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Mi identidad está escondida en Dios.

En muchos países existen documentos de identificación que permiten verificar que uno es quien dice ser, a través de fotografías, de códigos de barras, números y hasta microchips con datos de nacimiento y registro oficial. Valiéndose de muchos otros sistemas para validar que eres la persona que dices ser y que no se trata de una usurpación de identidad. Para ésto se crean tarjetas, pasaportes o credenciales. Pero la identidad de cada persona es más que una tarjeta de identificación o un código numérico. La identidad tampoco son las etiquetas groseras que nos decían los crueles compañeros de la escuela, o los vecinos del barrio, o dentro de nuestra propia familia. ¿Cuál es entonces mi identidad? 

La palabra identidad viene del latín identitas y este de idem (Lo mismo) que es idéntico. La identidad trata de un grupo de rasgos o característica propia de una persona o de una congregación que le caracteriza frente a los demás, podemos entenderla como el conjunto de características e informaciones que singularizan y destacan a alguien, le confirman quién es, y hacen imposible que sea otro. Identidad define como hemos sido diseñados y creados. Propósito y destino, surge como consecuencia de lo anterior. Dios ha hecho a cada uno a semejanza suya, conforme a su imagen. Es a través de ésta que las personas logramos describirnos como únicas y nos podemos distinguir de los otros, ahora bien, esto está en estrecha asociación con la experiencia personal. Personalmente, entre más aprendo del Yo soy, mejor conozco quién yo soy

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre (Jesús), les dio potestad (autoridad y poderes) de ser hechos hijos de Dios...
Juan 1:12

Al inicio, en el mismo arranque del ministerio público de Jesús en el río Jordán se escucha un anuncio público, la proclama de un decreto del cielo que afecta a la nación de Israel.

...y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma de paloma. Luego se oyó una voz que desde el cielo decía: «Tú eres mi Hijo, a quien quiero mucho. Estoy muy contento contigo Lucas 3:22
Dios en su conocimiento infinito de las cosas y de los tiempos, y sin acudir al consejo de nadie más, ha ordenado lo que sucede en el cielo, y en la tierra. Muchas veces no logramos comprender la sabiduría de Dios, ésta nos supera ampliamente.
En las escrituras se encuentran muchos decretos bajo la figura del consejo de Dios, la voluntad soberana de Dios. Existe un decreto de parte de nuestro Padre celestial que define perfectamente qué soy. Tú eres mi hijo, hoy he llegado a ser tu Padre. Define exactamente nuestro origen, el punto de partida y la relación de familia que existe entre nuestro buen Padre en el cielo y cada uno de nosotros.

Voy a dar a conocer lo que Dios ha decidido.Él me dijo:
«Tú eres mi hijo; desde hoy soy tu padre.
Salmo 2:7

A veces pensamos -equivocadamente- que no tenemos una raíz, que no hay una relación de paternidad que nos reúna con alguien más, caminamos sobre la tierra como machos sin dueño o burros sin mecate.  Todo eso hasta hoy, pues conocemos que no estamos huérfanos, que podemos sentirnos en familia dentro de una relación de padre e hijo con el cielo. Sabemos ahora que no somos hijos del diablo y que él no posee autoridad sobre mi vida y mis posesiones. Soy el hijo del Dios de la vida. 
A partir del cumplimiento de este decreto, Usted será guiado por el Espíritu de Dios(capacidad para vencer sobre los frutos de la carne), es el mismo Espíritu quien te autoriza y permite llamar a Dios: ¡Papá! Es su mismo Espíritu quien nos declara que somos sus hijos, con la misma capacidad de Cristo en derechos y deberes.
El verbo adoptar viene del latín adoptare con el mismo significado. Este verbo se compone de ad (aproximación o asociación) y el verbo optare (elegir, escoger, desear). Adoptare expresa la idea de elegir o desear a alguien o algo para asociarlo o vincularlo a sí mismo. La adopción se entiende como un procedimiento legal mucho más frecuente en la sociedad romana que en la cultura hebrea o en la del Oriente Medio. Pablo, como ciudadano romano, nacido en Tarsus(Ταρσός), Asia Menor ha estado familiarizado con ésta. Usualmente ocurría cuando un adulto rico no tenía un heredero para sus posesiones. Él entonces adoptaba a alguien como su heredero —podía ser un niño, un joven o un adulto. Inmediatamente ocurría la adopción, varias cosas pasaban a cumplirse en este nuevo hijo. En primer lugar, sus antiguas deudas y sus obligaciones legales se liquidaban; en segundo lugar, tenía un nuevo nombre e instantáneamente pasaba a ser el heredero de todo lo que el padre tenía; en tercer lugar, su nuevo padre se hacía responsable de todas sus acciones (sus deudas, crímenes, etc.); pero, en cuarto lugar, el nuevo hijo también tenía nuevas obligaciones para honrar y agradar a su padre. Aunque originalmente aplicaba a hijos varones, Pablo nos amplia la cobertura a hombres y mujeres. La adopción no es algo que un hijo tramita, trabaja o paga, es un acto de gracia de un padre.

