escuchó su nombre 2 veces equivale hoy a llamarle de una manera destacada y urgente: "¡Moisés, Moisés!". Así mismo Dios llamó a Abraham, a Samuel, a Simón, a Marta, y a Saulo. La respuesta de Moisés a Dios es una afirmación de disponibilidad. Es la respuesta de alguien que sinceramente busca algo más. Hineni הִנֵּה ¡Miren, heme aquí!  ¡Estoy a tu disposición! y tomando una licencia regional de algunos lugares en América de habla española: ¡Mande Usted! Se trata de un Dios que conoce bien a cada uno, aún está atento de aquel pastor que está metido allá en el profundo fondo del desierto
Moisés recibe una orden: Quédate ahí mismo y abandona esa curiosidad que atrapó tu interés, ahora escucha bien y sigue instrucciones simples. Después de poner su atención en la voz de Dios y escucharle, hizo tal cual se le pidió. Hay una costumbre muy común en muchas culturas que son diferentes entre sí, en relación al uso de calzado en el exterior de la casa y dentro de la casa. Algunos se suelen quitar o cambiar su calzado al entrar en una casa que es propiedad de alguien más por respeto a la intimidad de ese hogar. Si obedeces esta instrucción sencilla, te permitiré acercarte a mi. El algunos países -hoy- la persona que comparte ante un auditorio una charla o conferencia suele quitarse sus zapatos en el escenario mientras lo hace. 
El Señor le dijo: «No te acerques. Quítate el calzado de tus pies, porque el lugar donde ahora estás es tierra santa.»
Estás de pie en el אֲדָמָה -adamá- sobre un terreno santificado por Dios. Ese lugar es único y especial gracias a la presencia misma de Dios ahí. Recordemos que Dios creó al primer hombre del polvo rojo de la tierra: afar ha'adamá.
Dios hace una introducción, se presenta: Soy el Dios con el que tus antepasados pactaron a través de la fe. Moisés entiende ante la presencia quién está y reaccionó en el instante. Moisés sobresale entre todos los hombres a través de su humildad. Se trata de una persona que es consciente de su propia maldad, de sus errores y de su propia imperfección. Moisés sabe bien que él vive y habita en un medio plagado de injusticias y del pecado. Algo que es opuesto a la perfección y a la santidad de Dios. Por esa razón cubre su rostro para no morir en la presencia de Dios. 
Y también dijo: «Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.» Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.

Antes de la temporada de la esclavitud en Egipto los hijos de Jacob estaban completamente cómodos en Góshem, ni clamaban ni buscaban el rostro de Dios por una mejor vida, nadie de los hebreos deseaba salir de Egipto. En esta revelación Dios le hace saber a Moisés que Él conoce de manera profunda la terrible condición de dolor y sufrimiento físico, emocional, financiero y de muchas formas que experimenta su pueblo allá en Egipto. El sólo hecho de ser testigo del sufrimiento de su pueblo le produce dolores a Dios. Pues, se trata de los herederos de su pacto. El clamor de los hijos de Jacob es porque se les oprime, no necesariamente porque ellos desean volver a la tierra prometida para adorar a Dios.
Luego el Señor dijo: «He visto muy bien la aflicción de mi pueblo que está en Egipto. He oído su clamor por causa de sus explotadores. He sabido de sus angustias,

A causa de la promesa que pacté. Dios le revela a Moisés su plan de rescate y su intención de liberar. Algo muy parecido a la redención. Les quitaré de encima la mano de los egipcios de ese lugar para ser conducidos o guiados a una tierra buena que por ahora -temporalmente- está ocupada por otros. Es en esa tierra que se va a cumplir mi pacto.
... y he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de esa tierra, hacia una tierra buena y amplia, una tierra que fluye leche y miel, donde habitan los cananeos, los hititas, los amorreos, los ferezeos, los jivitas y los jebuseos.

