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La cruel cruz, el camino a la gloria.

Los billetes y monedas -de cualquier denominación- de mi país muy probablemente no tendrán valor para comprar productos y servicios más allá de sus fronteras en tierra firme y en sus islas, por ejemplo, si los llevara conmigo de viaje a la China o al Japón, no creo que pueda comprar alguna cosa con mis billetes. Esto me lleva a pensar en el valor que poseen las cosas. ¿Cuál es el valor de la cruz de Jesús y su sacrificio voluntario?
La cruz se convirtió en un símbolo del cristianismo al menos dos o tres siglos después de la iglesia primitiva. Y aunque Ud. no lo crea, todavía hoy está vigente su uso en el medio oriente, muy cerca del lugar donde surgió la humillante muerte por crucifixión. Voy a abrir un paréntesis necesario.
Cuando Dios ordena a Adán y Eva abandonar el Jardín del deleite, les promete que un hijo de sus hijos vendrá a redimirlos del pecado y de la muerte y a retomar el dominio sobre la tierra.
La muerte en la cruz llega a los romanos a través de los griegos y éstos a su vez de los cartagineses y los fenicios. Para muchos historiadores su origen fue en Asiria en el siglo VI antes de la era común. El rito de la crucifixión posiblemente tiene su origen con los imperios persas que encontraron en ésta una forma humillante de castigar y dar muerte ejemplar a quienes socavaran las bases de su imperio; usualmente esclavos y rebeldes. Desde allí, poco a poco se extendió su uso hacia el Mediterráneo y sus imperios.
Imperio romano. Los ciudadanos romanos no eran víctimas elegibles para este castigo dado su alto nivel de humillación y crueldad. Pero, hicieron uso extendido de este castigo a lo largo de su territorio por muchos siglos. Los verdugos romanos previamente azotaban con un látigo -flagrum taxillatum-  a la víctima hiriéndole en su espalda; usualmente cuarenta menos uno, y obligando a cargar parte de la cruz (el yugo horizontal) fuera de la ciudad. La muerte en la cruz llegaba lentamente; luego de algunas horas o días después de ser colocado allí. Generalmente por causa de fatiga y asfixia. Al reo condenado lo colgaban sin sus vestidos; aunque en el caso de la provincia de Judea no se les permitía quedar completamente sin ropa. La ley judía no permitía castigar a un condenado a muerte con este método, ni desvestir a la víctima. Luego sería atado y clavado, luego subido al poste vertical (stipes), de brazos y pies, donde quedaría colgado en ésta. Para alargar un poco más la agonía del reo también se colocaba un apoyo a la altura de la cadera, y para acompañar la humillación pública se solía agregar un rotulo irónico y burlón con dedicatoria del imperio romano referente al delito, en la parte superior del patíbulo. Sobre todo esto hay suficiente evidencia histórica.

¿Quién era el responsable, quién fue juzgado y hallado culpable. Quién merecía la crucifixión, quién falló, erró y pecó? La respuesta, es la misma en todos los casos. Cada uno hemos fallado, no hay nadie bueno, no puedo decir yo soy libre de culpa y de maldad.
Pero en la ley de Moisés se permite que un cordero -de un año, sin manchas, ni defectos- substituya al transgresor culpable por sus pecados.

"Quien sólo vive para pecar, recibirá como castigo la muerte. Pero Dios nos regala la vida eterna por medio de Jesús, nuestro Señor." Romanos 6:23
La muerte por crucifixión aplicada por el imperio romano a Jesús.

Jesús hijo de José
-Yeshúa ben Yósef- después de recibir 39 azotes en la parte trasera de todo su cuerpo, salió cargando un yugo desde el pretorio, posiblemente desde la Fortaleza Antonia (Fortaleza Marco Antonio) en dirección oeste hasta llegar a un cerro a las afueras de Jerusalén, fue colgado de una cruz del tipo Tau minúscula, el 15 de Nisan (cuarto día de la semana) -Yom Revii- muriendo entre las 3:00 y las 5:00 p.m. durante el Séder de Pésaj en el cerro de La Calavera (arameo: Gulgalta) a las afueras de la ciudad de Jerusalén. En esa misma fecha hubo en Jerusalén, otros dos hombres condenados para morir crucificados, ellos tres serían los únicos judíos que ese día no celebrarían la cena de Pascua en Jerusalén. Tampoco se trató de la primera vez, ni la única, ni la última vez que un judío fuera crucificado en ese lugar o en esa misma cruz. Las mujeres de la ciudad salieron por las calles a lamentar su injusto juicio y condena, mientras los once discípulos se escondían.
Esta humillante práctica (muerte por crucifixión) fue abandonada 
-después- por Roma cerca del año 337 de la era común con el emperador Constantino.

