Por la puerta del gallinero suelen entrar mayormente las gallinas. Pero, la puerta no posee la virtud de transformar externa, ni internamente a quien cruza a través de ella. Cada vez, que el granjero cruza por esa puerta seguirá siendo siempre "el granjero".
Lo que pretendo dibujar en nuestra mente es que, no por el hecho de entrar por la puerta del gallinero ya somos gallinas, ni por entrar por la puerta del templo, ya somos cristianos maduros llenos de mucho fruto, y buen fruto. Hay un trabajo de mucha paciencia que hacer para que el carácter de nuestro Dios se establezca dentro de nosotros. Hay diferencias que todos debemos tener claras entre lo que hace a un creyente que inicia su crecimiento espiritual y lo que Dios quiere formar según su plan perfecto en la vida de cada uno. Un discípulo; es la persona que reconoce que necesita aprender y acude a alguien que le puede enseñar. Cuando buscamos a Dios debemos saber que él dá premios por sólo el hecho de buscarlo, pero Dios también exigirá que nosotros entreguemos voluntariamente y con desprendimiento aquello que puede afectar negativamente nuestro sano desarrollo integral.
Existen varias cosas que debemos revisar en nuestras vidas para ver "indicadores de madurez" que nos acerquen a la estatura del varón perfecto. Todo discípulo
es un creyente, más no todo creyente es un discípulo:
1.- El creyente espera le lleven panes y peces; el discípulo es un pescador.
2.- El creyente lucha por crecer; el discípulo por reproducirse y multiplicarse.
3.- El creyente se gana; el discípulo se hace.
4.- El creyente gusta del halago; el discípulo del sacrificio vivo.
5.- El creyente murmura, critica y reclama; el discípulo obedece y se niega a sí mismo.
6.- El creyente es "yo"; el discípulo es "ellos".
7.- El creyente espera milagros; el discípulo obra los milagros.
8.- El creyente sueña a diario con la "iglesia ideal"; el discípulo se entrega para lograr la "iglesia real".
9.- La meta del creyente es estar en el cielo; la del discípulo es ganar personas y familias para llenar el cielo.
10.- El creyente maduro se vuelve un discípulo; el discípulo maduro asume los ministerios.
11.- El creyente parece llevar una almohada; el discípulo sabe que carga una cruz.
12.- El creyente se responsabiliza por "hacer lo que esté a mi alcance"; el discípulo es "heme aquí y aquí estoy".
13.- El creyente es alguien muy valioso; el discípulo es indispensable.
14.- El creyente a veces testifica de la Palabra de Dios; el discípulo hace discípulos.
Señor, que mi vida deje de estar enfocada únicamente en mi propia persona, que pueda ver a mi generación como un reto a reconciliar contigo. Que en mi vida pueda desarrollar un terreno que debe ser fértil y debe producir fruto abundante.
Amén.
Amén
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