Dios conoce la ansiedad, el stress, la opresión que experimenta su pueblo en Egipto. Dios conoce la magnitud de la crueldad del egipcio sobre sus hijos. No se me ha pasado por alto, está delante de mí. El clamor de los hijos de Israel ha llegado a mi presencia, y he visto además la opresión con que los egipcios los oprimen.

Dios tomó una decisión acerca de la vida de Moisés. Se trata de un plan desconocido que todavía no ha sido revelado ni aún al propio Moshé. Es una decisión que ya fue tomada. No es cuestionable, no es una consulta, ni es una sugerencia.
No es tal cosa como: -He considerado que tú pudieras hacer el trabajo de redención para los hijos de Israel. ¿Te viene bien Moisés, te interesa? Es un asunto decretado: Ya lo decidí, tú irás allá a Egipto y tú traerás a mi pueblo hasta este mismo lugar.
Por lo tanto, ven ahora, que voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel.»

Continúa tu estudio bíblico de Éxodo 3


In chapter 3 of Exodus, the narrative begins with Moses, who over the years has become culturally assimilated with the family of Reuel (also known as Jethro) in Midian. In Reuel’s household, spiritual life is highly valued. Moses’ new occupation here is that of a shepherd, a role he has held for the past 40 years. In the previous chapter, we observe that Jethro’s seven daughters are also shepherds. The opening verse of this chapter explains that one day Moses took his father-in-law’s sheep (not his own) beyond the desert, deep into the wilderness, to a group of mountains known as the Sinai mountain range in the southern part of the Sinai Peninsula. The region of Midian has many stones on the desert surface that, through dew condensation, provide nourishment for tender grass under each rock. The servant who is led into the desert has the purpose of listening to the voice of God. It is the place where God speaks to the hearts of His servants.
Despite all this, God will lead Israel into the desert, and there, with great tenderness, He will rekindle their love for Him (Hosea 2:14). The mountain Horeb is simply another name for Mount Sinai. In this passage, the term חֹרֵב (Kjoréb) describes an extremely arid, dry, desolate, empty, or disorderly place. This description is reminiscent of the account in Genesis 1. Later in the narrative, we will witness an incredible revelation in this now empty and dry location.
Moses tends to Jethro’s sheep, and one day he leads them through the desert until he reaches Horeb, the mountain of God. It is at this place that the herald of God’s good news—the malak YHWH (Angel of the Lord)—will manifest. Many assume that this angel is not a created being but rather the eternal God Himself. In this location, there is a common and wild thornbush covered in thorns, which are abundant in the region. These thornbushes typically catch fire and produce flames like columns, but they quickly burn out. However, in this case, a fire remains on the thornbush without consuming it—an unusual and supernatural occurrence. In biblical narrative, fire symbolizes judgment. God reveals Himself as a column of fire above the bush, and Moses, through his sensitivity, perceives something unnatural—a supernatural presence.
The Angel of the Lord appears to Moses within the burning bush. Moses observes that the bush is on fire but not consumed. Moses is curious. The question we should all consider is whether we have a genuine interest in learning about supernatural things. Moses discovers an endlessly burning thornbush, which perplexes him and piques his curiosity. He wants to know: What allows this dry bush to maintain an unending flame? What secret fuel sustains it? To the point that Moses changes direction, turns around, and approaches the bush. He even expresses a request, seeking permission to draw closer and explore this remarkable vision: “I will go and see why the bush does not burn.”
“The Lord responds. God is acutely attentive to how we react in every situation. Just as you observe and judge others, from heaven, that same measure will be used to apply it back to you. Before we continue, it’s important to recall that in heaven, there exists a system that measures the sincerity and motivation behind our actions. Give to others what they need, and God will provide for you in return. Truly, God will give you the same measure that you give to others. If you give wheat, you will receive a bag full of wheat, tightly packed and overflowing, without needing to seek it out.” (Luke 6:38)
Heaven responds according to our measure—whether it be little or great faith. It operates like a law of measurement. When Moses asked, “May I approach to see?” God answered. The Lord saw that Moses was approaching the burning bush, so from within the bush, He called out, “Moses, Moses!” And Moses replied, “Here I am.”
In that moment, Moses made himself available. He was sensitive to God’s presence and chose to seek Him. The repetition of Moses’ name—calling him urgently, “Moses, Moses!”—holds significance even today. God similarly called Abraham, Samuel, Simon, Martha, and Saul. Moses’ response to God reflects availability—a sincere seeking for something more. “Hineni” (הִנֵּה), which means “Here I am,” signifies readiness and availability. It’s akin to a regional expression in some Spanish-speaking countries: “¡Mande Usted!”—a respectful acknowledgment of authority. This is a God who knows each individual well, even the shepherd deep in the desert.
God gives Moses an instruction: “Stay right there and abandon the curiosity that has captured your interest. Now listen carefully and follow simple directions.” Moses, attentive to God’s voice, obeyed as instructed. Across various cultures, there’s a common practice regarding footwear—removing or changing shoes when entering someone else’s home out of respect for its privacy. If you follow this simple instruction, I will allow you to approach Me. In some countries today, speakers addressing an audience often remove their shoes on stage as they share a talk or conference.
The Lord said to Moses, “Do not come any closer. Take off your sandals, for the place where you are standing is holy ground.”
You stand on the אֲדָמָה (adamá)—sanctified ground by God. This place is unique and special due to God’s presence. Remember that God created the first man from the red dust of the earth: afar ha’adamá.
God introduces Himself: “I am the God with whom your ancestors made a covenant through faith.” Moses, in the presence of God, reacts instantly. His humility sets him apart. Moses is acutely aware of his own shortcomings, errors, and imperfections. He knows he lives in a world filled with injustice and sin—a stark contrast to God’s perfection and holiness. To avoid death in God’s presence, Moses covers his face.
God further declares, “I am the God of your father, the God of Abraham, the God of Isaac, and the God of Jacob.” Moses covers his face, fearing to gaze upon God.

