De manera que ni el que siembra ni el que riega son nada, sino que Dios lo es todo, pues él es quien hace crecer lo sembrado. 1 corintios 3:7
El crecimiento humano es un proceso dinámico y continuo que dura toda la vida. No solo implica la acumulación de conocimientos o habilidades, sino también la autorreflexión, la transformación interna y el compromiso con el propio bienestar. Además, el crecimiento personal abre nuevas oportunidades para la felicidad, el éxito y cumplir el propósito de vida.
Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo. Efesiós 4:13
La tarea fiel de cada mujer u hombre redimido por el sacrificio satisfactorio de Jesús, no se limita a asegurarse su propio crecimiento. Puesto que, cada uno debe esforzarse por sobreedificar sobre aquello que Jesús ya logró por cada uno.
Ustedes vayan y hagan más discípulos míos en todos los países de la tierra. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Enséñenles a obedecer todo lo que yo les he enseñado. Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo.» Mateo 28:19-20
El caso del discípulo Simón. A menudo, nos centramos en los grandes momentos de la vida de Simón hijo de Juan: su llamado entre barcos y redes, su revelación divina en Cesárea de Filipo, su negación en casa del Sumo Sacerdote y su restauración en la playa del Mar de Galilea. Sin embargo, la verdadera transformación de su carácter se gestó en la cotidianidad de un día a la vez, en el incesante caminar, navegar y conversar con Jesús.
Pensemos en el Simón inicial, un pescador rudo de Betsaida, impulsivo, vehemente, propenso a la acción antes que a la reflexión. Los Evangelios nos lo presentan en escenas que revelan esta personalidad primaria: su inmediato abandono de las redes ante el llamado (Mateo 4:18-20), su impetuosa caminata sobre el agua (Mateo 14:28-31), o su tajante reprensión a Jesús cuando este anunció su sufrimiento (Mateo 16:22). Estas son pinceladas de un hombre con un gran corazón, pero aun sin pulir, reactivo y, en ocasiones, falto de comprensión profunda.
![]() |
Pedro sigue a Jesús -a diario- por los caminos. Escuchando y mirando.. |
Pero el Maestro no lo abandonó ante su propio carácter impredecible. Jesús eligió invertir tiempo y presencia (compañía). La transformación de Pedro no fue un evento súbito, sino un proceso gradual, una alquimia espiritual forjada en el crisol de la convivencia diaria. Los evangelistas nos pintan un cuadro de este discipulado itinerante. Vemos a Jesús y sus discípulos "yendo por el camino" (Marcos 10:32), "atravesando Galilea" (Marcos 9:30), o "cruzando el mar" (Marcos 4:35). Estas no eran meras transiciones geográficas; eran oportunidades de enseñanza, de corrección, de modelado del carácter.
Imaginemos las incontables horas en barca, bajo el sol de Galilea, o las noches a la orilla del mar, con las estrellas como único techo. En estos escenarios íntimos, Pedro escuchó predicar a Jesús, vio su compasión hacia los enfermos, fue testigo de su autoridad sobre la naturaleza y los demonios. Las parábolas, las explicaciones privadas, los momentos de oración compartidos, todo ello fue permeando el alma de Pedro. Jesús no solo impartía conocimiento; infundía carácter a través de su propia persona.
La persistencia tenaz de Jesús en acompañar a Pedro, a pesar de sus errores y su lenta comprensión, es clave. Cuando Pedro se hunde en el mar, Jesús extiende su mano (Mateo 14:31). Cuando lo reprende por su miopía espiritual, lo hace con una autoridad que busca la edificación, no la humillación (Mateo 16:23). E incluso después de la negación más dolorosa, el Jesús resucitado no lo descarta, sino que busca la restauración en un desayuno a la orilla del mar (Juan 21:15-19), repitiendo la escena de su primer llamado. Esta es una imagen de la gracia activa y redentora, una gracia que persiste en el acompañamiento hasta moldear el corazón.
El Pedro que emerge de esta escuela de "caminar y conversar" ya no es solo el pescador impetuoso. Después del Pentecostés, vemos a un Pedro lleno del Espíritu, valiente en la predicación (Hechos 2), discernidor (Hechos 5), y pastor de las ovejas de Cristo, tal como Jesús le había encomendado. Su epístola, 1 Pedro, revela una profunda madurez teológica y pastoral, exhortando a la paciencia en el sufrimiento, a la humildad y al amor fraternal.