Cuando nosotros los pecadores no podíamos salvarnos, Jesús murió por nosotros. Murió en el momento elegido por Dios. En realidad, no es fácil que alguien esté dispuesto a dar su vida por otra persona, aunque sea buena y honrada. Tal vez podríamos encontrar a alguien que diera su vida por alguna persona realmente buena. Pero Dios nos demostró su gran amor al enviar a Jesús a morir por nosotros, a pesar de que nosotros todavía éramos pecadores. Romanos 5:6-8
Los clavos se colocaban en los brazos y en los pies para sostener el peso del cuerpo.

El amor es lo más fuerte, no eran necesarios los clavos en esa cruz. Aquellos que han sido atraídos y cautivados por Jesús han descubierto que más fuertes que los lazos y los clavos que mantuvieron a Jesús pegado a esa cruz, fue su amor por ti y por mi. Nadie ha pagado un precio más alto, por alguien que no valía nada. Cada ser humano que abre su corazón a Jesús y recibe su sacrificio como valido y efectivo para sí, abre la puerta para su redención y perdón. Se trata de un sacrificio voluntario de expiación, uno que nos colocó -por fin- en paz con Dios. Se trata de creer y de recibir, de confiar en Dios. Pero hay algo más. Su sacrificio establece un nuevo pacto, una nueva alianza, abre un nuevo tiempo, una nueva oportunidad para establecer una nueva relación.
Pagar las deudas a satisfacción.

Nuestras deudas eternas fueron pagadas desde esa tarde de pascua hace dos mil años atrás. Un cordero inocente sustituyó nuestra culpa, maldad, pecado, injusticia, mentiras y excusas.

וְהוּא מְחֹלָל מִפְּשָׁעֵנוּ מְדֻכָּא מֵעֲוֹנֹתֵינוּ מוּסַר שְׁלוֹמֵנוּ עָלָיו וּבַחֲבֻרָתוֹ נִרְפָּא־לָנוּ ׃
"Pero -Él- fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud." Isaías 53:5

Nuestra deuda eterna -actas de decretos- con el banco del cielo no podía seguir siendo pagada en plazos a través de la sangre de víctimas inocentes de un año en el sacrificio, tanto por la mañana como por la tarde. Dios se agrada mucho más en nuestra obediencia que en los sacrificios. Jesús es el cordero que esperaban Abraham e Isaac.  Es el cordero que había sido aprobado por los pastores del templo en Belén el día de su nacimiento, es el cordero de Dios como lo identificó Juan -Yôḥānān- en la orilla del río Jordán, aquel que no abrió su boca para quejarse.
Un buen día, un padre y su hijo tomaron el camino a través del desierto que conduce a la parte alta de la montaña en la tierra de Moriah, por el otro lado de la misma montaña subía la provisión a la demanda de Dios para validar el corazón de este padre. Se trataba de un viaje que solamente duraría tres días, y ese tercer día el hijo le preguntó ¿Dónde está el cordero?

"Abraham le respondió: —Ya Dios se encargará de darnos el cordero, hijo mío. Y así siguieron juntos su camino." Génesis 22:8

Se ha preguntado -Usted- que hacía ese cordero atrapado entre espinas; preguntas trampas, mentiras y falsos testigos. ¿Por qué tomó Yeshúa un camino tan lleno de violencia y de sangre? ¿Por qué soportar tanto dolor? ¿Por qué poner su cara a los duros puños y la frente a las agudas espinas? ¿Por qué tolerar las burlas y el disfraz "del rey de los judíos"? ¿Por qué perder la barba de un jalón? ¿Por qué permitir que te corten la piel de tu espalda en 39 azotes? ¿Por qué cargar el peso terrible de esa cruz? ¿Por qué no llamar a las dos legiones de ángeles, por qué no clamar al brazo fuerte del Señor? ¿Por qué escoger el silencio, la humillación y la vergüenza? ¿Por qué mantener sus brazos abiertos mientras te insultan aquellos que estás redimiendo? ¿Por qué perdonar la iniquidad y la crueldad? ¿Qué alto valor ve en medio de nuestra maldad y corrupción?

