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Las madres ¿Para qué las puso Dios aquí?

Aunque no todos somos madres, y algunos nunca lo seremos. Todos tenemos una madre; sea que la conozcamos o no, sea que esté viva o no, que estemos junto a ella o no. Es un poco difícil para un hombre entender las virtudes del privilegio que Dios depositó en las madres. Las dinámicas y las relaciones que conlleva ser madre son muchas, son profundas, son variadas. Las mamás son geniales. Y los varones sólo podemos ser testigos y compañeros de ellas.

Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre. Así podrán vivir muchos años en el país que les voy a dar. Éxodo 20:12

Antes de dirigir nuestra atención a las madres, te invito a dirigir tu enfoque hacia ti mismo. Es que todos los que caminamos sobre la Tierra somos hijos, este mandamiento es para todos nosotros, los que somos hijos. Se nos invita a obedecer a aquellas autoridades más inmediatas y próximas a nosotros, que son tangibles y visibles. Es simple, la persona que ha aprendido a obedecer a su madre a quien puede ver, desarrolla obediencia total. Se levanta cada mañana deseando tener una platica con su madre y luego ir y obedecer. José el hijo de Jacob, era el décimo primer hijo de su padre. Pero, desarrolló una relación, un conocimiento de su padre y así lo valoró y lo respetó cada día de su vida hasta después de la muerte de Jacob. Algo, que lastimosamente no lograron construir los diez hermanos mayores. Todo lo contrario, no le respetaron, ni le obedecieron, ni desarrollaron una relación con él. No había una relación fuerte, no había un poco de respeto. Dar honra es mantener una vida de obediencia cada día. Aquel que no honra a su madre, no honra su iglesia, no honra -tampoco- a su Dios a quien no puede ver.
Desde el instante mismo en que Dios te soñó y te diseñó -hace mucho tiempo atrás en la eternidad- antes que ese espermatozoide y ese óvulo se encontraron en el espacio y el tiempo, hasta tu entrada legal a este planeta, Dios se valió de una madre. Todos nosotros -aquí, hoy- estamos aquí gracias a ellas. Dios tiene a cada madre en alta estima.
No somos tan listos como creemos ser. Dios formó los equipos de apoyo. La iglesia, la familia, y el matrimonio. Todos surgen en la mente y corazón de Dios. No surgen en una facultad de alguna prestigiosa universidad, tampoco en un comité de destacados sabios, no surgen por el decreto de un brillante presidente o secretario de estado. La madre, es parte de la familia. La maternidad surge en el corazón de Dios.
Más allá, de la escueta definición que el diccionario nos pueda decir. La madre cuida, consuela, orienta más allá de la muerte. La madre nutre en todos los sentidos, transmite el cariño y el amor sin los cuales el ser humano se desmorona. La madre acoge, sean esos hijos de su sangre o no, haya pasado su etapa fértil o no. La madre entrega un legado emocional, una visión, unos valores insustituibles.
Había hace 21 siglos atrás, 
una adolescente judía de nombre María o Miryám (מִרְיָם). Hoy sabemos que el padre de esta chica se llamó José o Yoséf (יוֹסֵף). Hoy conocemos que ella estaba comprometida en matrimonio con un joven judío. Sabemos que mantuvo un compromiso con un varón judío, también descendiente del rey David y también de nombre Yoséf. Así fue como nació Jesús, el Mesías: su madre, María estaba comprometida para casarse con José. Pero antes de que vivieran juntos, se supo que ella estaba embarazada. José era un hombre bueno y obediente a la ley de Dios. Como no quería acusar a María delante de todo el pueblo, decidió romper en secreto el compromiso. Mateo 1:18-20
