Unos discípulos extremadamente atónitos.

Los discípulos se sorprendieron mucho al oír lo que Jesús dijo, y comentaban entre ellos: —Entonces, ¿Quién podrá salvarse? Mateo 19:25

Te has hecho -alguna vez- esta pregunta: ¿Entonces quién podrá ser Sṓzō (σώζω) salvado y sanado integralmente? En el imaginario colectivo de los judíos de hace 21 siglos atrás. Sí de esos que -entonces- caminaban por los caminos de la provincia de Judea, existía ahí una idea muy arraigada acerca de la riqueza. Esta era vista como una señal inequívoca de haber sido bendecido directamente por el cielo. Al pobre y al enfermo se le miraba como alguien a quien el cielo no le favoreció y que además se le estaba  castigando por su maldad. De manera que, una persona que había acumulado muchas cosas bajo su posesión era visto como alguien a quien Dios le había favorecido. El ser rico, era -igual que hoy- de bien visto y era una aspiración común en su sociedad. El apego a las muchas posesiones es una fortaleza establecida en su mentalidad por el reino de este mundo que nos conduce a juzgar y fallar en el intento, al otorgar o menospreciar el valor social de las otras personas con una regla falsa: ¿Dime cuánto tienes y yo te diré quién eres?

Así que, atreverse a decir lo contrario es un rompimiento o fractura para su mentalidad individual y su cultura, resulta ser absolutamente revolucionario. En el texto griego se utiliza ekplésso (ἐκπλήσσω) un golpe de asombro y se le agrega sfódra (σφόδρα) que se entiende como sobre manera o en extremo. Los discípulos de Jesús quedaron excesivamente atónitos después de escucharle decir que:

Lo repito a ustedes: Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de los cielos.

Mateo 19:24

Mientras Jesús habla, él utiliza una comparación con elementos comunes dentro de su contexto cultural (escala de valores) que resulta ser muy familiar a todos sus oyentes. En esa región del mundo existen unos animales llamados en hebreo גָּמָל gamal se refiere a un camello. Un perfecto animal de carga, un sólo camello es capaz de cargar sobre sí entre 150 kilos hasta 450 kilos de carga en algunos casos extremos.

Camello dromedario de Israel (gamal).

Las ciudades orientales de esa época solían ser ciudades cerradas, estaban rodeadas en su perímetro por una muralla o muro y existían algunas entradas aseguradas y muy bien custodiadas que permitían la entrada selectiva y la conexión hacia los caminos de las rutas comerciales. Vamos a enfocarnos en estas entradas y en sus puertas.

Estas suelen ser grandes y majestuosas, construidas con materiales fuertes y duraderos, como piedra o ladrillo. Fueron diseñadas para impresionar a los visitantes y proteger la ciudad de los invasores. Poseen un portón, es la parte principal de la puerta, que se abre y cierra para permitir el paso de personas y animales. Una torre es una estructura alta que se encuentra a ambos lados de la puerta. Se utiliza para la vigilancia y la defensa de la ciudad. Una muralla es una estructura larga y alta que rodea la ciudad. Se utiliza para proteger la ciudad de los invasores.

Pero, también cuentan con un ojo de aguja que es un pequeño orificio en la parte superior del portón, que permite que la luz entre en la ciudad. El ojo de aguja, suele ser un círculo u óvalo, y está hecho de piedra o metal y alcanzan a medir desde medio metro a un metro de diámetro. El nombre hebreo de un ojo de aguja es עין הצר, que se pronuncia "ayin ha-tzar" y significa literalmente ojo pequeño o ojo estrecho.

En términos de seguridad, el ojo de aguja limita el tamaño -al mínimo- de los objetos que pueden entrar en la ciudad. Esto dificulta la entrada de armas, animales de carga y otros objetos que podrían ser utilizados para atacar la ciudad. En términos de comercio, el ojo de aguja permite que las personas y los animales pequeños entren y salgan de la ciudad sin la necesidad de abrir las puertas principales. Esto facilita el comercio y el transporte de mercancías. De manera que si un comerciante que lleva muchas carga desea entrar por el ojo de una aguja deberá hacer algunas maniobras, debe conducir sus camellos hacia la puerta pues estos pueden medir entre 1.85 a 2.15 metros de alto. Los judíos de la época de Jesús median en promedio 1.67 metros de altura. Los guardias de la puerta pueden inspeccionar las cargas de los camellos para asegurarse de que no contienen ningún artículo prohibido o contrabando.

