¿Has observado con tus propios ojos el brazo fuerte de Dios obrando a tu favor? Todos los que van al cielo sí lo han visto o lo verán. ¿Puedes dar testimonio a tus hijos y a esta generación de lo que Él ha estado haciendo en tu vida?
Mientras transitamos por un embarazo delicado y complejo, o una enfermedad crónica, o estamos en paro laboral y hay falta de un empleo, pasamos por un tratamiento agresivo e invasivo, mientras salimos de un mal tiempo en las finanzas personales, un tiempo de mucha confusión y falta de sabiduría, una adicción a sustancias o a pornografía, una relación tóxica, en fin. Cada proceso, es muy particular, es sufrido y demandante de grandes esfuerzos y nos consume mucha energía, se agotan las reservas, exige más fortaleza de nuestro carácter, derramamos lágrimas, renuncia y desapego a cosas y personas, y nos rompe un poco hasta llevarnos casi al límite. Cuando logramos -por fin- salir de ese tiempo, cuando al fin vemos superado el obstáculo, entonces podemos ver hacia atrás y descubrir profundos aprendizajes, podemos cuantificar el costo y valorar más al creyente que salió de allí, conocemos el carácter de Dios, su amor y lealtad.
Este difícil tramo de nuestro camino por la vida. Finalmente, este nos acercó más a Dios en una medida que antes nos era desconocida. Si yo no hubiera pasado por todo esto, hoy no sería lo que soy, ni sabría con certeza lo que sé acerca del carácter de Dios. Pero, si alguien me escucha o me lee mientras yo le doy testimonio de aquello que yo viví y experimenté en primera persona, es muy probable que no obtenga el mismo aprendizaje; ni en intensidad, ni en profundidad. Es posible que solamente se quede con la capa superior más fácilmente visible.
Alguien más nos pasó la estafeta. Hubo antes de nosotros otra generación de creyentes que asumió sin temor los retos que le hacían obstáculo en su camino de fe. A algunas generaciones les vino la expulsión y el exilio de lo que antes llamaban su casa, a otras se les agregó -además- opresión y esclavitud, a otras se les rodeó de enemigos engañadores, traicioneros, violentos, otras pasaron por sequías y escasez. Pero, también hubo algunos que lucharon contra los gigantes de su propia generación, uno a uno. Lucharon contra la lujuria y la infidelidad que no sabían que cargaban dentro de sí, en una guerra interior que destruyó familias y reinos. Otros reyes lucharon contra la idolatría de sus padres y la de su propia generación. Hubo muchas guerras, miles de batallas y muy difíciles pruebas. El reto de cada generación es muy suyo, es personalizado y particular, y a cada uno se le ha dado una medida suficiente de poder para vencer.
Es posible que hoy, después de muchos retos -muy variados- a nuestra generación: una a la que le ha tocado vivir en medio de una pandemia, confinados en casa, con teletrabajo, guerras, crisis políticas, sociedades polarizadas y hasta violentas. Nos cuesta mucho trabajo extraer toda la sabiduría que nos dejó el proceso de alguien más en el pasado, no logramos extraer suficiente a través de sus testimonios y narraciones que la Palabra de Dios ha coleccionado para capacitarnos. Y así, prevenir o evitar que seamos presa de los mismos errores en la versión actual de estos retos. Es muy probable que para aprender la lección se haga necesario regresar al estudio intenso de la Palabra de Dios, solicitar al Padre bueno que nos comparta una medida mayor de la multiforme sabiduría divina, invitar al Espíritu del Dios viviente para que nos enseñe todo lo que debemos conocer para no caer en esos errores y cometer las mismas fallas.
Con todo y esto, cada uno sufrirá sus procesos, cada uno cruzará por sus propios períodos de desierto, enfrentará a enemigos, habitará bajo el mismo techo con espíritus que doblegan el alma y la voluntad humana, le hará frente a su gigante difamador, enfrentará a poderosos ejércitos enemigos y mucho más. A cada persona, a cada grupo o colectivo, a cada familia, a cada nación, a cada generación se le opondrán diferentes espíritus, gigantes, fortalezas espirituales y principados. Es la única manera en que vamos a crecer a la medida idónea, es la manera de Dios para mostrarme -en primera persona- su poder trabajando a favor de los que nos sometemos voluntariamente ante Él. Ten presente que el miedo que no confrontes hoy, será el miedo que te atacará mañana. Vamos con todo sobre ese gigante hablador que ha causado temor en medio de nuestra generación.
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