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Cuando eres el último de la fila

¿Te has sentido como el último de la fila a lo largo de tu vida? La palabra de Dios se detiene hasta el detalle en documentar -al menos- dos encuentros que tuvo Jesús con las personas más importantes dentro de su territorio. Previo a este encuentro ambas eran lo último de la condición humana, lo último entre la sociedad de ese entonces. Ambas personas son el cumplimiento de su promesa; los últimos serán los primeros en el reino de los cielos. Los que no tenían entrada, ahora son los líderes de su territorio.
Por esos días -en Israel- había algunos territorios y unos grupos sociales que ocupaban el último lugar de la lista de los más prestigiosos, el último en el ranking de moral dentro del territorio de Israel. Unos eran territorios sometidos a la cultura romana y a todo lo que según la ley romana estaba permitido; incluyendo lo bueno y también toda la maldad. Por otra parte los territorios del norte conocidos como Samaria, eran producto de un sincretismo o mezcla de razas, culturas, y religiones paganas. Para un judío tener contacto, pisar esos lugares, hablar con esas personas, comer o tener relación era simplemente impensable. No existía espacio para establecer algún tipo de relación sana ni cordial. Ni las personas de esos territorios miraban algún espacio para tener acceso al sistema religioso, y mucho menos tener una sana relación con Dios. Había tal menosprecio que no se toleraban entre ellos.
Jesús -junto a sus 12 discípulos- caminó todo el territorio de Israel, zonas romanas, zonas judías, zonas de samaritanos y acercó el Reino de los cielos a cada territorio, levantó lideres, dejó testimonios poderosos, y estableció una puerta abierta a Dios el Padre.
Encuentro en Gadara,  Decápolis. ¿Sabías que a ti se te asignó un territorio? Dios te entregó una porción de la tierra, una región. Esta es una verdad que muchas veces nos resulta desconocida, usualmente vivimos sin saber y sin conocimiento de este territorio y de esta asignación.
Es por eso que tú has recibido autoridad delegada, este territorio está bajo tu jurisdicción, pero por muchas razones no lo estás administrando correctamente, ni has peleado por éste, ni le has guardado correctamente. Es tal el nivel de desconocimiento que algunos sobre su porción que hasta hemos cedido nuestro territorio al enemigo.
Hay una cantidad enorme de ataques de todo calibre sobre nuestras vidas, son ataques de toda naturaleza, sobre tu identidad en Dios, sobre las promesas, sobre las verdades eternas de la Palabra. Las dudas, el menosprecio, la depresión, la tristeza profunda, la falta de confianza en el futuro, el temor, la vergüenza, el engaño, la culpa, el perdón retenido, la enfermedad, la pobreza, la falta de educación y oportunidades, y la falta de autoestima han construido una cárcel alrededor de tu vida. Todo ésto no es gratuito, sólo el hecho mismo de que alguien se tome tantas molestias por atacar a una insignificante persona. A menos que está persona sea sumamente importante, clave, vital para establecer la autoridad del reino de Dios en la tierra.

"Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del lago, a la región de Gerasa. Cuando Jesús bajó de la barca, le salió al encuentro un hombre de ese lugar, que tenía muchos demonios.Ese hombre no vivía en una casa, sino en el cementerio, y hacía ya mucho tiempo que andaba desnudo. Como los demonios lo atacaban muchas veces, la gente le ponía cadenas en las manos y en los pies, y lo mantenía vigilado. Pero él rompía las cadenas, y los demonios lo hacían huir a lugares solitarios. Cuando este hombre vio a Jesús, lanzó un grito y cayó de rodillas ante él. Entonces Jesús ordenó a los demonios que salieran del hombre, pero ellos gritaron:
—¡Jesús, Hijo del Dios altísimo! ¿Qué vas a hacer con nosotros? Te rogamos que no nos hagas sufrir. Jesús le preguntó al hombre: —¿Cómo te llamas? 
Él contestó:
—Me llamo Ejército.
Dijo eso porque eran muchos los demonios que habían entrado en él.
Los demonios le rogaron a Jesús que no los mandara al abismo, donde se castiga a los demonios. Cerca de allí, en un cerro, había muchos cerdos comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús que los dejara entrar en esos animales, y él les dio permiso. Los demonios salieron del hombre y se metieron dentro de los cerdos. Entonces los cerdos corrieron cuesta abajo, y cayeron en el lago y se ahogaron. Cuando los hombres que cuidaban los cerdos vieron lo que había pasado, corrieron al pueblo y les contaron a todos lo sucedido. La gente fue a ver qué había pasado. Al llegar, vieron sentado a los pies de Jesús al hombre que antes había tenido los demonios. El hombre estaba vestido y se comportaba normalmente, y los que estaban allí temblaban de miedo. Los que vieron cómo Jesús había sanado a aquel hombre, empezaron a contárselo a todo el mundo. Entonces los habitantes de la región de Gerasa le rogaron a Jesús que se fuera de allí, porque tenían mucho miedo. Cuando Jesús subió a la barca para regresar a Galilea, el hombre que ahora estaba sano le rogó a Jesús que lo dejara ir con él. Pero Jesús le dijo:«Vuelve a tu casa y cuéntales a todos lo que Dios ha hecho por ti.» El hombre se fue al pueblo y contó todo lo que Jesús había hecho por él. Lucas 8:26-39

