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Quita manchas. Adiós a los trapos sucios.


Aun nuestras mejores obras son como un trapo sucio; hemos caído como hojas secas, y nuestros pecados nos arrastran como el viento. Isaías 64:6

La justicia de los hombres; sin importar lo refinada, optimizada, elaborada o sistematizada que alcance a ser sólo impresiona a unos pocos y por algún tiempo. En los días que Jesús caminó entre nosotros sobre la tierra, hace más de 21 siglos atrás. Había algunos hombres que se habían hecho célebres entre su generación por alcanzar un alto reconocimiento social. Eran muy reconocidos sus actos públicos de justicia entre los todos los religiosos. Los prushim crearon -en su opinión- cercos -con sus interpretaciones- alrededor de la Ley de Dios dada a Moisés. De esta manera se guardaban de no infringir los decretos de la Torah. Además, se aseguraron de exigir a los otros judíos que debían someterse a sus reglas. Los fariseos, se reunían para estudiar cómo comprender “sus reglas” en el templo y en las sinagogas. Ellos sinceramente creían que eran superiores al profeta Moisés. Hasta que, un buen día la "justicia en persona" se paró delante de ellos y los acusó públicamente por ser injustos. La justicia de Dios, les llamó sepulcros blanqueados, trampas abiertas para caminantes. Es que aunque -hoy- nos parezca raro, la justicia de Dios no busca ser popular, ni ser una tendencia en redes sociales, ni ganar elecciones. Solamente busca llamar a las cosas por su nombre.

Él nos protege del mal. Es un Dios justo y fiel, que siempre actúa con justicia. Deuteronomio 32: 4

A los ojos de la sociedad judía que les rodeaba, se trataba de un grupo distinguido y digno de mucha admiración. Así que los judíos solían ser impresionados por sus acciones públicas y les respetaban por sus exigentes normativas religiosas que aparentaban ser justas. Hasta llegaron a creer que sus reglas impresionaban a Dios. Me parece que, aquí hay una trampa para todos los que se acercan a Dios a través de la religión. Todos podemos llegar a adoptar fácilmente una idea equivocada acerca de la justicia. Cada humano posee algunas partículas atomizadas de justicia en su corazón, es como una delgada capa muy ligera de justicia. Muy frecuentemente rasgamos nuestras vestiduras por la indignación en las redes sociales ante los muchos actos de injusticia humana; sean estos prestadores de servicios, vendedores, instituciones públicas, gobierno local, gobierno nacional o gobierno internacional.

La Palabra de Dios, nos hace saber acerca de la trampa de practicar un tipo de justicia que sólo busca impresionar, una falsa justicia; una hipócrita justicia. Ante el cielo, nuestros mejores y mayores esfuerzos no son valorados como actos justos; por nuestra naturaleza. El camino de Dios y sus altos pensamientos están tan alejados de los nuestros que no podemos satisfacerlo con nuestros propios medios. En el momento que los hombres salimos expulsados del Jardín del Edén donde teníamos comunión perfecta con la fuente de la Vida Abundante, esta conexión se rompió y nos quedamos desconectados de la fuente original, nos alejamos de la vid verdadera. Nuestros frutos son según nuestro tipo; separados y alejados del Dios justo, todos nuestros actos ahora son injustos. Cada uno de nuestros hechos es un acto de injusticia por nuestra naturaleza contaminada por el pecado.

El profeta Isaías, que a diario recibía testimonios por ser un hombre fiel a Dios. Y que para muchos en su generación se trataba de un ejemplo de entrega y de justicia. El mismo Isaías, que conoció personalmente a uno de los mejores reyes -Ozías- que hubo sobre la tierra. Posiblemente -Isaías- pensaba acerca de sí mismo como un ser humano excepcional a la vez que recordaba al rey Ozías como un rey digno de ser considerado en la lista de los mejores. Y es que, aquel que no ha tenido un encuentro real con Dios, considera que aquí ya ha visto lo mejor. 
Al observar y conocer en primera persona; con sus propios ojos la justicia y santidad de Dios, conoció al instante la injusticia y corrupción que ha guardado dentro de él. Yo, Isaías, vi a Dios sentado en un trono muy alto, y el templo quedó cubierto bajo su capa. Esto me sucedió en el año en que murió el rey Ozías. Vi además a unos serafines que volaban por encima de Dios. Cada uno tenía seis alas: con dos alas volaban, con otras dos se cubrían la cara, y con las otras dos se cubrían de la cintura para abajo. Con fuerte voz se decían el uno al otro: «Santo, santo, santo es el Dios único de Israel, el Dios del universo; ¡toda la tierra está llena de su poder!» Mientras ellos alababan a Dios, temblaban las puertas del templo, y éste se llenó de humo. Entonces exclamé: «¡Ahora sí voy a morir! Porque yo, que soy un hombre pecador y vivo en medio de un pueblo pecador, he visto al rey del universo, al Dios todopoderoso». En ese momento, uno de los serafines voló hacia mí. Traía en su mano unas tenazas, y en ellas llevaba una brasa que había tomado del fuego del altar. Con esa brasa me tocó los labios, y me dijo: «Esta brasa ha tocado tus labios. Con ella, Dios ha quitado tu maldad y ha perdonado tus pecados». Isaías 6: 1-6

Este siervo de Dios, ha visto y descubierto la profunda gravedad de su condición injusta al mirar -como contraste- la plenitud de la justicia de Dios sentada en su trono de justicia. También ha observado que únicamente Dios, posee la herramienta para justificar al hombre pecador de su injusticia.

