¿Usted ha clamado al cielo por ayuda en medio de una urgencia? ¿Ha acudido hasta su Padre del cielo con una lista de necesidades identificadas como insatisfechas? Frecuentemente, nuestro tiempo a solas con nuestro Padre bueno se limita a presentar una lista de deseos. ¡Qué bueno y maravilloso! Es saber que Dios es nuestro buen Padre que está en el cielo y que mantiene sus oídos y sus ojos muy atentos para recibir nuestras solicitudes. Es más, Dios es tan increíblemente bondadoso que conoce cada una de nuestras necesidades con enorme anticipación a nuestra solicitud. Nuestro buen Dios es más grande que todos nuestros problemas juntos.
No hace mucho, mientras clamaba en mi tiempo de oración por mis asuntos. De pronto, me invadió un sentimiento de vergüenza. Había llegado con una lista de cosas que deseaba solicitar a Dios; el crecimiento de la iglesia, el mejor templo posible, salud integral, finanzas sanas, más recursos, mayor sabiduría de lo alto, mi bonito matrimonio, mi maravillosa familia, mi increíble trabajo, mi bonita casa, mi carro a prueba de fallas, etc. Se trataba de una lista muy parecida a la de muchos otros líderes comprometidos con su congregación local. Me apresuré a expresar cada una de mis necesidades, teniendo especial cuidado de no olvidar nada importante. En un instante descubrí que no había reconocido mi posición correcta ante el trono del cielo, que la voluntad de Dios sobre mí no había sido incluida, que en el orden de las cosas por las que clamaba no había considerado al reino de Dios. Durante esa oración, siempre estuve yo mismo en el centro, no fui consciente de estar ante la máxima autoridad. No estuve al tanto de la jerarquía que rige el orden del universo.
La táctica de guerra. Nos sucede con mucha frecuencia, que al orar a Dios únicamente nos limitamos a presentar una interminable lista de cosas -check list- que Dios deberá cumplir a favor nuestro. En muchos casos se trata de "mis particulares deseos" expresados en forma de solicitudes que demandan que el enorme poder de Dios intervenga y resuelva aquello que yo considero que no está bien. El centro de todas estas solicitudes es la primera persona del singular "yo". De forma que nuestro tiempo de oración en muchos casos solo es algo parecido a una (OdeT) orden de trabajo. Alguien puede llegar a pensar que se trata de un servicio de protección civil por llamada telefónica al 911 (Urgencias) o de un servicio de logística con entregas hasta la puerta de tu casa. Y, si piden, no reciben nada porque piden con la torcida intención de malgastarlo en sus propios caprichos. Santiago 4:3
La estrategia de guerra. En esta oportunidad llevaremos nuestro enfoque de la oración al otro extremo, nos vamos a alejar -por un momento- de la lista de deseos personales para quitar el enfoque sobre "mi mismo", y llevar el foco hasta la persona de Dios y a las necesidades de su reino para nuestro tiempo. Colocaremos el foco de nuestra atención en la agenda de Dios. Tomaremos la agenda de Dios como la prioridad. Tomaremos plan de Dios para nuestra generación como nuestra actividad primaria y pondremos al reino de Dios y sus necesidades al inicio de nuestro clamor. Vamos a adoptar el orden de Dios. Nos vamos a colocar humildemente como el subordinado -el siervo- del rey del reino de Dios. Reconocer y saber qué es aquello que Dios está demandando a cada uno de sus siervos, mientras confiamos en que Dios tendrá cuidado de nuestros asuntos como efecto secundario o consecuencia de nuestra obediencia. Lo más importante es que reconozcan a Dios como único rey, y que hagan lo que él les pide. Dios les dará a su tiempo todo lo que necesiten. Mateo 6:33
Una noche -nada común- en Belén, un grupo de ángeles mensajeros apareció a un grupo de pastores que cubrían ese turno para cuidar los rebaños de ovejas. Y les saludaron con estas palabras: «Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra para los que gozan de su buena voluntad». Lucas 2:14
