Habló Jehová a Moisés, diciendo: Di a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón; delante de él acamparéis junto al mar. Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: Encerrados están en la tierra, el desierto los ha encerrado. Y yo endureceré el corazón de Faraón para que los siga; y seré glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová. Y ellos lo hicieron así.
Y fue dado aviso al rey de Egipto, que el pueblo huía; y el corazón de Faraón y de sus siervos se volvió contra el pueblo, y dijeron: ¿Cómo hemos hecho esto de haber dejado ir a Israel, para que no nos sirva? Y unció su carro, y tomó consigo su pueblo; y tomó seiscientos carros escogidos, y todos los carros de Egipto, y los capitanes sobre ellos. Y endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto, y él siguió a los hijos de Israel; pero los hijos de Israel habían salido con mano poderosa. Siguiéndolos, pues, los egipcios, con toda la caballería y carros de Faraón, su gente de a caballo, y todo su ejército, los alcanzaron acampados junto al mar, al lado de Pi-hahirot, delante de Baal-zefón.
Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová. Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto. Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos. Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco. Y he aquí, yo endureceré el corazón de los egipcios para que los sigan; y yo me glorificaré en Faraón y en todo su ejército, en sus carros y en su caballería; y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando me glorifique en Faraón, en sus carros y en su gente de a caballo.
Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas, e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquellos, y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros.
Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas. Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda. Y siguiéndolos los egipcios, entraron tras ellos hasta la mitad del mar, toda la caballería de Faraón, sus carros y su gente de a caballo. Aconteció a la vigilia de la mañana, que Jehová miró el campamento de los egipcios desde la columna de fuego y nube, y trastornó el campamento de los egipcios, y quitó las ruedas de sus carros, y los trastornó gravemente. Entonces los egipcios dijeron: Huyamos de delante de Israel, porque Jehová pelea por ellos contra los egipcios. Y Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros, y sobre su caballería. Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar se volvió en toda su fuerza, y los egipcios al huir se encontraban con el mar; y Jehová derribó a los egipcios en medio del mar. Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la caballería, y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el mar; no quedó de ellos ni uno. Y los hijos de Israel fueron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas por muro a su derecha y a su izquierda.
Así salvó Jehová aquel día a Israel de mano de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar. Y vio Israel aquel grande hecho que Jehová ejecutó contra los egipcios; y el pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo.
Gracias a haberse realizado la redención, ahora Dios adoptó un papel de guía de Israel. Dios les hace una solicitud importante en hebreo shub ¡Den la vuelta! Hagan un cambio profundo en la dirección en que viajan. El inicio del ministerio público de Jesús incluye una solicitud muy importante para el pueblo de Israel: Desde entonces, Jesús comenzó a decirles a todos: «Vuélvanse a Dios, porque su reino se va a establecer aquí». Mateo 4:17
El nombre hebreo de Pi jaKjirót se puede entender en español como la boca de un desfiladero o frontera oriental. En ese sitio a la orilla del mar deberán de acampar y esperar. Cuando faraón recibió los reportes de sus informantes acerca de la actual posición de Israel expresó que los hebreos estaban buk (turbados o confundidos). Recordemos la condición del corazón de faraón; él ha estado negando la eficacia de Dios después de cada revelación. Su corazón se volvió "pesado". Así que su interpretación acerca de la posición de la actual Israel es que se han instalado en el lugar incorrecto; encerrados entre montañas, el desierto y el mar. Olvidó al Dios de Israel, los consideró sumamente vulnerables y temerosos. Esto hace que faraón evalué y cambie de parecer y decide avanzar en la dirección contraria a la voluntad de Dios: ¡Envía a mi pueblo! Notemos que este es un duelo, se trata de probar fuerzas entre Dios y faraón. Pues, este último prepara su carro para ir a enfrentarse contra la voluntad de Dios. Lo hace a título personal, no envió a su mejor ejército o general, sino que fue él mismo.
Tiempo para clamar. Los 600 carros de faraón necesitaban de shalísh tres ocupantes (triple) para ser 100% letales y contundentes en su ataque. Adicionalmente, a los carros se sumó un grupo de jinetes montando caballos. Los hebreos levantaron su mirada, observaron a los egipcios y su reacción obvia fue sentir miedo. Inmediatamente comenzaron a clamar a su Dios. El miedo anidó en su corazón e imaginaron su muerte inminente. Es difícil ver el futuro desde una experiencia y mentalidad de esclavos. Estás entre el pasado traumático de dura servidumbre y la salvación de Dios nunca antes vista.
