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La unidad del reino de Dios: Observando la vid.


Cada vez que Dios se nos presenta a la humanidad, o bien, a un hombre, se introduce a sí mismo como Yo soy. Lo que significa que él no requiere, no necesita, no depende de absolutamente nadie más para existir. Él es completamente autosustentable. Jesús, es el rey, y como el rey del Reino de los cielos Jesús es la única fuente de donde todos los demás bebemos y nos alimentamos en su reino.

Las uvas, son el fruto de la vid.
El cultivo de uvas ha sido una actividad milenaria a lo largo de la permanencia del ser humano sobre la superficie de la tierra. Desde los días de Noé a nuestros días han estado presentes en nuestras vidas para proveer de uvas y de bebida a nuestra mesa. Actualmente cultivamos uvas en una extensión de terreno equivalente a 76 mil kilómetros cuadrados de la superficie de la tierra, que producen cerca de 80 millones de toneladas de uvas por año. No todas las regiones del mundo son aptas para su cultivo, pero sus frutos y derivados sí son conocidos por la gran mayoría.

Jesús, hablando acerca de sí mismo se llama la vid verdadera, dejando ver que existe otras vides que son falsas. Además, nos explica que su Padre celestial es el cuidador que atiende personalmente y quien finalmente cosechará. Leamos juntos Juan 15: 1-6

Jesús continuó diciendo a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y Dios mi Padre es el que la cuida. Si una de mis ramas no da uvas, mi Padre la corta; pero limpia las ramas que dan fruto para que den más fruto. Ustedes ya están limpios, gracias al mensaje que les he anunciado. »Si ustedes se mantienen unidos a mí, yo me mantendré unido a ustedes. Ya saben que una rama no puede producir uvas si no se mantiene unida a la planta. Del mismo modo, ustedes no podrán hacer nada si no se mantienen unidos a mí. »El discípulo que se mantiene unido a mí, y con quien yo me mantengo unido, es como una rama que da mucho fruto; pero si uno de ustedes se separa de mí, no podrá hacer nada. Al que no se mantenga unido a mí, le pasará lo mismo que a las ramas que no dan fruto: las cortan, las tiran y, cuando se secan, les prenden fuego. »Si ustedes se mantienen unidos a mí y obedecen todo lo que les he enseñado, recibirán de mi Padre todo lo que pidan. Si ustedes dan mucho fruto y viven realmente como discípulos míos, mi Padre estará orgulloso de ustedes. 

La planta -la vid- que produce las uvas, es un arbusto del tipo enredadera o trepadora, este puede llegar a vivir hasta cien años. Su nombre científico en latín es vitis vinifera es una planta semileñosa, puede crecer hasta los dos metros. Su tronco se separa en tres ramas grandes y gruesas llamadas brazos. A partir de estos brazos surgen unos pulgares, desde los pulgares crecen unos sarmientos o pámpanos que son los que cargaran las uvas en racimos. Los pámpanos, suelen crecer a lo largo de un año y desarrollar una estructura leñosa capaz de soportar y cargar el peso de los racimos de uvas, si un pámpano no logró desarrollarse y fortalecerse a tiempo para la cosecha, muy posiblemente se va a romper con el peso del racimo y se perderán ambos; las uvas y el pámpano. El que cuida la viña viene a la vid y la poda (limpiar, expiar) el pámpano débil para que pueda crecer más fuerte para el próximo año, la próxima cosecha.

Desarrollar el carácter de Jesús dentro de mi: El fruto en el creyente.

Tiempo de cosecha de uva. En el hemisferio norte la vendimia; la recolecta de los frutos se programa en los meses de julio y octubre, mientras en el hemisferio sur en los meses de enero a abril. De esta forma la persona que planta una viña, el cultivador o vitivinicultor sabe con anticipación cuando la vid está perfectamente lista para ser vaciada de sus racimos de uva, confiando que pronto se va a volver a llenar y así seguir desarrollando buenos racimos cargados de uvas (fruto, beneficios o descendencia) durante el tiempo de cosecha. En Israel, específicamente la temporada de cosecha de uvas inicia durante el mes de septiembre y finaliza en el mes de octubre. Que en el calendario hebreo equivale a los meses de Elul, Thisrei y Jeshván.

