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Encontramos la fuente de la vida eterna.

Cuando Dios creó todas las cosas, allí estaba la Palabra. Todo fue creado por la Palabra, y sin la Palabra nada se hizo. De la Palabra nace la vida, y la Palabra, que es la vida, es también nuestra luz. La luz alumbra en la oscuridad, ¡y nada puede destruirla! Juan 1: 2-5

El día que la humanidad asumió hacer aquello que está bien ante sus propios ojos salió expulsada del Jardín del Edén, el día que la sed por sabiduría le abrumó, en ese momento se rompió la relación de plena comunión entre Dios y el hombre, quedó atrás el portal de reunión entre Dios y el hombre, quedó atrás el espacio de encuentro entre el dador de la vida y su creación. El Dios que comparte su vida -el Dios viviente- se regresó a su trono (con Él se fue la vida abundante) y el hombre separado de Dios pasó a existir sobre la tierra con una disminuida calidad de vida. Una que ahora estaba condicionada por la enfermedad, por la maldad y por la muerte que vino a enseñorearse de cada uno de nosotros.

El ser humano en la presencia de Dios.
Dado que, Dios es la fuente de vida y ya no estaba junto al hombre, el ser humano perdió la vida en plenitud y abundancia que disfrutó en el Jardín y a cambio adoptó a la muerte como su compañera de viaje. Así fue como llegamos hasta aquí. Venimos desde disfrutar de la vida plena y eterna hasta estar sometidos por la muerte.

La narración del Génesis nos muestra una fuente que imparte la vida conforme a su diseño. La vida, nos llega a razón de que esta fluye desde una fuente. El rey del reino de los cielos, es la fuente desde donde se imparte la capacidad de vivir, se trata del origen de la vida. Puede haber un sol que emita energía y calor, puede haber una atmósfera con un ecosistema potencialmente amigable para la vida, puede haber polvo de la tierra, puede haber un cuerpo con todas sus partes perfectas. Más con todo esto junto y en la medida correcta puede no haber vida. Esto nos hace meditar en que aunque existan todas las condiciones para la vida, esta simplemente podría no estar.

Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. Génesis 2:7

Justo ahí en el Jardín del Edén. Durante la tarde del sexto día de labor creadora de Dios, la vida hizo su entrada a través del primer humano viviente. La clase de vida que se menciona en Génesis, nos describe a un ser humano pleno de autoridad y en comunión perfecta, con una cercana relación con la fuente de la vida.

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Génesis 1:26-28

Se trata de un ser humano sin enfermedades, uno que no conocerá la muerte. Al contrario, uno que fue diseñado para la eternidad. Uno que puede definir el carácter de cada animal y determinar su nombre, uno que es complementario del otro para motivos de su reproducción -no individual- haciendo equipo, formando familia, viviendo en acuerdo. Como respaldo de esta autoridad delegada los seres vivos no humanos que comparten la tierra junto a la humanidad se van a someter a los humanos.
Batería cargando sin conexión a la fuente.
Desde su salida del Jardín del Edén, la humanidad vive en medio de un lugar desolado, un desierto, un lugar estéril y carente de la vida de Dios. Existir separados o alejados de la presencia de Dios es lo que la Palabra de Dios llama la muerte espiritual. La humanidad que hoy camina sobre la tierra; cada ser humano desde los tiernos bebés de un día de nacidos hasta el mayor de los ancianos -cada uno- somos muertos vivientes. Así pues, por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, y así la muerte pasó a todos porque todos pecaronRomanos 5:12

Si con -solo- un hombre contaminado de pecado y de muerte fue suficiente para que el pecado y la muerte contaminaran a toda la humanidad. ¿Será que con un solo hombre limpio del error, de la maldad, de la enfermedad y de la muerte bastará para limpiar a toda la humanidad nuevamente? Por el pecado de Adán, Dios declaró que todos merecemos morir; pero gracias a Jesucristo, que murió por nosotros, Dios nos declara inocentes y nos da la vida eterna. Romanos 5:18