La transformación de Pedro no fue por un milagro aislado, sino por la presencia constante del Maestro. Es un poderoso recordatorio de que la formación espiritual, el discipulado verdadero, es un proceso encarnado, relacional y prolongado. Jesús no solo vino a morir por nosotros, sino a vivir con nosotros, a caminar con nosotros y, en ese acompañamiento, a rehacer nuestro carácter a la imagen del Padre. El evangelio de Pedro es, en esencia, la escuela del acompañamiento transformador.
![]() |
Pedro predica sin miedo a perder su vida después de ser lleno del Espíritu de Dios en el Shavuot. |
Las fuerzas del infierno, los demonios y los principados y potestades son dos enemigos vencidos por Jesús en la cruz. De la misma manera que lo es este sistema que gobierna a este mundo. ¿Cómo vencer al tercer enemigo; a mi viejo hombre? Es natural, es orgánico a nuestra carne sentir miedo a las críticas, al rechazo o a los comentarios intolerantes al iniciar este camino. Esos miedos son reales y válidos, y nos sacuden al desear la aprobación externa. Sin embargo, la clave para superar estas inseguridades radica en la transformación de nuestro propio carácter a través del discipulado. Ser discípulo significa aprender y vivir como Jesús, permitiéndole moldearnos internamente y no solo para ser una mejor versión de nosotros mismos.
Desear ser una mejor versión de mí mismo puede ser un punto de partida, pero el discipulado es dejar que Jesús transforme radicalmente quién soy para que su carácter se refleje en cada pensamiento y acción. Solo entonces estaré viviendo la vida según el modelo perfecto establecido por Cristo, no simplemente una ligera mejora de mí mismo, sino una completa nueva creación en Él. Este proceso es invaluable porque edifica un fundamento interno inquebrantable, como un faro firme en la tormenta de las críticas, asegurando nuestra identidad en Cristo y no en la opinión ajena. Nos otorga una paz que sobrepasa el entendimiento, un escudo contra las palabras hirientes. Nos brinda una confianza genuina, liberándonos de la necesidad de aprobación. Finalmente, nos capacita para responder con amor y sabiduría a los desafíos, en lugar de con miedo o enojo, convirtiéndonos en un testimonio poderoso. Esta transformación se logra caminando con Jesús diariamente, a través de la oración, Su Palabra, la comunidad y la obediencia, fortaleciéndonos para cualquier desafío.
![]() |
Pedro -sin dudar- ora para que Dios restaure la salud plenamente a un hombre lisiado. |
El discipulado no se limita a un proceso de impartición de conocimiento o de modelado de conducta, sino fundamentalmente un viaje hacia la manifestación plena de la identidad en Cristo y la activación en el poder sobrenatural del Padre bueno.
El discipulado, busca despertar al creyente a su verdadera herencia como hijo de Dios, creado a imagen y semejanza divina, y llamado a caminar en la misma autoridad y poder que Jesús demostró. No se trata tanto de corregir aquellos defectos notoriamente visibles, sino de revelar la bondad inherente en el espíritu humano nacido de nuevo y equiparlo para extender el Reino de Dios en la Tierra. El discipulado es, por tanto, una des programación de la mentalidad limitante (la cultura y el ideario que dominan a nuestra generación) y una reprogramación hacia una visión completa del Reino donde lo sobrenatural es natural y cotidianos, donde lo real es lo espiritual y la material es una mala copia en blanco y negro.
![]() |
El Padre bueno que nos restaura la autoridad de hijo heredero sin merecerlo. |
El discípulo debe pagar un precio significativo, aunque este se entiende más como una rendición radical y una reorientación de la mentalidad que como un sacrificio penoso. Este precio incluye:
Renunciar a la mentalidad de orfandad y victimismo: El discípulo debe abandonar la creencia de ser incapaz, insuficiente o de vivir bajo el juicio de Dios. Debe abrazar su identidad como hijo amado y heredero.
Abrazar el riesgo y la fe audaz: El discipulado empuja a los creyentes a salir de su zona de confort, a tomar riesgos en la fe, a orar por milagros, a profetizar y a sanar a los enfermos. El precio es la disposición a fracasar en el intento, pero también la fe para ver a Dios obrar.
Someterse a la cultura de honor: La cultura de la iglesia valora profundamente el honor hacia los líderes y entre los miembros. El discípulo aprende a honrar, a recibir corrección constructiva y a alinearse con la visión del liderazgo.
