Cuando era niño, crecí en una urbanización a las afueras de la ciudad, de esas que llaman suburbios o colonias. Allí había muchos niños así que no era difícil encontrar un amigo con quien jugar un rato. Casi que en cada casa había un potencial compañero para jugar, así crecí en medio de muchos amigos.
Desde esos días a hoy, la tierra ha dado varias vueltas al sol. Muchos seguimos viviendo en las mismas casas donde crecimos, salimos de ésta, regresamos y ahora nuestros hijos han crecido allí. El número de amigos de esos años se ha reducido, y eso viene con la edad. Tener amigos es muy importante, son parte de nuestro desarrollo como persona, y serán el equipo de apoyo en momentos difíciles.
Las relaciones de amistad nos hacen resilientes, los amigos de verdad te dicen lo malo sin que les tiemble la voz; si una camisa no te luce bien te lo dicen de golpe, nos brindan compañía, nos ayudan a entendernos mejor, nos muestran cosas que los espejos no nos revelan, y también guían y potencian nuestros talentos. Hay un amigo que está esperando tu invitación para iniciar y mantener una relación, una que será de mucho beneficio. Este amigo te ama como nadie, te restaura y transforma como nadie.
Curiosamente, la relación ideal con este amigo no se limita a las paredes dentro de los templos, o a las reuniones con creyentes en alguna casa, ni al horario de reuniones o consejería, o a las platicas entre amigos de la iglesia. Es una relación de 24 horas, sin limites geográficos, te acompaña en todo lugar. Es alguien que está contigo mientras duermes, mientras trabajas, mientras estudias, te acompaña en medio de tu grupo de amigos, en la soledad, en las reuniones, en las despedidas, al cerrar la puerta, al apagar la luz, mientras navegas en Internet, mientras conduces tu vehículo.
Cuando Dios comenzó a crear el cielo y la tierra, la tierra no tenía forma, ni había en ella nada que tuviera vida. Las aguas estaban cubiertas por una gran oscuridad, pero sobre la superficie del agua se movía el espíritu de Dios.
Génesis 1:1
La primera persona manifiesta de Dios, el Espíritu de Dios. Durante los días en que Dios creaba la tierra el Espíritu de Dios (Espíritu Santo) se movía(aleteaba) y estaba sobre(revoloteaba) las aguas desordenadas. Se trata de una persona divina y como persona, el Espíritu de Dios, posee sentimientos, posee emociones, es un ser social; puede hablar, escuchar, podemos platicar con éste. Podemos tener todo tipo de prácticas con éste. Pues es alguien amigable.
Muchas veces limitamos nuestra relación con el Espíritu de Dios a los dones (regalos) que el reparte, a su presencia y las emociones alrededor de su visitación, etc. La Palabra que tenemos en nuestra mano hoy utiliza varias palabras en hebreo y griego para mencionarlo:רוג'ה הקודש -Ruaj Hakodesh- aliento de vida o aliento de Dios en idioma hebreo. En la iglesia del nuevo testamento se le llama-πνεῦμα- pneuma: espíritu, soplo, respiración, hálito, viento en griego. También se le llama -parakletos- paracleto, παρακλέτος es un amigo íntimo que me guarda la espalda y defensor familiar, alguien que asesora legalmente mientras eres acusado. Dýnamis, δυναμικές poder o fuerza.
Hay un reto en esta relación para nuestra generación, pues la iglesia del siglo 21 le limita a una relación inconstante solo está invitado a actos dentro del marco de acciones dentro de la iglesia y del templo. No le permitimos participar de las actividades de la rutina diaria. Hay casos de creyentes que comienzan a dar pasos en dirección a Dios; reciben la revelación de un humano necesitado de un salvador para librarles del castigo del pecado, reciben revelación del poder que hay en el sacrificio de Jesús sobre una cruel cruz romana, reciben conocimientos e información histórica, y logran salvar su vida. Lastimosamente, no poseen una comunicación fluida entre su propio espíritu recién resucitado y el de Dios. Viven como un soldado en el frente, con pocas armas, sin poder de fuego y sin radio comunicación directa. Desde hacía algún tiempo, un hombre llamado Simón andaba por ahí. Este Simón asombraba a la gente de Samaria con sus trucos de magia, y se hacía pasar por gente importante. Ricos y pobres le prestaban atención, y decían: «Este hombre tiene lo que se llama el gran poder de Dios.» Toda la gente prestaba mucha atención a los trucos mágicos que realizaba. Pero llegó Felipe y les anunció las buenas noticias del reino de Dios. Les habló acerca de Jesús, el Mesías, y todos en Samaria le creyeron. Y así Felipe bautizó a muchos hombres y mujeres. También Simón creyó en el mensaje de Felipe, y Felipe lo bautizó. Y Simón estaba tan asombrado de los milagros y las maravillas que Felipe hacía, que no se apartaba de él. Hechos 8:9-13.
