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Liberando a los cautivos


¿Eres libre? ¿Completamente libre? ¿Nada te mantiene encadenado? Solo quien se reconoce a sí mismo en estado de cautividad, esclavitud o prisionero sentirá el deseo de ser liberado. 
Mientras yo lo ignore, o mientras yo lo niegue, mientras no me reconozca a mi mismo no me voy a esforzar en alcanzar mi liberación. Una actividad valiosa e importante es el hecho de que me pueda conocer a mi mismo. Podría ser el caso que cualquiera de nosotros se encuentre cara a cara con el más grande libertador de la historia de la humanidad y no valoraré su presencia, ni me mostraré interesado en solicitar su ayuda. ¿Será que estoy prisionero en mi criterio personal y pasiones y yo no lo sepa?

Hay diferentes prisiones. Existen algunas jaulas de oro. Existen prisiones con anestesia parcial o sopor permanente. Allí consumimos toda nuestra vida narcotizados, existiendo un día a la vez, haciendo nuevas copias del día de ayer. Hay otras jaulas como la falta de perdón, idolatría, atracción o dependencia a sustancias, por sexo ilícito, apuestas, deudas fuera de control, depresión, soledad, en fin.

El sistema de cautividad que nos gobierna hoy es cruel y consume nuestras fuerzas y recursos. Los cautivos de ese sistema no solo entregan todo aquí, también irán a parar a un lugar de castigo por siempre.

El sistema de este mundo. Cuando Dios le pidió a Moisés ejecutar el plan de liberación del pueblo de Israel desde el interior de Egipto, parecía -a todas luces- una misión imposible. Y muy a  pesar de la obstinación de Faraón y su poderío militar, salieron sobrenaturalmente de las garras de un cruel amo.
El viejo hombre y su naturaleza de pecado. Pero después, les esperaba una estadía corta en el desierto, un trayecto de unos pocos días. Allí en ese lugar vacío y sin nada. En ese desierto tendrían que luchar contra cada uno de sus viejos pensamientos. En la universidad del desierto te quedan dos opciones; o creces o mueres. Finalmente, no pudieron vencer la poderosa atracción a sus viejas ideas, no pudieron cambiar desde la vieja a la nueva mente que Dios les demandó. Fue muy tarde. Se les gastó toda la vida sin cambios.

En los días en que Jesús caminó por esta tierra sobre sus pies, la tierra prometida que habitaba Israel estaba otra vez ocupada por un poderoso imperio cuya capital -Roma- es poseedora de un poderoso ejército. Esta generación de judíos vivía una nueva cautividad. Pero ahora dentro de sus propias casas, sobre sus sandalias. Hasta su sistema religioso estaba tomado por sectas que tenían el control de las sinagogas y del templo. Era otro tipo de cautividad. Nuevamente, se hacía necesario un otro tipo de libertador. El cielo tiene sus propias expectativas acerca del libertador que se necesita en la tierra hoy.

Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Pero ya hace tres días que murió.
Lucas 24:21

No hay nada más triste que esperar algo de forma equivocada. O ¿será qué no sabemos exactamente de qué hemos sido liberados y menospreciamos la libertad que nos han entregado. ¿Cómo se puede echar de menos aquello que se desconoce. Cómo se puede "extrañar" lo que antes nunca entendí? Los que testificaron esto desconocían las escrituras de los profetas y tampoco conocían al Jesús resucitado.
En el año 63 a.C. comenzó la influencia romana en la región, pronto pasó a ser dominio. Roma, le concedió la autonomía religiosa a los judíos y les reconoció algunos derechos en materia judicial y legislativa. Estos derechos se ejercían a través del Sanedrín; institución que actuaba como parlamento, tribunal de justicia y yeshivá; centro de estudios religiosos. La población de Israel por esos años podría haber sido de alrededor de 8 millones según Salo Barón, distribuidos en los territorios de Judea, Samaria y Galilea. Judea era una provincia romana más, conocida en latín como IVDÆA. El ministerio público de Jesús se desarrolló bajo el escenario de la ocupación romana en esa zona.