Invertir tiempo y energía en la búsqueda de la presencia de Dios: El discipulado implica una dedicación personal e individual a la adoración, en la oración y en la búsqueda de encuentros personales cara a cara con el Espíritu Santo, entendiendo que el poder espiritual proviene de esa intimidad.
Desaprender viejas formas de pensar: El discípulo debe estar dispuesto a "abandonar" teologías y paradigmas que limitan la experiencia del poder de Dios, y abrirse a nuevas comprensiones del Reino.
![]() |
Pescadores expertos aprendiendo a pescar bajo el liderazgo de su maestro. |
El maestro del discipulado paga un precio inmenso en este proceso. No se trata de ser el recipiente final que recibe y se llena a plenitud, se trata de convertirse en el canal a través de quien fluye y distribuye generosa y sabiamente para los demás.
Inversión de tiempo y vida: Como Jesús con Pedro, el maestro debe invertir una cantidad significativa de tiempo, no solo en la enseñanza formal, sino en la convivencia, el modelado y el acompañamiento. Esto implica sacrificios personales y agendas flexibles.Fe inquebrantable en el potencial del discípulo: El maestro debe ver más allá de las debilidades presentes del discípulo y creer en la identidad divina que yace latente. Esto requiere paciencia, persistencia y una perspectiva profética sobre el futuro del discípulo. Es un precio de esperanza inquebrantable.
Tolerancia a los errores y fracasos: Así como Jesús permitió a Pedro cometer errores y le enseñó a través de ellos, el maestro debe crear un espacio seguro donde el discípulo pueda fallar sin ser condenado, sino amado y levantado. El precio es la gracia sobre el juicio.
Vulnerabilidad y transparencia: El maestro, al igual que Jesús, se expone en su humanidad y en su relación con Dios. No se presenta como perfecto, sino como un ejemplo de alguien en el camino, fomentando una relación de autenticidad.
Renuncia al control y empoderamiento: Un buen maestro, no busca crear "mini-yo's" sino que empodera al discípulo para superar al propio maestro en la manifestación del Reino. El precio es la disposición a soltar y celebrar el éxito ajeno, incluso si eso significa ser superado.
Soportar la frustración y la lentitud del proceso: La transformación, como en el caso de Pedro, no es instantánea. El maestro paga el precio de la paciencia en los momentos de incomprensión, resistencia o retroceso del discípulo. Es un precio de amor perseverante.
Tanto el discípulo como el maestro pagan el precio de una entrega total al proceso de Dios. El discípulo, al rendir su antigua identidad y abrazar la nueva con valentía. El maestro, al vaciarse de sí mismo para investir su vida y fe en otro, confiando en que el Espíritu Santo es el verdadero agente de transformación. Es un discipulado que no busca la conformidad, sino la capacitación para la expresión única y poderosa de Cristo a través de cada individuo.
![]() |
Onésimo se presenta ante Filemón. |
El caso del esclavo Onésimo. La carta a Filemón es una joya teológica y un testimonio conmovedor de la profunda ética del evangelio, encarnada en la figura del apóstol Pablo. En ella, vemos a Pablo asumiendo un precio personal y espiritual notable por la redención del esclavo Onésimo, un precio que ilustra vívidamente la aplicación práctica de la gracia y el discipulado. Para entender la magnitud de este "precio", debemos situarnos en el contexto del siglo I. Onésimo era un esclavo que había huido de la casa de Filemón, su amo, posiblemente habiendo robado algo (v. 18). Bajo la ley romana, un esclavo fugitivo podía enfrentar castigos severos, incluyendo la tortura o la muerte. Era una propiedad perdida y, peor aún, una transgresión legal y social grave.
Pablo, sin embargo, se encuentra con Onésimo, probablemente en prisión, y lo discipula, llevándolo a la fe en Cristo. Onésimo, de "inútil" (el significado de su nombre en griego) se convierte en un "útil" servidor de Pablo y en un "hermano amado" en el Señor (v. 11-12). La transformación de Onésimo es evidente, pero el problema legal y social con Filemón persiste. Aquí es donde Pablo asume el precio, y lo hace de varias maneras:
Precio de la mediación y la intercesión personal: Pablo, siendo un apóstol de gran autoridad, no le ordena a Filemón que acepte a Onésimo de vuelta. En cambio, le suplica, intercede y apela a su amor cristiano. Este es un precio de humildad apostólica. Pablo se coloca en una posición de mendigo, apelando a la bondad de Filemón, a pesar de su propia estatura espiritual.