Todos los que viven en obediencia al Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Porque el Espíritu que Dios les ha dado no los esclaviza ni les hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: «¡Papá!» El Espíritu de Dios se une a nuestro espíritu, y nos asegura que somos hijos de Dios. Y como somos sus hijos, tenemos derecho a todo lo bueno que él ha preparado para nosotros. Todo eso lo compartiremos con Cristo. Y si de alguna manera sufrimos como él sufrió, seguramente también compartiremos con él la honra que recibirá.
Romanos 8:14-17 

Por ser hijos de Dios, él nos ha dado su Espíritu. Somos sus herederos junto a Cristo. 
La identidad de Jesús puede entenderse a partir no únicamente de las palabras y las enseñanzas que él nos comparte. Mi identidad no descansa en mis dichos, crean a los hechos de mi obediencia. 

Yo les he dado a mis seguidores el mismo poder que tú me diste, con el propósito de que se mantengan unidos. Para eso deberán permanecer unidos a mí, como yo estoy unido a ti. Así la unidad entre ellos será perfecta, y los de este mundo entenderán que tú me enviaste, y que los amas tanto como me amas tú.
Juan 17:22 

Por esta razón Dios ha compartido la gloria de su unidad divina con los hombres. Para qué sean uno, así como el Padre y Jesús son uno. Hay una necesidad urgente de caminar en la identidad de Dios, no podemos acudir al consejo de hombres que cada tanto cambian su criterio y opinión acerca de su origen, su identidad y su destino para evitar malestar interno por el juicio de Dios, para evitar arrepentirse de su maldad y vivir en obediencia, bajo su dirección y guía.
Muchas veces al día asumimos y repetimos frases que escuchamos por ahí, en películas, en canciones populares, en el vecindario, en la escuela, en el trabajo y vamos -poco a poco- llenando nuestra mente y corazón de decretos inexactos, y falsos acerca de nuestra identidad. A partir de este mismo instante podemos dar un giro y cambiar, podemos expresar los decretos que dan forma a nuestra identidad en Dios: Yo soy hijo de Dios. Soy amado por Dios. He sido escogido para buenas y grandes obras. Soy bendecido, soy perdonado y estoy sin culpa, soy justo ante sus ojos, soy hecho totalmente nuevo, he muerto al pecado, soy salvado, soy redimido, estoy reconciliado, soy valiente como un león, soy coheredero con Cristo, soy motivo de orgullo para el Padre, tengo la mente de Cristo, mi espíritu está rendido a su Espíritu, su amor vive en mi, soy promotor del Reino de Dios, me ungió con aceite de gozo y no con tristeza.
Partiendo de todo lo anterior podemos decretar sobre nuestra propia realidad una vida que honre al nombre de nuestro Dios, que le dé más gloria a su Gloria, nos mantendremos atentos a su voz, meditaremos de día y de noche en sus dichos (no los ignoraré como los necios) evidenciaremos con nuestra obediencia que tenemos un Padre. Nuestros dichos serán los dichos de nuestro Padre, serán palabras que exalten y publiquen sus maravillas en medio de nuestra vida. Un árbol solamente puede producir fruto bueno por su ADN, por su origen, según su especie. 

Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien y vivas largo tiempo sobre la tierra.
Efesios 6:1-3

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