Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse solo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga. El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye. No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano. Todos los que quieren agradar en la carne, estos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne. Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios. De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús. Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.
La carta de Pablo a los gálatas finaliza en el capítulo 6 mostrando cómo luce, en la práctica, una vida guiada por el Espíritu dentro de la comunidad de fe y en contraste con los judaizantes que confiaban en la carne.
Restaura al débil. (Verso 1) Pablo se dirige a los “hermanos” y plantea el caso de alguien es (prolambáno) “sorprendido” en una falta: no se trata de una rebelión planificada, sino de alguien atrapado, superado por el pecado. A quienes son “espirituales” (los que sí andan por el Espíritu) se les manda “restaurar” al caído con espíritu de mansedumbre, como quien recompone algo roto, vigilándose a sí mismos para no caer en la misma tentación.
La ley del Mesías. ¿En qué se debe ocupar el cristiano que vive en el Espíritu? En llevar las cargas unos de otros significa entrar en las luchas ajenas (opresión, ataques espirituales, falta de gozo, debilidad) para ayudar a soportarlas, no para juzgar desde lejos. Al hacerlo, Pablo afirma que “cumplen la ley del Mesías”, expresión que conecta con el amor al prójimo como plenitud de la Ley y con el llamado a usar la libertad no para la carne, sino para servir por amor.
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| Simón es confrontado y afirmado por el amor de Jesús. |
Orgullo, autoconcepto y responsabilidad. (v.3–5) Pensar que uno “es algo” cuando en realidad “no es nada” describe la autoimagen orgullosa que está engañando (confusión mental) a la persona y la hace inútil para restaurar a otros. La alternativa es “probar” (examinar, documentar) la propia obra, confirmando el llamado de Dios en la vida personal, de modo que la “gloria” no sea en comparación con otros, sino en la fidelidad a la misión recibida; cada uno debe “llevar su propia carga” en el sentido de cumplir el encargo individual que Dios le ha dado.
Compartir con el que enseña. (v.6) El que recibe enseñanza en la Palabra debe “compartir en toda cosa buena” con quien le enseña, lo que abarca apoyo material y reconocimiento espiritual al ministerio de enseñanza. Pablo enlaza así el valor de la sana doctrina con la responsabilidad de la comunidad de sostener a quienes Dios usa para revelar su verdad.
Sembrar en la carne o en el Espíritu. (v.7-8) “No os engañéis, Dios no puede ser burlado” introduce el principio ineludible de siembra y cosecha: lo que se siembra se recoge. Sembrar “para la carne” (vivir centrado en deseos egoístas y sistemas humanos) produce “corrupción” o destrucción; sembrar “para el Espíritu” produce “vida eterna”, entendida no solo como futuro, sino como la calidad de vida del Reino que comienza ya en el interior del creyente.
Perseverar en el bien. Pablo reconoce el cansancio que puede producir una vida de servicio, por lo que exhorta a no fatigarse de hacer el bien, recordando que la cosecha llegará “a su tiempo” si no desmayamos. El bien debe hacerse “a todos”, pero “especialmente a los de la familia de la fe”, subrayando la prioridad de la comunidad sin excluir la responsabilidad hacia el mundo.
Las grandes letras de Pablo. (v.11) Pablo señala que escribe con “grandes letras” de su propia mano, lo que muchos relacionan con su condición física (problemas de vista) y con el hecho de estar encarcelado, enfatizando la importancia personal de estas líneas finales. Este gesto muestra un corazón pastoral que, en medio de sufrimientos, sigue centrado en el bienestar espiritual de las iglesias.
La motivación de los judaizantes. (v.12-13) Quienes insistían en la circuncisión buscaban “tener buena apariencia en la carne” y evitar la persecución que viene de identificarse solo con la cruz del Mesías Jesús. Pablo denuncia su hipocresía: ni ellos mismos guardan la Ley de manera consistente, pero quieren que otros se circunciden para poder gloriarse en la carne ajena, valiéndose de la obediencia aparente como trofeo.
Jactarse solo en la cruz. En contraste, Pablo declara que no se gloría en nada, excepto en la cruz del Señor Jesús, el Mesías, por la cual el mundo ha sido crucificado para él y él para el mundo. Ni la circuncisión (rito judío de morir a la carne) ni la incircuncisión son “algo” en cuanto a justificación; lo que realmente importa es ser “una nueva creación”, fruto de la obra de la cruz y del Espíritu, no de ritos externos.
El caminar recto y el “Israel de Dios”. (v.16) Sobre quienes “andan conforme a esta regla” (es decir, viven desde la cruz y como nueva creación) Pablo pronuncia paz y misericordia, extendiéndolas también al “Israel de Dios”. Esta expresión no apoya una teología de reemplazo, sino que reconoce al pueblo de Dios fiel (judíos y gentiles en el Mesías) en continuidad con las promesas de Israel, sin anular el lugar profético del Israel étnico.
Marcas, cruz y gracia. En el último verso Pablo concluye pidiendo que nadie le cause más problemas, porque lleva en su cuerpo “las marcas de Jesús”, probablemente cicatrices resultantes de persecuciones, como señal de su auténtico servicio al Mesías. La carta termina igual como comenzó: con la “gracia de nuestro Señor Mesías Jesús” sobre el espíritu de los hermanos, uniendo gracia y Espíritu como esencia de la vida de la nueva creación, en oposición a la confianza en la carne.
Gálatas 6 concluye afirmando que la vida cristiana nace y se sostiene únicamente en la obra perfecta de Jesús, no en ritos humanos. Dios nos llamó por medio de su Redentor y Salvador, y en la cruz se realizó una obra completa que no necesita añadidos religiosos. Pablo declara que nada significa la circuncisión ni la incircuncisión; lo que realmente cuenta es la nueva creación, es decir, una vida nueva producida por el Espíritu en quienes confían en Cristo. Los antiguos ritos eran solo sombras y símbolos; ahora el Mesías ha cumplido plenamente lo que ellos prefiguraban. Por eso, el llamado ya no es a gloriarse en marcas externas, sino únicamente en la cruz, viviendo en fe, amor y servicio, como fruto de la gracia y no como condición para ser aceptados por Dios.
La carta a los Gálatas sigue siendo profundamente actual porque nos recuerda que el centro del evangelio no son nuestros logros, sino la gracia de Dios que justifica y adopta por medio de la obra perfecta de Cristo, recibida solo por la fe. En una cultura del siglo 21 marcada por el rendimiento, la imagen y las espiritualidades hechas a la medida, Gálatas desenmascara todo intento de asegurar el favor de Dios mediante reglas, tradiciones o marcas “evangélicas” que terminan funcionando como nuevas formas de legalismo. La verdadera libertad cristiana no consiste en hacer lo que se quiere, sino en poder, por el Espíritu, amar, servir y obedecer desde una nueva identidad, no desde el miedo o la culpa. Esto desafía a revisar ministerios, prácticas devocionales y estructuras de iglesia, preguntando si apuntan a Cristo o a la autojustificación religiosa. Gálatas también llama a una vida comunitaria donde el fruto del Espíritu se hace visible en paciencia, mansedumbre, restauración del hermano caído y compartir cargas, más que en apariencia externa. Así, aplicar Gálatas hoy significa formar comunidades de fe centradas en la cruz y en la nueva creación, donde la ética y la misión brotan de la gracia.




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