Hace unas semanas Jesús ha sido crucificado en Jerusalén, pero en esa misma ciudad hay un brujo llamado Simón, y se hace llamar el gran poder de Dios. Por otra parte, Felipe ministraba el Reino de Dios. Anunció el Reino de Dios, y muchos creyeron, incluidos entre éstos estaba Simón el mago (brujo), y éste estaba asombrado, abrumado, maravillado del poder manifiesto de los apóstoles, poder que no nace de ellos, poder que fluye desde una fuente que es una persona divina.
Existen algunas visiones incorrectas y mal entendidas acerca de la persona de Dios (El Espíritu Santo): No es solamente una energía, cuando Él se manifiesta lo sí lo hace con poder y autoridad, pero esto es solo un efecto de que Él está presente. Él se manifiesta y toma el control y dirige como, cuando, a quien él desea. No es un relajo, no es desorden, ni algo alocado. El creyente lleno de su presencia cede el gobierno, deja la autoridad a éste. No se trata de un objeto, es alguien y yo puedo establecer una relación con Dios, nos podemos tratar de persona a persona (P2P).
Los apóstoles estaban en Jerusalén. En cuanto supieron que la gente de Samaria había aceptado el mensaje de Dios, mandaron allá a Pedro y a Juan. Cuando éstos llegaron, oraron para que los nuevos seguidores recibieran el Espíritu Santo, porque todavía no lo habían recibido. Y es que sólo habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces Pedro y Juan pusieron sus manos sobre la cabeza de cada uno, y todos ellos recibieron el Espíritu Santo. Hechos 8:14-17.
Pedro y Juan visitaron a la joven congregación de creyentes en Samaria. Los miembros de la iglesia de este lugar ya eran salvos por creer en Jesús, y solo se habían bautizado en agua. Pedro y Juan ven la necesidad de darles más. Todo eso está bien, pero no será suficiente para ser testigos del poder que comparte el consolador.
El espíritu de Dios, debe ser invitado: Él va donde es invitado y no va cuando no es invitado, Él desciende, se recibe a través de la imposición de manos de los apóstoles:
Se solicita.
Se imponen manos para recibirle.
Se recibe, pues nos es dado.
Al ver Simón que la gente recibía el Espíritu Santo cuando los apóstoles les ponían las manos sobre la cabeza, les ofreció dinero a los apóstoles y les dijo:—Denme ese mismo poder que tienen ustedes. Así yo también podré darle el Espíritu Santo a quien le imponga las manos. Hechos 8: 18-19.
Simón en su ignorancia quiso pagar por el don de imponer manos y dar poder.
Pero Pedro le respondió:—¡Vete al infierno con todo y tu dinero! ¡Lo que Dios da como regalo, no se compra con dinero! Tú no tienes parte con nosotros, pues bien sabe Dios que tus intenciones no son buenas. Claramente veo que tienes envidia, y que no puedes dejar de hacer lo malo. Tienes que dejar de hacerlo. Si le pides perdón a Dios por tus malas intenciones, tal vez te perdone. Hechos 8:20-23.
Nuestra naturaleza pecaminosa es la fuente de nuestra iniquidad. Simón el mago, es un creyente gobernado por su vieja naturaliza. Jesús no es todavía su Señor.
La labor del Espíritu Santo: Revelar nuestro pecado, redargüir. Nos muestra la fuente, si algo viene de Dios, o si proviene de nuestra vieja naturaleza. Nos da certeza, señala el pecado dentro de mi, nos convence. Nos guía, nos muestra a un Dios Padre, nos libera de la iniquidad y de la condenación.
Simón les suplicó: —¡Por favor, pídanle a Dios que me perdone, para que no me vaya al infierno!
Simón el mago, con humildad pidió ayuda a los apóstoles. Rueguen para que mi vida no llegue al infierno por pensar que la presencia de Dios es negociable con dinero, que se adquiere a través de sobornos. Sin darse cuenta, puso en alto riesgo su propia vida. Ese temor o respeto a Dios abrirá camino a la sabiduría para aquel que la desee.
De la misma manera que Juan y Pedro impartieron entre los creyentes de Samaria "algo más" que solo la salvación y su testimonio público a través del bautismo. Hoy mismo podemos buscar, podemos invitar, podemos recibir ese regalo de Dios.
Te motivo para que invites al Espíritu Santo a llenar tu vida. Descubre al mejor amigo que pudieras llegar a tener.
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