Hoy, podemos pensar y entender a la justicia como el principio moral de cada individuo que decide vivir dando a cada quien lo que le corresponde o pertenece: Dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justificación consiste en el acto por el cual el Dios tres veces santo declara que el hombre pecador -que cree que la justicia de Dios pagó su rescate y éste viene a ser justo y aceptable ante Él- por cuanto Cristo ha limpiado su pecado en la cruz, habiendo sido hecho justicia en su favor. ¿Cómo se encuentra el hombre sin Dios? No crean ustedes que pueden engañar a Dios. Cada uno cosechará lo que haya sembrado. Gálatas 6:7

Los árboles de injusticia producen frutos injustos según su tipo. Más los árboles de justicia producen frutos justos según su tipo. No esperes justicia de las manos de los hombres. Todo el mundo conoce la conducta de los que obedecen a sus malos deseos: no son fieles en el matrimonio, tienen relaciones sexuales prohibidas, muchos vicios y malos pensamientos. Adoran a dioses falsos, practican la brujería y odian a los demás. Se pelean unos con otros, son celosos y se enojan por todo. Son egoístas, discuten y causan divisiones. Son envidiosos, se emborrachan, y en sus fiestas hacen locuras y muchas cosas malas. Gálatas 5: 19-21

Viviendo tan lejos de la justicia plena del reino de los cielos. Los humanos somos tan injustos y a la vez tan necesitados de justicia. Entonces, ¿Cómo alcanzaremos la justificación? ¿A dónde iremos a buscar la justicia para producir obras justas? Esa medida de justicia que todavía nos queda, posee la cantidad suficiente para que podamos observar a nuestro propio interior y ver lo que ahí guardamos. ¿Eres tú de los que tienen la dicha de ver en tu corazón la injusticia contaminando todos nuestros actos? Si es así, sabrás que estás necesitado de la intervención del Dios extremadamente bueno y plenamente justo. 
Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas. Mateo 6:33

Se nos hace necesario acudir nuevamente a la fuente -al origen- en busca de la necesaria justicia. Pero, regresar al Edén ya no es posible pues está cerrado, Dios ya se regresó al cielo y abandonó el Jardín de la comunión perfecta. Así que el Dios justo, el juez justo nos dio a su Hijo único; quien es la justicia en plenitud. Un justo, que supera con su justicia la injusticia de todos nosotros los hombres injustos. Cuando más lejos de la justicia andábamos Él se ofreció para compartirnos de su maravillosa justicia. Ni Usted ni yo podríamos proveer actos de justicia plena. Así que Dios lo hizo posible por Usted, por mí, por nosotros. ¿Cómo fue que esto pasó? 
Pero, Dios nos ama mucho, y nos declara inocentes sin pedirnos nada a cambio. Por medio de Jesús, nos ha librado del castigo que merecían nuestros pecados. Dios envió a Jesucristo para morir por nosotros. Si confiamos en que Jesús murió por nosotros, Dios nos perdonará. Con esto Dios demuestra que es justo y que, gracias a su paciencia, ahora nos perdona todo lo malo que antes hicimos. Dios es justo, y sólo acepta a los que confían en Jesús. Romanos 3:24-26

El hecho de que Jesús -el cordero de Dios- haya cargado sobre de Él mismo mi propia injusticia, maldad, enfermedad y muerte demuestra con hechos contundentes el tipo de amor que Dios mantiene por Usted, por mí y por todos nosotros. Jesús es justo; se guardó sin pecar y que cumplió la Ley de Moisés, esto lo hace digno, lo hace único pues nadie más paga un precio tan alto -su justicia plena- por alguien que no valía nada. Mas por obra suya están ustedes en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y santificación, y redención, 1 corintios 1:30

Con todo esto, ninguno podrá permanecer frente al Juez justo y declarar que “hizo todo y hasta un poco más” tampoco podremos declarar que "dimos todo y hasta un poco más", porque nada digno había en nosotros; ni justicia, ni santidad, ni sabiduría, ni tampoco capacidad de pago -riqueza suficiente- para redimir nuestras propias faltas. Se trata de creer que Dios ya lo hizo posible para cada uno y ahora somos sus deudores. De aquí que la salvación personal es un asunto que cada uno decide con creer o no creer, mantener o no, ser fiel y leal o no.
La cruz y su sacrificio lo hicieron posible. Es a partir del momento de nuestra justificación que podremos -a través de nuestra obediencia a sus instrucciones y su Palabra perfecta- hacer actos justos en el nombre de Jesús, pues en Él sí tenemos sus méritos. Precisamente, para hacer obras justas es que Dios nos entregó a Jesús para que los hombres injustos lo mataran en una cruel cruz. Y que su justicia permita a cada uno hacer obras justas, dar fruto de justicia. Dios nos compartió, nos donó justicia divina para cubrir nuestra injusticia. Dios nos "transfundió varias pintas" de su justicia. Pero ya Dios les ha dicho qué es lo mejor que pueden hacer y lo que espera de ustedes. Es muy sencillo: Dios quiere que ustedes sean justos los unos con los otros, que sean bondadosos con los más débiles, y que lo adoren como su único Dios. Miqueas 6:8

La cruz de Jesús; es donde la justicia nos cubrió completamente de manera que nuestra injusticia ya no es percibida por Dios, ahora Él mira la justicia de Jesús; ese es el mayor acto de amor.

Si tú crees en su sacrificio; su justicia te salva. Si tú no crees, su justicia te va a llevar al lago de fuego por la eternidad.

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