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Perdonar: En la tierra, como en el cielo.


Se trata de una pregunta retorica ¿Tienes algunas relaciones rotas? Sí, las relaciones sufren roses. Cuanta más frecuencia y contacto se tiene en una relación cuanta más fricción y diferencias habrán. Cuanto más cerca estemos de alguien por más tiempo más desacuerdos y molestias surgen. ¿Entonces, debo sufrir en todas mis relaciones? Definitivamente no. Entre más altas sean nuestras expectativas acerca de una persona más grande será la decepción. Siempre construimos altas expectativas acerca de los demás, esto produce muchos problemas. Nadie podrá ofenderte si tú no le das permiso de hacerlo. La gente no está tratando de ofenderte siempre, es un engaño de tu imaginación que observa con el lente equivocado. Por eso es maravilloso ver a un pariente o amigo querido un sólo día cada año y retomar la platica incompleta de hace unos meses atrás.
Es muy probable que tú ya hayas leído muchos libros, y asistido a muchas conferencias o eventos acerca del perdón y que te sepas toda la teoría de este poderoso agente divino que sana las relaciones con el cielo y las de la tierra. Es casi seguro que mientras estás leyendo estas líneas -ahora mismo- sientas enfado o enojo por alguien más, al menos con uno; por decir lo menos.
Mi reto personal está en sanarme aun antes de sentirme molesto, irritado, enfadado u ofendido por cualquier otra persona. El asunto central es curarme en salud, y colocarme la vacuna oportunamente. Lo debo decidir antes de abrir los ojos cada mañana, aun antes de salir de la cama. Para que me entiendas lo dibujaré así; de alguna forma todos somos como un globo inflado que tiene espinas afiladas y puntiagudas. Solo es cosa de que nos acerquemos un poco para sentirnos molestos. »Si uno de mis seguidores te hace algo malo, habla con él a solas para que reconozca su falta. Si te hace caso, lo habrás ganado de nuevo. Mateo 18:15.
¿Qué debo hacer? Primer paso. Mantener la molestia en privado y no salir a publicarla en las redes sociales para aparecer como víctima, tampoco ir a contar tu incomodidad a ninguna otra persona, esto incluye a la red internacional de oración. Debe mantenerse como algo privado. Pero, antes de pasar al siguiente paso, asegúrate y verifica que sí fue esta persona -la que hizo el mal que tú asumes que se te ha hecho- antes evalúa objetivamente si no ha sido que simplemente, has tenido un mal día, o bien que no haya sido que la causa del malestar no es la otra persona si no tú mismo. Confrontar a alguien por su error es sano, siempre que se haga de la mejor manera, de la forma correcta. El objetivo será llegar al genuino arrepentimiento para que la relación con Dios no sufra ni sea dañada. El punto no es hacerle pasar un mal momento, ni hacerle sentir mal, o para informar simplemente que yo estoy muy molesto.
Si no te hace caso, llama a uno o dos seguidores míos, para que te sirvan de testigos. La Biblia enseña que toda acusación debe hacerse frente a dos o más testigos. Mateo 18:16.
Si después de haberle explicado que hubo un error, un daño, un afectado y un responsable. Si este creyente no logra admitir su falta o reconocer su error, podrás buscar a uno o dos testigos que puedan mostrarle el error cada uno con su particular punto de vista. Y si aún así, no es posible que admita su error se le va a hacer saber a la congregación el caso. Pero, si luego de hacerlo saber a la congregación todavía no logra distinguir su falta, cosa que nadie desea, lo deberás ver como a alguien que desconoce a Dios o a uno de los que cobran impuestos para el imperio de ocupación. Es fuerte descubrir que la iglesia primitiva del primer siglo no era tolerante con las faltas, ni era muy paciente en nombre del amor, simplemente era justa. Todo esto es para ayudarle a llegar al arrepentimientoY si aquel no les hace caso, infórmalo a la iglesia. Y si tampoco quiere hacerle caso a la iglesia, tendrás que tratarlo como a los que no creen en Dios, o como a uno de los que cobran impuestos para el gobierno de Roma.(v.17).