"Before the period of slavery in Egypt, the sons of Jacob were entirely comfortable in Goshen. They neither cried out nor sought God’s face for a better life. None of the Hebrews desired to leave Egypt. In this revelation, God makes it known to Moses that He deeply understands the terrible condition of physical, emotional, and financial suffering experienced by His people in Egypt. The mere witnessing of their suffering pains God, for they are the heirs of His covenant. The cry of the sons of Jacob arises from oppression, not necessarily from a desire to return to the promised land to worship God.
Then the Lord said, ‘I have surely seen the affliction of My people who are in Egypt. I have heard their cry because of their taskmasters, and I know their sufferings.’"
God’s revelation to Moses includes His plan for rescue—a plan akin to redemption. God will remove the Egyptians’ oppressive hand from His people, leading them to a good land temporarily occupied by others. It is in this land that His covenant will be fulfilled:
“…and I have come down to deliver them out of the hand of the Egyptians and to bring them up out of that land to a good and broad land, a land flowing with milk and honey, to the place of the Canaanites, the Hittites, the Amorites, the Perizzites, the Hivites, and the Jebusites.”
God is acutely aware of the anxiety, stress, and oppression faced by His people in Egypt. The cruelty of the Egyptians toward His children does not escape His notice. The cry of the Israelites has reached His presence, and He has witnessed their oppression.
God has made a decision concerning Moses’ life. It is an unknown plan, not yet revealed even to Moses himself. This decision is not up for debate, consultation, or suggestion. It is not a matter of saying, “I’ve considered that you might be suitable for the redemption task for the children of Israel. Are you interested, Moses?” Instead, it is a decree: “I have already decided—you will go to Egypt, and you will bring My people to this very place.”
“Therefore, come now, and I will send you to Pharaoh that you may bring My people, the children of Israel, out of Egypt.”

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