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Transformación radical: kainós ktísis


En esta oportunidad te invito a meditar un poco más profundo sobre las expectativas del redentor del mundo acerca de tí y de mí. El día que Dios le pidió a Moisés llevar sobre sus hombros la redención de Israel, Dios guardaba la expectativa de una nación de sacerdotes. El día que el cielo mando al Hijo primogénito del Dios eterno a la tierra para redimir a la humanidad completa se establecieron objetivos claros y expectativas realistas. ¿Qué espera el cielo?
Veamos el caso de Moisés. ¿Cómo se identificaba Moisés a sí mismo? ¿Yo soy un egipcio, un hebreo o un madianita? ¿Acaso soy como esa zarza que no se quema a pesar de estar en el fuego?

Cuando la Palabra de Dios habla de algo nuevo, a la vez se asume que hay algo anterior que ya se volvió viejo y cuya vigencia ha disminuido o se ha echado a perder. Cuando hablamos de innovar o de renovar se entiende que algo que ya estaba allí -desde antes- va a ser transformado o cambiado integralmente. Resulta que, para llegar hasta Jesús y compartir el mismo lugar donde Jesús está ahora mismo; el cielo. Esta mentalidad y este cuerpo contaminados de pecado y de corrupción no nos resultan ser suficientes en esa condición. No llenan el standard no satisfacen la expectativa mínima o la normativa del reino de los cielos. Antes, se deben transformar. Sí amado amigo, tu mente y tu cuerpo se deben regenerar.

Ustedes saben que el grano de trigo no produce nada, a menos que caiga en la tierra y muera. Y si muere, da una cosecha abundante. Juan 12:24

Se debe morir a ese viejo estilo de vida y debemos "ser hechos nuevos". Esa semilla debe morir voluntariamente y de ahí debe surgir un humano nuevo con un corazón puro y limpio. El viejo hombre, es una figura literaria utilizada por el Apóstol Pablo para mostrarnos la vieja naturaleza pecaminosa y la identidad del reino de las tinieblas presentes en el cristiano. Así -Pablo- nos explica la regeneración que hemos experimentado. Pablo utiliza algunas figuras ilustrativas como los frutos de la carne y los contrasta contra el fruto del Espíritu. También, hace uso de otras figuras como el viejo hombre y el nuevo hombre. La lucha entre la carne y el espíritu. El primer Adán y el nuevo Adán. Además Pablo, también nos revela un secreto que el cielo ha guardado celosamente. Seremos transformados. Exacto, nuestra forma actual sufrirá un cambio radical. La forma actual como nos conocemos hoy no se mantendrá igual por siempre:

Hermanos míos, lo que es de sangre y carne no tiene cabida en el reino de Dios, que es eterno. Les voy a contar algo que Dios tenía en secreto: No todos moriremos, pero todos seremos transformados. 1 corintios 15:50-51

¿Y qué pasa con la Iglesia de Dios mientras ese día nos alcanza? ¿En qué forma me encuentro? Ahora mismo, vivimos en estado de transformación interior, estamos en tránsito, estamos en un proceso de constante cambio. Mi nueva manera de vivir bajo la obediencia -honra a Dios- debe de ser útil como un elocuente testimonio para toda nuestra generación. El reino de los cielos demanda que sus ciudadanos sean creados de nuevo, algo como nacer de nuevo, un reinicio radical, cambio de formato, borrar la cultura de un reino viejo e instalar una nueva cultura.

Ahora que estamos unidos a Cristo, somos una nueva creación. Dios ya no tiene en cuenta nuestra antigua manera de vivir, sino que nos ha hecho comenzar una vida nueva. Y todo esto viene de Dios. Antes éramos sus enemigos, pero ahora, por medio de Cristo, hemos llegado a ser sus amigos, y nos ha encargado que anunciemos a todo el mundo esta buena noticia: Por medio de Cristo, Dios perdona los pecados y hace las paces con todos. 2 corintios 5:17

La expresión nueva criatura nos llega al español actual desde del texto original en griego: kainós ktísis. Si acudimos -a su vez- a sus raíces griegas ktízo, se trata de una criatura que ha sido fundada otra vez. ¿Cómo me deshago totalmente de mi humano esclavo de la maldad y la corrupción? En el poder de Jesús. Gracias al pago satisfactorio, en su redención, en su amplia gracia inmerecida. ¿Eso es todo? Pues, realmente no. En este espacio de gracia ese viejo humano pecador debe morir totalmente. No se trata solo de una ligera mejora, o versión 1.2 o un leve ajuste conductual, no trata de una nueva capa de maquillaje religioso sino de una renovación y transformación total en mi identidad y mi naturaleza. ¡Qué loco es todo esto!

Mi viejo hombre -junto con su vieja identidad y su naturaleza pecaminosa- subió junto con Jesús a la cruz. Ahí sigue, está muerto. Esta crucifixión significa que nuestra vieja vida -con todos sus deseos, mentalidad, actos chuecos y torcidos- ha pasado a estar muerta. En realidad, también yo he muerto en la cruz, junto con Jesucristo. Y ya no soy yo el que vive, sino que es Jesucristo el que vive en mí. Y ahora vivo gracias a mi confianza en el Hijo de Dios, porque él me amó y quiso morir para salvarme. Gálatas 2:20 
Esa naturaleza pecaminosa ha muerto, y así -como está- completamente muerta, también lo están su influencia, su poder, su dominio, su autoridad que han muerto y ya no dominan más sobre mis pensamientos y actos.