Existe una situación mal entendida como tolerancia, y es evitar (encubrir) que el ofensor enfrente las consecuencias por sus errores y sus faltas cuando estas son frecuentemente repetidas. Aquí los padres cometemos algunas fallas, pues los errores tienen consecuencias y éstas deben ser advertidas y señaladas oportunamente pues podrían tener lamentables consecuencias eternas. Les digo la verdad: si ustedes juzgan a alguien aquí en la tierra, Dios lo juzgará en el cielo. A quien perdonen aquí en la tierra, Dios también lo perdonará en el cielo. Mateo 18:18
Acabar con el doble standard.
No podemos tener dos reglas o dos escalas para medir. Tú como servidor de Jesús debes actuar justamente aquí en la tierra de la misma manera que lo haría el cielo, debemos juzgar aquí en la tierra de la manera que lo hace el juez justo. Si algo no es licito o es impropio en el cielo, nosotros lo debemos considerar ilícito en la tierra, y de la misma forma si algo es permitido en el cielo, lo será también aquí en la tierra. Lo que esto significa es que tú y yo debemos actuar en la tierra así como lo hace Jesús en el cielo. Sólo podemos hacer aquí lo que el cielo hace, nuestra autoridad en la tierra tiene un limite, se trata del cielo, si allá es bueno aquí también, si allá es malo aquí también. Así en la tierra, como en el cielo. Nadie en la congregación de los llamados a servir a Yeshúa debe hacer algo que el cielo no ha aprobado, sea perdón o condena. Cuando el joven rico se marchó triste de la presencia de Jesús, Él no se enojó. Nosotros no podemos molestarnos con alguien con quien sabemos que Jesús no se molestaría, ni se enojaría.
Si fuera el caso de que alguien te hace enojar y tú sabes bien que Jesús actuaría de una manera muy diferente, pues seguramente le perdonaría, lo bendeciría y oraría para que tenga una nueva oportunidad, ¿Porqué, entonces tú no le perdonas? Hay autoridad delegada para nosotros en actuar en sintonía con el cielo. Entonces, ¿Qué hacemos cada vez que nos enojamos con alguien, estamos haciendo la justicia que hace el cielo?

En otras palabras, si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo en pedir algo, pueden orar por eso. Mi Padre que está en el cielo se lo dará (v.19). Si hay acuerdo, si existe un pacto, si hay unidad entre los seguidores de Jesús para solicitar algo en el cielo, esto se hará. En la tierra como en el cielo. Esto es muy importante en cada matrimonio donde debe existir acuerdo y unidad. La oración de quien vive en armonía en su casa no tiene obstáculos, es muy poderosa pues hace mover el brazo poderoso del Señor. Lo que no podemos hacer es entrar en un pleito con alguien en casa, luego de esto irnos al templo de nuestra congregación a orar en acuerdo con los otros para que se hagan muchos milagros y sanidades, y luego de esto regresar a nuestra casa para continuar con el pleito que dejamos a la mitad. No, claro que no. Esto supone una alta exigencia para cada persona en una congregación, en cada iglesia. Se nos exige superar el estado infantil y madurar para sobrellevar aquello que en otro tiempo nos molestaría.
La presencia divina se manifiesta cuando las parejas, y las familias que forman una congregación experimentan unidad, acuerdos y pactan juntos. ...porque donde se reúnen dos o tres en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos. (v. 20)

Esto hizo reflexionar a Shim'on (Pedro) quien muy probablemente escuchó a los maestros de ley de su generación enseñar acerca del perdón en alguna sinagoga. Se solía explicar que uno debía perdonar hasta tres veces en un mismo día a su hermano, ya una cuarta vez no se le debía perdonar. Shim'on ha de haber creído que el standard de Yeshúa era más alto, y que quizá siete es mejor que sólo cuatro veces. Entonces Pedro se acercó a Jesús y le dijo: —Señor, ¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano si no deja de hacerme mal? ¿Debo perdonarlo aun si peca contra mí hasta siete veces? (V.21)

Muchas personas que creen en Dios estiman que 7 veces es suficiente, hay otros que creen que 70 veces siete es todavía mejor, e incluso hay muchos que consideran que 7 a la 70 potencia es lo correcto. Personalmente no creo que haya un número o una cantidad limite. Se trata de entrenar nuestro corazón -como un deportista de alto rendimiento- para dar perdón cada vez que seas ofendido y no perder el tiempo contando las ofensas ni las necedades―No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús—.(V.22)