Los dardos de dudas. El pueblo abrió su corazón al temor y se quejaron de Moisés y de Dios:
-Moisés era mejor morir en Egipto allá al menos había tumbas suficientes en lugar de morir a campo abierto en un desierto. Te lo dijimos antes mientras éramos esclavos en Egipto.
Una vez más se quejaron pues adoptaron la necedad en su corazón: -Es mejor ser esclavo en Egipto que morir en un desierto.
Nuestro viaje de la fe nos va a poner entre el mar y el avance del ejército enemigo. ¿Vas a confiar o te vas a quejar?
Nuestro viaje de la fe nos va a poner entre el mar y el avance del ejército enemigo. ¿Vas a confiar o te vas a quejar?
El escudo de la fe. La respuesta de Moisés habla con claridad acerca de la fe madura que él posee en este momento. ¡Manténganse -yatsáb- estables(quietos) y vean lo que Dios hará para salvarles a ustedes hoy mismo! (Conoce la verdad Dios es el que salva). Está será la última vez que van a ver a la cara a estos egipcios. El Señor va a -lakjám- atacar o guerrear a mi favor y ustedes se mantendrán tranquilos.
Pero Tomás le dijo: —Señor, si no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber qué camino tomar?
Juan 14:5
Es tiempo de poner los pies sobre el camino. Vamos a entender el tiempo presente. Ya no es momento para clamar, ahora es tiempo de marchar. Hubo un cambio y debes estar atento a los cambios. Pero, aquí surge la pregunta del millón de dólares: ¿Para dónde vamos a marchar y a avanzar?
La vara que está en tu mano debe ser levantada "sobre" el cuerpo de agua/el mar y este se va a -bacá- rasgar (se dividirá) y el pueblo pasará caminando tranquilamente sobre tierra seca.
Una vez más, el necio corazón de faraón y de todo Egipto se hará más "pesado". Pero, finalmente, seré honrado -recibiré gloria- gracias a faraón y a todo su ejército, a sus carros y a sus jinetes (rebeldía + derrota).
Pues el ángel del Señor es un guardián; rodea y defiende a todos los que le temen.
Salmo 34:7
Se menciona a un ser espiritual -el ángel de Dios- que no es el mismo Ángel de Jehovah. Este está en dos lugares a la vez; adelante (guía) y atrás (cuidador) alrededor del pueblo de Dios. Se colocó entre los dos grupos que marchan; los hebreos y los egipcios. Era de noche, estaba oscuro, a unos les oscureció su camino y los otros se les iluminó el camino para poder avanzar. Esa misma noche -durante toda la noche- el mar recibió una corriente de viento desde el oriente que se mantuvo dividiendo el cuerpo de agua en dos, hasta llegar a la tierra que estaba debajo del agua y dejar el lecho del mar completamente seco. Mientras dormimos en la noche Dios trabaja a nuestro favor.
Al ver la tierra seca bajo sus pies -el lecho del mar- los hebreos caminaron, a su derecha y a su izquierda había dos -kjomá- paredes o muros de agua contenida. Todo Israel bajó a las aguas y quedaron rodeados por agua (sepultados en agua) en una especie de mikveh. Los egipcios les siguieron avanzando por la tierra seca hasta la mitad del mar entre ambas orillas. Lastimosamente los egipcios no meditaron en esta maravilla. Durante la última vigilia de esa noche; la que suele ser entre las 3:00 a.m. hasta el -boquer- amanecer (ser iluminados) y el Señor -shacáf- contempló desde la nube (en perspectiva) al campamento egipcio, y las ruedas de sus gloriosos carros comenzaron a -sur- fallar y a caerse, dificultando su avance.
Rescatados del peligro (Yashá). Ahora, hay una nueva instrucción para Moisés pues el pie del último hebreo ya había llegado a la otra orilla y esto definió un punto de no retorno para los egipcios. Con la primera luz del amanecer, Moisés extendió su mano con su vara -nuevamente- sobre el lecho del mar y las aguas se volvieron a unir y a "sacudió" a faraón y a sus carros y jinetes. El agua del mar les cubrió totalmente y nadie -ni uno sólo- se salvó de este juicio. El día de ese juicio sobre faraón y sus gloriosos carros, Dios -yashá- salvó a Israel de este juicio. Algunos estudiosos estiman que desde el momento en que los hebreos salieron marchando hasta cruzar el lecho del mar en seco transcurrieron 3 días, muy parecido a Jonás dentro de un pez, similar a la tumba de Jesús en el monte del templo de Jerusalén.
La gran mano de Dios, fue visible para toda esa generación de los hebreos, han sido testigos y ahora son una fuente confiable. Gracias a esta maravillosa salvación confiaron en Dios y en Moisés. Este evento maravilloso es solamente una sombra de los últimos tiempos y de la salvación que vendrá.
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