Los niños, son humanos (desde su concepción) cuyo cuerpo y mentalidad se encuentra aún en etapa de desarrollo. Se trata de personas -antes de- previo a alcanzar la pubertad, individuos que transcurren por la primer instancia de la vida conocida como infancia y que es anterior a la preadolescencia, alguien que se encuentra en sus primeros años de vida. El término niño nos llega al español actual desde la etimología latina infants; aquel que todavía no habla. En la Palabra de Dios también se utiliza el vocablo griego paidíon; niño o infante. En esa edad las descargas hormonales no nos han producido los cambios que nos acercan a la adultez.
Los niños, son el modelo para los adultos humanos. Es curioso, porque la multitud asume que debería ser al revés. Pero, no funciona de esta manera en el reino de Dios.
Le llevaron entonces varios niños para que les pusiera las manos encima y orara por ellos. Pero los discípulos reprendieron a los que los traían. ―No molesten al Maestro —les dijeron. ―No, no —intervino Jesús—. No impidan que los niños vengan a mí, porque de ellos es el reino de los cielos. Entonces les puso las manos encima a los niños y los bendijo. Luego se fue de allí. Mateo 19: 13-15
Existe un sano deseo al interior de la iglesia para que Jesús sea el rey del reino de Dios. Un reino que, la iglesia aspira a que se instale en breve. Los primeros discípulos solían tener pláticas y hasta debates sobre cómo se debería de organizar el consejo de ministros y de secretarios de estado para el reino terrenal, y sobre quien sería su primer ministro. Jesús, inicia diciendo que les va a compartir con sus discípulos -nosotros- la verdad. Significa que existe también una idea o pensamiento dominante o una fortaleza espiritual -la mentira- opuesta a la suya que proviene del príncipe de este mundo y padre de mentira. Frente a nuestros ojos hay varias capas de nubes de polvo, de humo, hay neblina que dificulta sobre manera observar la realidad espiritual del lugar donde estamos inmersos. La altivez; es estar demasiado lleno de uno mismo, saciado y satisfecho en sus logros, demasiado contentos con todas sus posesiones terrenales, nos hace creer que somos ya un producto terminado y que no tenemos nada por aprender de nadie más. Afecta a nuestra capacidad de sentir y actuar con empatía entre los demás. Suele anular nuestra capacidad de reconocer la autoridad y someterse a esta.
Jesús, acude a un modelo humano para adultos; un niño que pasaba por ahí. Jesús lo colocó justo en medio de todos -al centro- para que lo pudieran observar. Una vez que lo colocó en el foco de su atención, les pidió a todos sus discípulos volverse como este niño. De lo contrario, no les será posible entrar en el reino de Dios.
En aquella ocasión, los discípulos le preguntaron a Jesús cuál de ellos ocuparía el cargo más importante en el reino de los cielos. Jesús llamó a un niño de los que andaban por allí y lo sentó en medio de ellos. Entonces les dijo: «Si no se vuelven a Dios, arrepentidos de sus pecados y con sencillez de niños, no podrán entrar en el reino de los cielos. En otras palabras, el que esté libre de altivez como este niño tendrá un puesto importante en el reino de los cielos. Mateo 18:1-5
Un nuevo reto. Decidir ser menos importante que los demás, ver a los demás como personas de mayor jerarquía. La humildad aplica a la persona que tiene la capacidad de restar importancia a los logros personales, virtudes y que es capaz de reconocer sus defectos y errores propios. Es una actitud humana atribuida a quien ha desarrollado conciencia de sus propias limitaciones y debilidades, y se obra en consecuencia. La humildad es un valor opuesto a la soberbia. El significado de humildad se relaciona con su origen etimológico. Como tal, la palabra proviene del latín humilĭtas, que a su vez proviene de la raíz humus, que quiere decir tierra. Los niños son humildes, sencillos, no esconden ni guardan pretensiones, ni intereses egoístas ocultos.
Hay reactivos que visibilizan la virtud y la actitud humilde en las personas. Los humildes conocen sus capacidades y oportunidades, pero no buscan destacarse sobre los demás, ni tampoco tienen necesidad de ostentar a otros sus éxitos y logros. Jesús no se da gloria a sí mismo, lo hace el Padre. Ni el Padre se da gloria a sí mismo, se la da el Hijo. Ni el Espíritu de Dios se da gloria a sí mismo. Si el rey del reino de los cielos, que es la fuente de donde beben los que habitan el cielo, no mantiene esa actitud, ni promueve esa práctica. ¿Dónde quedamos usted y yo?
Jesús, pudo ser -un poco- más directo al decir a sus amados discípulos que se bajaran de esa nube, que no anidaran en su corazón tanta ambición, que no debían generar pretensiones tan elevadas. En lugar de todo eso, les acompañó hasta dirigir su atención a la virtud de la humildad que caracteriza a cada niño sano. Al sacar toda altivez, orgullo y soberbia del corazón se entra al reino de Dios, y al actuar en consonancia en cada instante seremos candidatos de peso a ocupar puestos de importancia en su reino.
¿Qué hago cuando descubro mis límites, la falla y el error dentro de mi? Uno de los actos en los que mejor se muestra una actitud humilde es cuando nos llega la hora de pedir disculpas. Cuando uno sabe que se equivocó, que no actuó con la responsabilidad esperada o tuvo un olvido. Cuando tienes la oportunidad de retractarse y pedir disculpas a quien corresponda. Al decir perdóname el discípulo se reconoce como un ser limitado que puede equivocarse. Pero, si existe el acuerdo, también superará el evento desafortunado sin vivir atado a un evento pasado.
Oportunidades para utilizar la humildad. Cuando descubro que no podré lograr un objetivo solo y sin ayuda, hay que saber pedir ayuda oportunamente. Tener conocimiento acerca de mí mismo y del máximo alcance de mis fortalezas así como de mis debilidades. Ser modesto cuando disfruto de estadios de éxito, el éxito suele ser temporal. Nadie puede saberlo todo, admitir cuando necesito consejo y asesoría en muchas cosas. Ser humildes y exponernos a caminar sobre el agua en medio de la noche sabiendo que podríamos fallar, estar dispuestos a aprender y buscar sabiduría en la fuente. Disfruta tus victorias y tus logros, celebra cada uno sin ser arrogante y siempre respetando a nuestros semejantes. Cada vez que puedas comparte -multiplica- el éxito alcanzado con otros, con tu equipo, con tu familia, con el resto. Reconoce el oro que está en cada persona, no descubras los errores o fallas que observas en el resto, honra a cada uno. Convierte cada evento cotidiano en una oportunidad para mostrar tu agradecimiento. Muchas veces será mejor ceder que ganar una batalla desgastante a un precio muy alto.
¿Debo yo perdonar una sola vez, o siete veces, o setenta veces o tantas veces como yo sea exigido?
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