Su temprano embarazo puso en riesgo su boda soñada y su matrimonio. Ambos (Miryám y Yoséf) se casaron cuando ya era visible su avanzado estado de gestación. Este niño llegó a su vientre por la intervención directa del Espíritu del Dios viviente. De manera muy similar a la forma en como le llegó la vida a Adán cuando solo era polvo de la tierra, Jesús comparte "padre" con Adán, eso lo hace el segundo Adán. Hubo una fuerte crisis justo antes de la boda y Yoséf casi se va lejos de ese lugar solo, sin esposa. Un ángel fue enviado especialmente a Yoséf para explicar los detalles necesarios para darle nueva paz a su corazón. Todo este enredo del embarazo se superó y ambos se casaron. Después de celebrar su boda -Yoséf y Miryám- tuvieron que viajar hasta Belén. Por motivo del censo romano -ordenado en esos días- se trasladaron temporalmente hasta Belén para empadronarse en el censo fiscal de la provincia de Judea. Fue un viaje de alrededor de 157 kilómetros montando en un burro y caminando. El embarazo de Miryám ya estaba muy avanzado. Su llegada a Belén Efrata, estuvo marcada por una serie de eventos para nada esperados, el plan de viaje sufrió muchos cambios de último momento. Muy posiblemente, han llegado durante las fiestas de los Tabernáculos -Sukot- el 15 de Tishri pues había enramadas en casa. Finalmente, llegan a casa de unos familiares en Belén que ya han ocupado todos sus espacios de visitas con otros parientes. Así que, fueron alojados en una enramada (sukot). De pronto el bebé dio señales de que había llegado el tiempo de nacer. Y así nació su primer hijo varón. Dentro de ese sukot, Miryám y Yoséf cuidan a su bebé de nombre Yeshúa BenYoséf.
Esa noche, no había una linda cuna lista con cobijas limpias para el bebé de Miryám. Pero, improvisaron una con un deposito de comida para ganado, un pesebre. Le colocaron pañales y ahí durmió el bebé Yeshúa su primera noche en la Tierra. Pero, esa misma noche recibieron a unas visitas inesperadas, que buscaban al niño que recién había nacido. Los pastores de ovejas que trabajaban de noche en las montañas cercanas llegaron a saludarlo y a brindarle honores. Desde ese día Miriam empezó a coleccionar en su corazón muchas experiencias poco comunes que no lograba entender, y meditaba en ellas. María quedó muy impresionada por todo lo que estaba sucediendo, y no dejaba de pensar en eso. Lucas 2:19
La etiqueta del rechazo. Jesús y su familia vivieron marcados con esta etiqueta muchos años. María, cargó muchas veces con señalamientos groseros acerca de la paternidad de su primer hijo. A Jesús, los sacerdotes y ancianos de Israel le llamaban hijo de fornicación y cosas peores. Yoséf también le rechazó, el rey Herodes le rechazó como rey de Israel, los sacerdotes no le recibieron como el Mesías prometido, los romanos lo llevaron a la muerte. En este instante, hay muchas madres luchando con la etiqueta de la vergüenza. Pero, Jesús no te señala, tampoco te rechaza. Jesús, te recibe como estás, te ama como nadie. Jesús restaura tu identidad, restaura tu dignidad de hija de Dios. Él conoce bien lo estás viviendo.
Jesús recibe otra visita inesperada. Después de varios días intensos en su ministerio junto con sus discípulos en el norte de Israel. Jesús apartó un tiempo para descansar y estar a solas.
A veces mis hijas tienen planes a la hora de mi siesta el fin de semana y las debo atender y suspender mi descanso, lo que me incomoda por un instante. Pero, les atiendo pues son mis hijas amadas. Cuando de pronto Jesús escuchó a una madre que le suplicaba. Una mujer supo que Jesús estaba en el lugar, y fue a buscarlo, pues su hija tenía un espíritu malo. Esta mujer no era judía; era de la región de Fenicia, que está en Siria. Cuando encontró a Jesús, se arrodilló delante de él y le rogó que librara del espíritu malo a su hija. Marcos 7:25-26
Aunque inicialmente, Jesús no le prestó toda su atención a esta madre y se excusó por estar fuera de la zona de su jurisdicción. La madre de la chica nunca le dejó de suplicar. La solicitud de esta madre fue presentada más de una vez, aparentemente no sería procesada favorablemente. Pero, las madres no renuncian. Nunca duda que Jesús tiene todo el poder y la autoridad para dar solución a su problema y ella posee una fe inquebrantable. Jesús le dijo: ¡Mujer, es muy cierto lo que dices! Vete tranquila a tu casa, pues el demonio ya salió de tu hija. La mujer regresó a su casa y, cuando llegó, encontró a su hija acostada en la cama. El demonio ya había salido de ella. Lucas 7:29-30