Precio de la identificación y la asunción de la deuda: Este es quizás el aspecto más sorprendente y elocuente. Pablo escribe: "Y si en algo te ha dañado, o te debe, ponlo a mi cuenta" (v. 18). Esta declaración es de una profundidad teológica inmensa, prefigurando la obra de Cristo por nosotros. Pablo se convierte en el fiador de Onésimo. Él asume personalmente cualquier daño material o deuda que Onésimo pudiera haber generado. Este es un precio financiero y reputacional potencial.
Precio del riesgo relacional: Al enviar a Onésimo de vuelta, Pablo corre el riesgo de que Filemón no lo reciba bien, o incluso de que la relación entre Pablo y Filemón se deteriore. Pablo confía en la fe y el amor de Filemón, pero el acto mismo de interceder por un esclavo fugitivo y transformado era culturalmente audaz. Es un precio de vulnerabilidad relacional.
Precio de la libertad personal (o su limitación): Pablo había encontrado en Onésimo un ayudante "útil" para su ministerio en prisión (v. 13). Al enviarlo de vuelta a Filemón, Pablo renuncia a la comodidad y al servicio que Onésimo le brindaba. Prioriza la reconciliación y la libertad espiritual de Onésimo por encima de su propia conveniencia. Es un precio de sacrificio personal.
Precio de la confrontación sutil de un sistema injusto: Aunque Pablo no hace un llamado explícito a la abolición de la esclavitud en esta carta, su argumento socava radicalmente sus fundamentos. Al elevar a un esclavo a la categoría de "hermano amado" y al pedir a Filemón que lo reciba "no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado" (v. 16), Pablo introduce un principio del Reino que, con el tiempo, desmantelaría la institución de la esclavitud. Este es un precio de visión profética que desafía las normas sociales.
Precio de la confianza en la transformación espiritual: El mayor precio quizás sea la confianza que Pablo deposita en la obra del Espíritu Santo. Él cree que la fe de Filemón es lo suficientemente genuina como para trascender las barreras sociales y aceptar a un esclavo fugitivo como hermano en Cristo. Pablo invierte su crédito espiritual en la transformación de dos hombres: Onésimo y Filemón.
![]() |
Talmid, modelo hebreo de discipulado. |
Ahora, en este punto hagamos una pausa en las historias de dos creyentes comunes que se ocuparon en su crecimiento. Pasemos a observar en detalles el témino discípulo a través de los términos hebreo y griego utilizados tanto en el TaNaK y en el Pacto renovado.
Desde el hebreo: Talmid (תַּלְמִיד). Aunque el Nuevo Testamento fue escrito en griego, Jesús y sus primeros seguidores operaban en un contexto cultural y lingüístico hebreo/arameo. La palabra hebrea más cercana a "discípulo" es (תַּלְמִיד), que deriva de la raíz (לָמַד).
(לָמַד)` significa "aprender", "estudiar", "instruirse".
(תַּלְמִיד)`, por lo tanto, designa a "uno que aprende", un "estudiante", un "aprendiz". La relación entre un rabino (maestro) y un talmid en el judaísmo del Segundo Templo era mucho más profunda que la de un simple alumno y profesor moderno. El talmid no solo aprendía la Torá de memoria, sino que observaba y emulaba la vida de su rabino en todos los aspectos. Caminaba con él, comía con él, observaba cómo oraba, cómo interactuaba con los demás, cómo aplicaba la Ley en su vida diaria. El objetivo era que el talmid llegara a ser como su rabino, incluso a pensar como él.
Desde el griego: Mathētēs (μαθητής). En el Nuevo Testamento griego, la palabra principal para "discípulo" es (μαθητής).
(μαθητής), que significa "lección" o "conocimiento".
Similar al talmid, el mathētēs griego no era solo un oyente pasivo. Implicaba una relación activa de adhesión a la enseñanza de un maestro, buscando no solo adquirir información, sino también emular su estilo de vida y adoptar su filosofía. Había una dependencia y un compromiso con el maestro que iba más allá del aula.