Los dichos de Jesús, su Palabra tienen como función de ser la herramienta que Dios utiliza para podar (limpiar y expiar) nuestra vida y fortalecernos antes del tiempo de la cosecha; el día de la ira de Dios.

La temporada de frutos -vendimia- en este planeta está limitada a solo unos pocos meses de cada año, pero en el contexto espiritual en que Jesús nos habla en esta narración Él se refiere a permanecer -con fruto- siempre, sin importar la temporada, el mes, el hemisferio o la estación del año. Una vez que estás conectado en obediencia a Jesús, su carácter se va desarrollando dentro de tí. De la misma manera en que la savia fluye desde el tronco a los pámpanos.

El fruto aquí no se refiere a activismo; muchos cursos, muchos certificados, muchos diplomas, muchos eventos masivos, etc. Tampoco, se refiere a la medida de la ofrenda dedicada a Dios; cuantos donativos, la cantidad de programas financieros, los variados mecanismos de captación de fondos, etc.  Está desligado del hacer algo por Dios. Se trata de nuestra identidad como hijos adoptivos de Dios, se trata más bien acerca de quién soy yo a través de la relación que une al discípulo con Jesús. Es su carácter reproducido dentro de mí; este es el fruto que honra al Padre.

No todos los pámpanos se desarrollan de la misma manera, ni al mismo tiempo. Algunos no logran ser lo suficientemente fuertes -hay diferentes medidas de fortaleza- como para soportar la carga de los grandes racimos que vendrán en la temporada de la cosecha. Así que en estos casos el cuidador de la viña poda para que no se pierdan ambos; el pámpano y las uvas. Así se le dá tiempo -un año más- para que el pámpano se haga fuerte y leñoso. Luego de un año de cuidados personalizados el pámpano podado, deberá estar perfectamente listo para soportar la carga de grandes racimos llenos de uvas sanas y muy grandes durante la temporada de la cosecha o vendimia. Cuando un pámpano es capaz de cargar "mucho" fruto, honra a su Padre, añade honor y alabanzas al prestigio y buen nombre de Dios. La obediencia, es la señal visible que indica que un discípulo se mantiene unido a Jesús. Cuando por cualquier razón, un discípulo deja de obedecer a Jesús y a sus dichos se produce la separación, y producto de esta separación no habrá más frutos de uva.

Y a los discípulos les dijo: —Lo que les he dicho, no lo dije por mi propia cuenta. Yo sólo hago lo que el Padre quiere que haga. Él hace sus propias obras por medio de mí. Créanme cuando les digo que mi Padre y yo somos uno solo. Y si no, al menos crean en mí por lo que hago. Les aseguro que el que confía en mí hará lo mismo que yo hago. Y, como yo voy a donde está mi Padre, ustedes harán cosas todavía mayores de las que yo he hecho. Yo haré todo lo que ustedes me pidan. De ese modo haré que la gente vea, a través de mí, el poder que tiene Dios el Padre. Yo haré todo lo que ustedes me pidan. Juan 14:10-14

En esta breve descripción acerca de las partes de la vid, podemos descubrir la destacada importancia que tiene en el reino de Dios, permanecer obedientes a los dichos de Jesús. No es posible honrar a Dios sin someternos a las enseñanzas de su Hijo. Será un esfuerzo estéril tratar de entrar al Reino de los cielos sin someterse voluntariamente a las enseñanzas de Jesús, que no es lo mismo que haber leído u oído ligeramente estas alguna vez o varias veces. Aquí se nos muestra de una manera muy íntima y próxima la relación de dependencia y subordinación entre el creyente y Jesús (sus dichos) enmarcados en la obediencia. Todo esto dentro de un contexto de maestro y discípulo, en un contexto de comunión. Somos uno con Jesús; unidad de reino. Él es mi único rey. 

Mis seguidores me conocen, y yo también los conozco a ellos. Son como las ovejas, que reconocen la voz de su pastor, y él las conoce a ellas. Mis seguidores me obedecen, y yo les doy vida eterna; nadie me los quitará. Dios mi Padre me los ha dado; él es más poderoso que todos, y nadie puede quitárselos. Mi Padre y yo somos uno solo.
Juan 10:27-30

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