—Muéstrenme una moneda. ¿De quién es la imagen que está en la moneda? ¿De quién es el nombre que tiene escrito? Ellos contestaron: —Del emperador de Roma. Jesús les dijo: —Pues denle al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios. Lucas 20: 24-25

Expectativas. Los israelitas de esos días esperaban y deseaban a un rey de la casa de David, uno que pudiera expulsar al imperio de ocupación de esa época. Ofrecerles autonomía e independencia. Su corazón ardía por un líder político, un guerrero militar que los guiara hasta la victoria. Era el cumplimiento de su sueño colectivo.

Jesús se dio cuenta de que la gente quería llevárselo a la fuerza para hacerlo su rey. Por eso se fue a lo alto del cerro, para estar solo. Juan 6:15

Aun el infierno y su liderazgo tenían expectativas para "Jesús el rey". Ellos también querían un rey, a uno que se sometiera al adversario, uno que amara el poder por sobre cualquier otra cosa, uno que fuera fácil de manipular. Le ofrecieron a cambio una libertad muy barata.

Por último, el diablo llevó a Jesús a una montaña muy alta. Desde allí podían verse los países más ricos y poderosos del mundo. El diablo le dijo: —Todos estos países serán tuyos, si te arrodillas delante de mí y me adoras. Mateo 4:8-9

En esta tierra; sus habitantes y sus príncipes tienen en mente un libertador diferente al que el cielo ha enviado. Hay -todavía hoy- expectativas equivocadas sobre el enviado de Dios a nosotros.

¿Cuál es, entonces, la libertad que Jesús nos vino a dar? Jesús leyó al profeta Isaías hablando claramente acerca de la liberación de Israel y de una etapa de prosperidad y riqueza abundantes. A pesar de dar testimonio no pudieron observar que había algo más grande que la prosperidad material y financiera de la tierra prometida; la compañía y el favor de Dios. Hay una promesa todavía mayor y mejor "Yo estaré contigo, nadie te podrá hacer frente en toda tu vida, ni un solo día."

Un sábado, como era su costumbre, fue a la sinagoga. Cuando se levantó a leer, le dieron el libro del profeta Isaías. Jesús lo abrió y leyó: «El Espíritu de Dios está sobre mí, porque me eligió y me envió para dar buenas noticias a los pobrespara anunciar libertad a los prisioneros, para devolverles la vista a los ciegospara rescatar a los que son maltratados  y para anunciar a todos que: ¡Éste es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación!”»
Jesús cerró el libro, lo devolvió al encargado y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga se quedaron mirándolo. Entonces Jesús les dijo: «Hoy se ha cumplido ante ustedes esto que he leído.» Lucas 4:16-21

Yeshúa vino a sacar de nuestras vidas toda influencia, todo domino del diablo, esa autoridad, poder e influjo que nuestro adversario ejercía sobre nosotros. Con la que había enmudecido nuestra propia voz. Ya no podíamos adorar, alabar, testificar con nuestro aliento. Nuestro vecino debe escuchar tu testimonio.
Jesús expulsó a un demonio que había dejado mudo a un hombre. Cuando el demonio salió, el hombre empezó a hablar. Lucas 11:14

¿Qué hacen los seres humanos después que han tenido un encuentro con Jesús? ¿Qué hacen los hombres que han sido liberados por el Hijo, por Jesús? ¿A dónde van, que testifican, de qué hablan? ¿De la liga deportiva  y sus posibilidades, del nuevo vídeo de las Kardashian, de la nueva película de súper héroes, o la coreografía de TikTok? Le ruego leer con mucha atención; solamente los que sí han sido liberados salen alegres a contar a los otros que siguen todavía cautivos, a los prisioneros y los reos que se quedan en silencio. ¿Hace cuanto no tienes un encuentro con el libertador? Dios tiene expectativas más altas, más grandes, a otra escala, más profundas, más altas acerca de tu libertad.


El hombre que había sido liberado de los demonios le suplicaba que le permitiera acompañarlo. Pero Jesús lo envió a su casa diciéndole: «No, regresa a tu familia y diles todo lo que Dios ha hecho por ti». Entonces el hombre fue por toda la ciudad proclamando las grandes cosas que Jesús había hecho por él. Lucas 8: 38-39

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