Una cosa es clara: antes éramos pecadores, pero cuando Cristo murió en la cruz, nosotros morimos con él. Así que el pecado ya no nos gobierna. Al morir, el pecado perdió su poder sobre nosotros. Romanos 6:6-7 
Esta transformación es posible gracias al poder del Espíritu Santo que habita en nosotros. El Espíritu Santo nos capacita para vivir de acuerdo con nuestra nueva naturaleza y nos guía en el proceso de santificación. En sintonía y escucha de su voz, en armonía con su voluntad agradable y perfecta. Esta liberación es fundamental para vivir en nuestra nueva identidad. No se vale volver a ir de regreso a ensuciar lo que Dios limpió a un precio tan alto. Ahora Dios ve sobre Usted y sobre mí la sangre de su sacrificio agradable, Dios observa una factura pagada y sin deuda pendiente, ahora Dios no ve mi pecado y no se volverá a acordar de este.
Jesús tomó mi condena a muerte y me justificó ante su Padre. Así nos lo dice Pablo en segunda de corintios cinco: Cristo nunca pecó. Pero Dios lo trató como si hubiera pecado, para declararnos inocentes por medio de Cristo2 corintios 5:21 

A través de la cruz de Cristo, somos hechos justos y santos, no por nuestros propios méritos, sino por la obra de recompra de Jesús. Dios es nuestro dueño, nos compró para vivir libres de la vieja naturaleza. Pero, además nos adoptó como sus hijos. Esto es refrendar legalmente ante todos que sus criaturas poseen ahora la calidad, los derechos. Y la autoridad de hijos suyos. Descubramos como lo dice Pablo a la iglesia: Romanos 8:15-17. Porque el Espíritu que Dios les ha dado no los esclaviza ni les hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: «¡Papá!» El Espíritu de Dios se une a nuestro espíritu, y nos asegura que somos hijos de Dios. Y como somos sus hijos, tenemos derecho a todo lo bueno que él ha preparado para nosotros. Todo eso lo compartiremos con Cristo. Y si de alguna manera sufrimos como él sufrió, seguramente también compartiremos con él la honra que recibirá. Implica que tú y yo debemos adoptar su ideario; sus valores, ideales y mentalidad de Jesús, esto es alinear nuestros pensamientos y el sistema creencias con la verdad de Dios y de su Palabra. 
Vamos hasta Efesios 4:22-24 Por eso, ya no vivan ni se conduzcan como antes, cuando los malos deseos dirigían su manera de vivirUstedes deben cambiar completamente su manera de pensar, y ser honestos y santos de verdad, como corresponde a personas que Dios ha vuelto a crear, para ser como él
En la carta a los Romanos 2:2 Pablo nos dice que: Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.
Permíteme te comparto una ilustración para explicar esto: "Se cuenta de un hombre en condición de mendigo de la calle que vivía miserablemente entre los callejones sucios de una ciudad. Sobrevivía con las sobras de otros. Cada día, recorría otros callejones en busca de sobrantes de comida, por mucho tiempo caminó sin saber quién era él realmente. Un día, mientras pasaba el día en un rincón oscuro, un sabio se le acercó y le dijo: - ¿Sabes reconocer a un águila dentro de un gallinero? – Claro -respondió el mendigo- el águila es el ave que no mira al suelo ni busca gusanos, es la que mira al cielo y aspira a vivir allá. El sabio siguió su camino y el mendigo a ratos meditaba en sus palabras y en medio de dudas, decidió -por fin- atender al consejo del sabio. Este hombre por años -cada día- se había sentado -para pasar el tiempo- sobre una caja de madera de embalajes, muy rústica y sin ningún atractivo. Un día fue sorprendido cuando se le ocurrió abrir la caja que nunca había movido y descubrió que había un baúl y dentro del baúl había lingotes de oro. Todo el tiempo estuvo sentado sobre un tesoro sin valorarlo."
Es por el hecho de estar dentro del pacto de redención y sometidos bajo la autoridad de Jesús y de su Palabra que hemos subido de nivel y de jerarquía y de autoridad. El rey del reino de los cielos nos exaltó de ser simples siervos, a ser sus amigos e hijos adoptados. Debemos caminar bajo esta autoridad, confiando en el poder del Espíritu Santo que habita dentro de nosotros y conociendo que autoridad nos ha sido delegada. Vamos hasta Lucas 10:18. Jesús les dijo: Yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo. Yo les he dado poder para que ni las serpientes ni los escorpiones les hagan daño, y para que derroten a Satanás, su enemigo. Es a través de la gracia y de la misericordia de Dios que ahora nuestra nueva identidad en Cristo nos capacita para vivir una vida sobrenatural. Esto incluye experimentar y manifestar el Reino de Dios a través de milagros, sanidades y otras obras poderosas. El reino invisible lo sabe bien y espera el momento en que tú seas consciente de esto y lo descubras y lo vivas, y que lo experimentes. Que actúes como lo que realmente eres. Alguien cuya atrevida fe agrada a Dios y moviliza a todo el poder del cielo a favor de la iglesia.

En el pasado ya fuimos embajadores y promotores de la cultura del reino de las tinieblas, en el presente y en el futuro somos -y seremos- embajadores del reino de los cielos. Ahora representamos los valores del reino de los cielos. Vivimos para promover que los demás a nuestro alrededor nos observen y conozcan la cultura del reino de los cielos. La etiqueta que define tu valor te la puso el cielo. Para el reino invisible tú vales el increíble precio de la sangre del Hijo de Dios. Tú fuiste sacado desde las profundas tinieblas a su luz admirable. Tú eres una nueva criatura regenerada, llena del poder, plena de autoridad, santificada, eres el anfitrión del Espíritu del Dios viviente, eres real sacerdote y embajador de su reino de luz con todos los poderes.

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