Crecimiento por adquisición de conocimiento (Interno): Tanto talmid como mathētēs resaltan la acción de aprender. El crecimiento más fundamental es el intelectual y espiritual. Al estudiar la Torá con el rabino o al escuchar las enseñanzas de Jesús, el discípulo adquiere un nuevo entendimiento de Dios, de sí mismo y del mundo. Este conocimiento no es estático; se metaboliza y produce una expansión de la mente y el espíritu. Un discípulo que no aprende, no crece.
Crecimiento por Modelado y Transformación (Externo): La clave del discipulado, especialmente en el modelo hebreo, era la emulación del estilo de vida. El talmid no solo aprendía lo que el rabino enseñaba, sino cómo vivía el rabino. Esto implica un crecimiento en carácter y conducta. El discípulo madura al internalizar y aplicar los valores, las actitudes y los comportamientos de su maestro. Este es un crecimiento visible, una transformación progresiva que se manifiesta en acciones y decisiones.
Crecimiento por Multiplicación (Relacional): El objetivo final de un talmid era llegar a ser un rabino y, a su vez, formar sus propios talmidim. De manera similar, Jesús llamó a sus mathētai no solo para seguirlo, sino para "hacer discípulos" (Mateo 28:19). El crecimiento no es solo personal, sino también expansivo y multiplicador. Un discípulo maduro es aquel que puede reproducir la vida de Cristo en otros, extendiendo así el Reino.
Crecimiento en Identidad (Ontológico): Al "aprender" y "emular" a Jesús, el discípulo crece en la comprensión y vivencia de su verdadera identidad en Cristo. Pasa de ser un "estudiante" que sigue a un "maestro" a ser un "hijo" que se asemeja a su "Padre". Este es el crecimiento más profundo: la conformación a la imagen de Cristo, donde la persona no solo actúa diferente, sino que es diferente.
![]() |
Pablo y Timoteo (maestro y discípulo) hombro a hombro trabajando en misiones desde Corinto. |
Ya casi estamos terminando. Ahora, vamos a observar a otro modelo, otro producto del discipulado, el caso del Pastor Timoteo. El discipulado de Pablo hacia Timoteo no se limitó a transmitir sana doctrina, sino que abarcó la formación integral. Pablo alentó a Timoteo a ser ejemplo en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Timoteo 4:12), y le exhortó a no permitir que su juventud fuera motivo de desprecio, sino a perseverar y crecer en gracia y sabiduría. Además, Pablo lo instruyó a defender la sana doctrina, evitar falsas enseñanzas y mantenerse firme en la fe pese a las dificultades del ministerio (1 y 2 Timoteo). Pablo encargó a Timoteo responsabilidades importantes, como pastorear la iglesia de Éfeso y ser su representante ante otras comunidades cristianas (Filipenses 2:19-22; 1 Tesalonicenses 3:2-6). Esta confianza muestra un discipulado que busca multiplicar líderes a través del ejemplo, la enseñanza y la delegación estratégica. Pablo preparó a Timoteo para afrontar los retos y aun el sufrimiento del ministerio, advirtiéndole sobre la necesidad de tener fortaleza espiritual y perseverancia (2 Timoteo 2:3; 4:5).
El discipulado de Pablo a Timoteo es un proceso relacional, basado en la proximidad, la enseñanza constante y la experiencia compartida, que busca no solo copiar a Pablo sino ayudar a Timoteo a crecer en su identidad como líder auténtico en la iglesia. Es un modelo de mentoría pastoral intencional que forma personas para el servicio fiel y prolongado en el Reino de Dios.
No me quiero despedir sin traer al foco de nuestra atención, ese día en el Lago de Galilea, en que los pescadores del lago tuvieron un encuentro único con un Maestro itinerante que les invitó -uno a uno- a ser sus discípulos. Cada uno consideró esta oportunidad como única. Así que sin perder tiempo abandonaron todo y se enfocaron en aprender todo lo posible, sacrificaron todos sus recursos para adoptar el caracter de Jesús dentro de sí.
Con esto no quiero decir que yo haya logrado ya hacer todo lo que les he dicho, ni tampoco que ya sea yo perfecto. Pero sí puedo decir que sigo adelante, luchando por alcanzar esa meta, pues para eso me salvó Jesucristo. Hermanos, yo sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer. Así que sigo adelante, hacia la meta, para llevarme el premio que Dios nos llama a recibir por medio de Jesús. Filipenses 3:12-14
Comentarios
Publicar un comentario
Valoramos y agradecemos su comentario al Estudio bíblico semanal, su comentario es bienvenido y puede ser sujeto de eliminación en caso de no ser apropiado.