Solo hay alguien que es increíblemente superior en autoridad y poder a la muerte. La vida plena es mayor que la autoridad de la muerte. Jesús, el verbo de Dios hecho hombre venció a la muerte en su propio terreno al morir en la cruz y al volver a tomar su vida al tercer día. Al hacerse hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte en la cruz! Filipenses 2:8

Yo soy el que vive. Estuve muerto, ¡pero mira! ¡Ahora estoy vivo por siempre y para siempre! Y tengo en mi poder las llaves de la muerte y de la tumba. Apocalipsis 1:18

Desde la expulsión de la humanidad del jardín, hasta Moisés la muerte ejerció total autoridad sobre la humanidad. Un día Pablo le envió una carta a los creyentes de Efeso y se los explicó así:

Antes, ustedes estaban muertos para Dios, pues hacían el mal y vivían en pecado; seguían el mal ejemplo de la gente de este mundo, y obedecían al poderoso espíritu en los aires, que gobierna sobre los malos espíritus y domina a las personas que desobedecen a Dios. Antes nosotros nos comportábamos así, y vivíamos obedeciendo a los malos deseos de nuestro cuerpo y nuestra mente. ¡Con justa razón merecíamos ser castigados por Dios, como todos los demás! Pero Dios es muy compasivo, y su amor por nosotros es inmenso. Por eso, aunque estábamos muertos por culpa de nuestros pecados, él nos dio vida al resucitar a Cristo. Nos hemos salvado gracias al amor de Dios. Efesios 2:1-5

Existiendo sin la vida abundante.
La mujer de Sicar, en Samaria que acudía cada día a sacar un poco más de agua hasta un pozo medio vacío y así satisfacer su profunda sed y a través de sus propios medios, con su esfuerzo.
Por sus medios y su propio esfuerzo no habrá satisfacción plena.

Ella descubre que cada día vuelve a sentirse más sedienta, lo que la hacía regresar al pozo. Allí junto a ese pozo descubre que existe una fuente de agua viva disponible muy distinta al agua del pozo de Jacob. Esta fuente sí va a satisfacer plenamente su demanda de agua viva, una fuente que sí saciará plenamente su sed. De manera que, Jesús nos está ofreciendo hoy vida para siempre, o lo que es lo mismo que vida eterna. Quien vive unido al Hijo, tiene la vida; quien no vive unido al Hijo de Dios, no tiene la vida. 1 Juan 5:12
La vida abundante ya está disponible.

Dentro de no mucho tiempo, habrá una era, cuando la ciudad de Dios; la nueva Jerusalén, bajará desde el cielo y se establecerá finalmente en la nueva tierra y desde el trono de quienes gobiernan la ciudad con justicia fluirá, a manera de una fuente, un río con aguas de vida eterna para salud de las naciones. Luego el ángel me mostró un río de aguas que dan vida eterna. Ese río salía del trono de Dios y del Cordero, y era claro como el cristalsus aguas pasaban por en medio de la calle principal de la ciudad. Apocalipsis 22:1

Algunas preguntas para meditar juntos:

1. ¿Cómo era el ser humano que habitó el Jardín del Edén antes de la entrada del pecado?
2. ¿Qué se perdió en el arrebato de intentar saciar la sabiduría sin el apoyo de Dios?
3. ¿El segundo Adán (Jesús) al regresar de la muerte después de tres días la logró vencer?
4. ¿Podemos experimentar vidas plenas y en abundancia separados de Jesús?
5. ¿Nuestra sed de Dios se puede saciar a través de nuestros propios medios y a través de nuestro propio esfuerzo?
6. ¿Las personas que -ahora mismo- experimentan la muerte espiritual, pueden gozar de la presencia de Dios? ¿Cómo pueden salir de este estado?

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