נִגַּשׂ וְהוּא נַעֲנֶה וְלֹא יִפְתַּח־פִּיו כַּשֶּׂה לַטֶּבַח יוּבָל וּכְרָחֵל לִפְנֵי גֹזְזֶיהָ נֶאֱלָמָה וְלֹא יִפְתַּח פִּיו ׃
"Fue maltratado y humillado, pero nunca se quejó. Se quedó completamente callado, como las ovejas cuando les cortan la lana; y como cordero llevado al matadero, ni siquiera abrió su boca." Isaías 53:7

Israel toda; sus sacerdotes, sus ancianos, las tribus que regresaron al sur, los pastores, los pescadores, los publicanos, los príncipes, los ricos, los pobres, los niños, las mujeres, los leprosos, los paralíticos, los ciegos y sordomudos, los cambistas. Nadie creyó al anuncio, ni escucho a Yohanán cuando le presentó. No estuvimos atentos, lo ignoramos y lo menospreciamos.
"Al día siguiente, Juan vio que Jesús se acercaba. Entonces le dijo a toda la gente: «¡Aquí viene el Cordero de Dios que quita el pecado de la gente del mundo! Por medio de él, Dios les perdonará a ustedes todos sus pecados." Juan 1:29

No fuimos comprados a precio de lingotes de oro, criptomonedas, ni de monedas de oro, ni de plata, ni títulos o bonos soberanos. Cuando su Padre busco entre sus tesoros del cielo aquello que tuviera el mayor valor no encontró nada que satisficiera a su sed de justicia, pero miró a su único Hijo. Nos compró al precio más alto, con su propia sangre.
"...Y bien saben ustedes que, para liberarlos, Dios no pagó con oro y plata, que son cosas que no duran; al contrario, pagó con la sangre preciosa de Jesús. Cuando Jesús murió en la cruz, fue ofrecido como sacrificio, como un cordero sin ningún defecto." I Pedro1:18b-19

Jesús nos despojó. Sin siquiera darnos cuenta, Jesús nos quitó nuestras faltas, se llevó nuestra maldad, nuestro vano orgullo, los pobres argumentos, nuestro dolor, el conflicto interno, la insatisfacción, la enfermedad, y la muerte. Por eso hay quienes dicen que en el cerro de la calavera esa tarde había tres ladrones. Él del centro se robó todo lo anterior y también nuestro corazón.
"Jesús hizo suyos nuestros pecados, y por eso murió en la cruz. Lo hizo para que nosotros dejemos por completo de hacer el mal, y vivamos haciendo el bien. Jesús fue herido para que ustedes fueran sanados." I Pedro 2:24


La humillante cruz nos tendió una escalera en el último minuto, creó un camino donde no lo había, perdonó nuestra corrupción, pecado y maldad, limpió las heridas infectadas de tanto pecar, puso bálsamo fresco y calmó nuestra aflicción.
Allí fuimos revalorados a precio de sangre, allí se compró nuestra paz, nuestra deuda de justicia se pagó. Fuimos re etiquetados al más alto valor posible en la tierra y el cielo. La justicia del cordero de la Pascua que cumplió toda la ley; supera toda mi culpa, supera mis errores, supera mi maldad, supera mis pecados, mis argumentos, mis excusas, supera mis dudas, supera mi pasado, saca fuera todo el temor. Jesús me recibe así mismo como estoy y como soy, Jesús me transforma como nadie.

Un día, cuya fecha nadie conoce, este mismo callado cordero regresará en la forma del león de la tribu de Judá y gobernará la tierra y juzgará a todos los hombres.


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