La etiqueta de la descalificación. Hay madres que se sienten distantes y separadas de Dios. Sin derecho a ser escuchadas y atendidas. A través de la fe, Jesús abre nuevas oportunidades aún para aquellos que están fuera de cobertura. Te recibe como estás.

En la población de Naín en la ladera de Galilea se realiza un entierro. Se trata de un varón joven que ha muerto. Él representaba el único sustento para su madre, una mujer viuda. Cuando Jesús la vio, sintió compasión por ella y le dijo: «No llores.» Entonces se acercó y tocó la camilla. Lucas 7:13-15

Su muerte condena a su madre a vivir en la extrema pobreza en el futuro. Jesús, es sensible al corazón de las madres, las observa y no las ignora. Jesús, la atiende además utiliza todo su poder y autoridad para cuidar de esta madre. Le entrega de nuevo a su hijo. Los hombres dejaron de caminar, y Jesús le dijo al muerto: «¡Joven, te ordeno que te levantes!» El muchacho se levantó y empezó a hablar. Entonces Jesús llevó al muchacho a donde estaba su madre. Lucas 7:13-15

La etiqueta del futuro incierto. El mañana nos produce mucha ansiedad. Nos inunda el corazón con temor. Jesús está atento a nosotros, nos cuida, interviene a nuestro favor. Hay provisión, hay un hogar para ti en esta tierra. Dios no te olvida.
Nuestro buen Dios es el creador de la seguridad social, Él tiene un equipo de apoyo para atender nuestra necesidad más inmediata. El corazón de Dios está cercano, antes de confesar nuestra necesidad Él ya la conoce. »Dios es justo con los huérfanos y las viudas, y muestra su amor dándoles ropa y comida a los refugiados que viven entre ustedes. Deuteronomio 10:18

¿Qué se sabe de Timoteo? El joven pastor Timoteo, es muy conocido en la iglesia de hoy y de los últimos 21 siglos. Sabemos que su padre es un varón griego y punto. Mis familiares y yo hemos servido a Dios, y nadie puede acusarnos de nada malo. Siempre que oro, ya sea de día o de noche, te recuerdo y doy gracias a Dios por ti. Cada vez que me acuerdo de cómo lloraste y te pusiste triste, me dan más ganas de verte. ¡Cómo me alegraría eso! Tu abuela Loida y tu madre Eunice confiaron sinceramente en Dios; y cuando me acuerdo de ti, me siento seguro de que también tú tienes esa misma confianza. 2 Timoteo 1:3-5
Es gracias a la fe de su madre Eunice y de su abuela Loida y que ambas la transmitieron sin ningún engaño añadido a su hijo y nieto. Es gracias a ellas dos, que sabemos quien es Timoteo. Las madres creyentes hacen trascender a sus hijos. Su trabajo en esta vida nos afecta más allá de la muerte. Gracias madres por no renunciar a este llamado del cielo.
Dios tiene a cada madre en alta estima, sus ojos se mantienen atentos a sus necesidades, sus oídos les escuchan aunque estén fuera de su cobertura, siempre les recibe así tal cual están y las transforma como nadie. Son una señal clara para que los hombres experimentemos parte del amor de Dios.

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