Lo primero que escuchamos de los mensajeros del cielo es su reconocimiento de la buena fama y buen nombre -que brille el esplendor- de aquel que está sentado sobre el trono más alto y sublime. Posteriormente, su saludo y declaración de paz a los humanos que permanecen atentos en hacer la voluntad de su Dios. Jesús, tomó un momento para enseñarnos -a sus discípulos- cómo dirigirnos al trono del Dios eterno en oración:
“Padre nuestro que estás en el cielo: Que todos reconozcan que tú eres el verdadero Dios. Ven y sé nuestro único rey. Que todos los que viven en la tierra te obedezcan, como te obedecen los que están en el cielo. Danos la comida que necesitamos hoy. Perdona el mal que hacemos, así como nosotros perdonamos a los que nos hacen mal. Y cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti, y líbranos del poder del diablo.” Mateo 6:9-13
Es posible que en algún momento sintamos estar bajo un conflicto de intereses sobre si debo someterme a la voluntad del Padre o si debo atender mi propia agenda. ¿Qué agenda deberá dominar a cuál? ¿Quíen debe subordinarse ante quién? ¿Qué regla debe aplicarse en caso de sentir confusión? ¿Cuál es el orden a seguir? Jesús está a poco de subir a la cruz y cargar nuestra enfermedad y errores sobre su cuerpo, su alma se ha conmocionado de perturbación. Justo en ese momento oró a su Padre: ¡Siento en este momento una angustia terrible! ¿Y qué voy a decir? ¿Diré: “Padre, líbrame de esta angustia”? ¡Pero precisamente para esto he venido! Padre, glorifica tu nombre. Entonces se oyó una voz del cielo, que decía: «Ya lo he glorificado, y lo voy a glorificar otra vez. Juan 12:27-28
Los oídos sordos. La necesidades de aquellos que nos rodean a diario son -generalmente- ignoradas. No siempre somos conscientes del dolor, la soledad, las consecuencias de la maldad, el fruto de los errores, las consecuencias de sus desaciertos, en fin. Existe un clamor -silencioso- que nos rodea y que -generalmente- pasa desapercibido, hay un lamento ignorado al que no le prestamos atención, hay un estado voluntario de indiferencia que utilizamos como un escudo alrededor de nuestro estado de bienestar. Debemos orar por aquellos que están cautivos del reino de las tinieblas.
Durante el periodo en el que Jesús vino para ser bautizado en las aguas del río Jordán (Jesús oraba mientras Juan le bautizaba) hasta la ascensión a la derecha del trono del Padre, algunas de sus oraciones quedaron registradas por los evangelistas. Jesús oró para expresar su alabanza a nuestro Padre del cielo por revelarse a través de su Hijo a los más humildes de la tierra. Jesús oró al Padre -en público- frente a la tumba de Lázaro para devolverle a la vida. Jesús al ser despojado de su túnica oró a su Padre para que los soldados que lo agredían fueran perdonados por sus actos malvados. Jesús colgando de los clavos que lo mantenían sobre la cruz se dirigió a través de la oración a su Padre: (Eloí, Eloí ¿Lamá sabajdsaní?) Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has dado la espalda? Y a solo un instante de morir sobre la cruel cruz Jesús oró con un gran grito: Padre, dentro de tus manos estoy poniendo mi espíritu.
Podemos orar a lo largo de todo el día, mientras hacemos nuestros actividades cotidianas, mientras meditamos en sus dichos, mientras nos levantamos, mientras nos acostamos, antes de tomar decisiones importantes, orar toda la noche en lugares retirados de la ciudad y sin ruido de personas. Podemos orar todo el tiempo. Oremos para fortalecer nuestra comunión con Dios, oremos para superar las pruebas y la tentación, oremos para que seamos instrumentos de su voluntad, oremos para conquistar la victoria sobre el enemigo, oremos para que vivimos apasionadamente la fe, oremos para que la visión se haga una, oremos para tener equipos más fuertes y más unidos, oremos para declarar el bien que deseas, oremos para que nuestra alma escuche y se programe, oremos por nuestro grupo Conexión, oremos por todos nuestros líderes, oremos por nuestros pastores, oremos por nuestros vecinos y compañeros, oremos por la paz de Jerusalén, oremos a solas, oremos en parejas, oremos todos juntos, oremos en el Espíritu, oremos de manera consciente en nuestro idioma materno, oremos siempre.
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