La relación de los doce aprendices de Yeshúa no debió de ser perfecta y sin malestares entre ellos doce juntos todo el tiempo. Tenían edades dispares y brecha generacional, uno allí era muy impulsivo y listo para la acción, otros eran jóvenes y valoraban mucho su relación con Jesús. había unos hermanos que aspiraban a ser secretarios de estado, a otro le atraían los recursos económicos, otros tenían pasión política, etc. No eran un grupo fácil. Ningún grupo es fácil, ni perfecto. Los heridos en el pasado suelen herir a otros en el futuro. Todos nos herimos, a veces sin ni siquiera saberlo. Adicionalmente todos traemos defecto (s), en la tienda -el mueble de los descuentos- suele estar lleno de mercadería con defectos; unos fácilmente visibles y otros un poco más ocultos, si te tomas más tiempo revisándolos lo vas a encontrar. Es igual con las personas, cuanto más tiempo pasan juntos más defectos encuentras. Nuestro problema está en que mis hábitos molestos no los puedo observar ni en el espejo, y cuando llego a descubrir uno lo justifico inmediatamente, así actuamos siempre. Evitamos la corrección. Las excusas son sólo para mi, pero las faltas son sólo para todos los demás.

¿Qué me provoca la falta de perdón o el perdón "retenido"? Estorba mi sana relación con Dios. Le das herramientas al adversario para acusarte en la corte del cielo. Si por casualidad te enojas no lleves tu enojo hasta el siguiente día pues el enojo nos lleva fácilmente a pecar. La ira y el enojo nos llevan a experimentar más dolor a lo largo de nuestra vida. No te des el lujo de ir a la cama enojado con tu pareja. El tiempo que pasamos enojados con alguien es tiempo no aprovechado, mal gastado, es tiempo perdido y no vuelve. Mi fe es neutralizada cuando yo me enojo.
El enojo y el enfado son decisiones de la voluntad, es una actitud que yo adopto y me predispongo ante alguien. Hay un misterio que opera cuando tú oras frecuentemente por alguien. Si tú oras a diario por tu pareja, se te hará muy difícil odiarle, si tú oras a diario por tu hermano, no le podrás odiar. Si tú oras por alguien que te hizo daño, lo que va a ocurrir es que Dios le convencerá de arrepentimiento.
El trabajo de Dios es ayudar, bendecir y perdonar a las personas que toda su vida le han ignorado. Orar por quien te hace mal rompe la coraza —Confíen en Dios. Les aseguro que, si tienen confianza y no dudan del poder de Dios, todo lo que pidan en sus oraciones sucederá. Si le dijeran a esta montaña: “Quítate de aquí y échate en el mar”, así sucedería. Sólo deben creer que ya está hecho lo que han pedido. »Cuando oren, perdonen todo lo malo que otra persona les haya hecho. Así Dios, su Padre que está en el cielo, les perdonará a ustedes todos sus pecados. Marcos 11:23-26.

Suéltalo, déjalo, desátalo, déjalo ir, libérate, deslígate, rompe la cadena que te une y que te liga a esa otra persona en tu pasado. Dile a tu voluntad: -Ya déjalo irse. 

»En el reino de Dios sucede algo parecido a lo que cierta vez sucedió en un país. El rey mandó llamar a sus empleados para que le informaran cómo andaban sus negocios y para que le pagaran todo lo que le debían. »Cuando comenzó a sacar cuentas, le llevaron un empleado que le debía sesenta millones de monedas de plata. Como el empleado no tenía dinero para pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa y sus hijos, y que vendieran también todo lo que tenía. Así, con el dinero de esa venta, la deuda quedaría pagada. »Pero el empleado se arrodilló delante del rey y le suplicó: “Señor, deme usted un poco más de tiempo y le pagaré todo lo que le debo.” »El rey sintió compasión de su empleado y le dijo: “Vete tranquilo; te perdono todo lo que me debes.” »Al salir del palacio del rey, ese empleado se encontró con un compañero que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y le dijo: “¡Págame ahora mismo lo que me debes!” »El compañero se arrodilló delante de él y le suplicó: “Dame un poco más de tiempo y te lo pagaré todo.” »Pero aquel empleado no quiso darle tiempo, y mandó que metieran a su compañero en la cárcel, hasta que pagara el dinero que le debía. »Los otros compañeros, al ver lo que había pasado, se molestaron mucho y fueron a contárselo al rey. »Entonces el rey mandó llamar a aquel empleado y le dijo: “¡Qué malvado eres! Te perdoné todo lo que me debías, porque me lo suplicaste. ¿Por qué no tuviste compasión de tu compañero, así como yo la tuve de ti?” »El rey se puso furioso, y ordenó que castigaran a ese empleado hasta que pagara todo lo que le debía. Jesús terminó diciendo: «Lo mismo hará Dios mi Padre con cada uno de ustedes, si no perdonan sinceramente a su hermano.» Mateo 18: 23-35.