Entrar por el ojo de una aguja. El conductor debe guiar a sus camellos a través del ojo de aguja y el camello debe escuchar con cuidado a su guía. Esto puede resultar en un desafío, ya que los camellos son animales grandes y pesados. Deben ser conducidos con mucho cuidado para evitar que se lastimen o que se atasquen. El comerciante debe tener paciencia y ser cuidadoso para evitar cualquier daño a sus animales y mercancías. También deberá asegurarse de que los camellos estén bien entrenados para seguir sus instrucciones. Es posible que tenga que utilizar herramientas como una cuerda o una vara para guiar a los camellos a través del ojo de aguja.

Cualquier judío que haya viajado hasta Jerusalén en esos días, conocía perfectamente lo extremadamente trabajoso que resulta esta operación de entrada. En Jerusalén actualmente existen al menos ocho puertas principales. La Puerta de Jaffa es la única entrada abierta en el lado occidental de la Ciudad Vieja, y es la entrada principal hasta la ciudad cuenta con 8 metros de altura y 7.5 metros de ancho. Se encuentra en la esquina noroeste de la muralla de la ciudad, y es una de las puertas más antiguas de Jerusalén. La Puerta de Jaffa tiene un ojo de aguja en la parte superior del portón. El ojo de aguja tiene un diámetro de aproximadamente (0.5 m.) medio metro, lo que es lo suficientemente grande para que las personas y los animales pequeños puedan pasar, pero lo suficientemente pequeño para dificultar la entrada de objetos grandes o peligrosos. Incluidos también los camellos con cargas. La más antigua de las puertas de Jerusalén es la puerta de Damasco, del siglo II a.C.

Puerta de Damasco al norte de la ciudad.

Para entrar a una ciudad -reino de los cielos- hay que despojarse de todo; dejar las cargas, logros, reconocimientos, éxitos, tesoros -las muchas posesiones y cultura del reino de las tinieblas- escuchar las instrucciones, someterse y obedecer la voz de Jesús. Te vas a volver humilde, te deberás hacer más pequeño; al mínimo indispensable, te vas a quitar de sobre ti mismo las cosas extra que se pueden atascar en este proceso.

En una oportunidad un hombre joven, con muchas posesiones y que toda su vida se había concentrado en comprender y cumplir la ley de Moisés se acercó hasta la presencia de Jesús. Parecía ser alguien perfecto a los ojos de todos los judíos de su generación. La falla surgió cuando cuando consultó a Jesús sobre cual sería la instrucción final para ser perfecto. Él tuvo la grandiosa oportunidad de escuchar la voz de Jesús con sus oídos y la demanda de Dios que le asegura alcanzar todas las increíbles bendiciones disponibles en el reino de los cielos:

Jesús lo miró con amor y le dijo: —Sólo te falta hacer una cosa. Ve y vende todo lo que tienes, y reparte ese dinero entre los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Después de eso, ven y conviértete en uno de mis seguidores. Marcos 17:21

El falso refugio. Si hemos crecido en medio de una familia, vecinos, compañeros, amigos y pareja; toda nuestra sociedad comparte como valor ético el poseer y acumular muchas cosas y desarrollar un fuerte apego hacia esas cosas para definir y ser definido dentro de nuestra comunidad, para lograr una etiqueta favorable -buena voluntad- y es justo aquí que se ha levantado una bandera roja (alarma) ante nuestros ojos. El reino de los cielos nos está indicando que por ahí no es. A lo largo de la Biblia se nos advierte acerca de las consecuencias de amar el dinero y el poder asociado a las riquezas:

La pérdida gradual de la fe: Cuando las personas ponen su confianza en el dinero y su poder, pueden perder su confianza absoluta en la persona de Dios.

La falta de satisfacción permanente: El dinero no puede comprar la felicidad o la satisfacción duradera ni eterna.

El sufrimiento posterior: El amor al dinero puede fácilmente conducirnos a comportamientos destructivos, avaricia, codicia, como la adicción emociones o sustancias, las apuestas y juego y la misma delincuencia.

Entrar al reino de los cielos es difícil para cualquier ser humano de cualquier época. Las muchas posesiones y el apego a estas hará más trabajoso a toda persona el lograr ingresar al reino de Dios, Jesús no dijo que se trata de una labor imposible.

Luego miró Jesús a los que estaban allí, y les dijo: «¡No vivan siempre con el deseo de tener más y más! No por ser dueños de muchas cosas se vive una vida larga y feliz.» Lucas 12:15