Este mensaje es muy fuerte, es una palabra muy poderosa. Si no perdonas la ofensa, al final te van -además- a castigar por no otorgar el perdón. Es más barato perdonar que guardar rencor y odio. Un fariseo llamado Simón invitó a Jesús a comer en su casa. Jesús aceptó y se sentó a la mesa. Una mujer de mala fama, que vivía en aquel pueblo, supo que Jesús estaba comiendo en casa de Simón. Tomó entonces un frasco de perfume muy fino, y fue a ver a Jesús. La mujer entró y se arrodilló detrás de Jesús, y tanto lloraba que sus lágrimas caían sobre los pies de Jesús. Después le secó los pies con sus propios cabellos, se los besó y les puso el perfume que llevaba. Lucas 7: 36-38

En contraste aquí hay dos personas; una con pecados públicamente conocidos y otra con muchos pecados ocultos. La mujer de mala fama que había hecho un pequeño tesoro a través de sus ganancias deshonestas con malas prácticas, y que a diferencia de Simón sus faltas no eran ocultas, eran públicas. Ella no se detuvo ante nada para manifestar su respeto por Jesús. Ella tampoco dejó de mostrar admiración de manera pública y se desbordó de pasión. A la vez Simón observaba las faltas pasadas de la mujer, y menospreció a Jesús, todo lo mantenía oculto, allí en el fondo de su corazón. Para sorpresa de Simón, Jesús sí observa nuestro corazón, nada le queda oculto, así que su maldad y sus errores eran igual de visibles para Jesús como los de la mujer. Sin embargo Jesús no avergonzó a ninguno de los dos, ni lo hace contigo. A pesar de ser igual de vulnerables al error y a pecar, Jesús prefirió la compañía de la mujer. Con todo este escenario frente a sus ojos Jesús no se molesta y todavía desea restaurar, bendecir y dar una nueva oportunidad a Simón. Lee cuidadosamente: Jesús dijo: —Simón, tengo algo que decirte. —Te escucho, Maestro —dijo él. Jesús le puso este ejemplo: —Dos hombres le debían dinero a alguien. Uno de ellos le debía quinientas monedas de plata, y el otro sólo cincuenta. Como ninguno de los dos tenía con qué pagar, ese hombre les perdonó a los dos la deuda. ¿Qué opinas tú? ¿Cuál de los dos estará más agradecido con ese hombre? Simón contestó: —El que le debía más. —¡Muy bien! —dijo Jesús. Luego Jesús miró a la mujer y le dijo a Simón: —¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, tú no me diste agua para lavarme los pies. Ella, en cambio, me los ha lavado con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. Tú no me saludaste con un beso. Ella, en cambio, desde que llegué a tu casa no ha dejado de besarme los pies. Tú no me pusiste aceite sobre la cabeza. Ella, en cambio, me ha perfumado los pies. Me ama mucho porque sabe que sus muchos pecados ya están perdonados. En cambio, al que se le perdonan pocos pecados, ama poco. Después Jesús le dijo a la mujer: «Tus pecados están perdonados.» Los otros invitados comenzaron a preguntarse: «¿Cómo se atreve éste a perdonar pecados?» Pero Jesús le dijo a la mujer: «Tú confías en mí, y por eso te has salvado. Vete tranquila.» Lucas 7: 40-50

La oportunidad de ser restaurado aquí y ahora no está disponible solo para Simón, lo está también para nosotros. El amor y el perdón no viajan en carros separados, viajan juntos. Hay una fuerte relación entre el tamaño de nuestras deudas perdonadas y el amor que se manifiesta. No hay mayor impacto evangelístico que amar a quien te ha menospreciado o te ha hecho daño.
Simón disfrutó de una oportunidad única en su propia casa. Dios le visitó y le habló. Simón, por su parte, escucho y decidió. A pesar de todo lo que aquí se pudo observar, los religiosos legalistas decidieron no aceptar el perdón disponible, y no se beneficiaron con la oportunidad que se les presentó, menospreciaron a Jesús y a su Palabra y mantuvieron su standard religioso. Jesús no salió molesto, ni se irritó, tampoco levanto su voz con molestia, ni le guardó rencor. Aquel que insiste en mantener ocultos sus errores y desaciertos no va a prosperar en el cielo, ni en la tierra. Por el contrario aquel que sí los confiesa podrá disfrutar de una nueva oportunidad y de todos sus beneficios incluidos. La amplia gracia es un periodo de tiempo, como todo aquí tiene un inicio y un fin, no estará disponible siempre. Hoy es un buen día para aceptar la oferta de Jesús a través de su perdón. 

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