En el territorio de Decápolis (10 ciudades). En medio del lago surgió una tormenta para detener el avance de Jesús. Él mismo se puso en pie a mitad de tan fuerte tormenta y dio la orden contundente y la oposición cesó al instante. Unas horas después llegaron a la región de Gadara de cultura helénica. Allí se les acercó un hombre que hacía mucho tiempo estaba atrapado por muchos demonios. Jesús ordena a los demonios salir, y salieron hasta el hato de cerdos y saltaron al agua. Los vecinos entraron en pánico y le pidieron salir de ese territorio. Jesús le pide regresar a los de su casa.
Jesús de forma intencional provoca un encuentro con estos demonios de Gadara. Algo parecido a la mujer de Sicar, en Samaria. Los doce discípulos no han sido testigos de nada igual en su vida. Este hombre corre y se postra a los pies de Jesús, luego el gadareno declaró algo que sus discípulos nunca vieron en Jesús, "Hijo del Dios altísimo".
Así -los demonios- empiezan a negociar con Jesús una manera de mantenerse en ese territorio. Le decían: -Por favor no nos mandes al abismo, mejor envíanos a los cerdos. La jugada maestra del demonio está en no entregar esa región. La vida del hombre y los cerdos no resultan de valor se trata de un medio, lo importante era permanecer allí y dominar este territorio. El infierno sabía muy bien la autoridad de ese hombre gadareno, por eso levantaron una tormenta en su camino.
Para apresar a este hombre el infierno movilizó a su mejor legión. No era un hombre común, en él había una autoridad especial y los demonios lo sabían muy bien. 
A personas iguales a este hombre -a Usted y a mi- el enemigo les ataca sin piedad desde antes de nacer para evitar que tomen el control y la autoridad de su territorio.
Por eso en nuestros días hay tantos niños abusados, atacados en el vientre, viviendo infiernos en sus casas. Para distraerlos toda su vida con raíces de amargura y falta de perdón. Toda la población de Gadara salió a buscar a Jesús por esa liberación. Estaban llenos de temor. Jesús, le entrega nuevamente su territorio y le devuelve la autoridad espiritual. Ve y declara lo que Dios está haciendo en este territorio. El enemigo de tu alma se ha ensañado sobre tu vida por conocer los planes de Dios para ti. Dios te ha delegado autoridad especial sobre tu territorio, y usará tu poderoso testimonio para liberar a esa población.
Encuentro en Sicar, SamariaJesús platicó con muchas personas, pero se registran pocos relatos con muchos detalles. La mujer de Sicar, en Samaría es una de esas pláticas bien documentada. Había una misión para Jesús, era algo importante. Dice la descripción bíblica que Jesús debía pasar por Sicar. 
En el antiguo testamento se menciona a las ciudades refugio, una especie de ciudad cárcel. Sicar era históricamente una ciudad de despreciados y mal vivientes. Los samaritanos eran una parte de Israel, pero se habían mezclado con otras razas, culturas, y religiones paganas. Habían creado su propio sistema de adoración, fuera y aparte de de Jerusalén. Está plática parecía no tener ningún futuro. Una mujer no podía acudir al pozo cuando hubiera un hombre. Tampoco se acostumbraba que una mujer lo visitara al mediodía, usualmente iban por la mañana o el atardecer.

Eran como las doce del día, y Jesús estaba cansado del viaje. Por eso se sentó a la orilla del pozo, mientras los discípulos iban al pueblo a comprar comida. En eso, una mujer de Samaria llegó a sacar agua del pozo. Jesús le dijo a la mujer: —Dame un poco de agua.
Como los judíos no se llevaban bien con los de Samaria, la mujer le preguntó: —¡Pero si usted es judío! ¿Cómo es que me pide agua a mí, que soy samaritana?
Jesús le respondió: —Tú no sabes lo que Dios quiere darte, y tampoco sabes quién soy yo. Si lo supieras, tú me pedirías agua, y yo te daría el agua que da vida.
La mujer le dijo: —Señor, ni siquiera tiene usted con qué sacar agua de este pozo profundo. ¿Cómo va a darme esa agua? Hace mucho tiempo nuestro antepasado Jacob nos dejó este pozo. Él, sus hijos y sus rebaños bebían agua de aquí. ¿Acaso es usted más importante que Jacob?
Jesús le contestó:
—Cualquiera que bebe del agua de este pozo vuelve a tener sed, pero el que beba del agua que yo doy nunca más tendrá sed. Porque esa agua es como un manantial del que brota vida eterna. Entonces la mujer le dijo: —Señor, déme usted de esa agua, para que yo no vuelva a tener sed, ni tenga que venir aquí a sacarla.
Jesús le dijo: —Ve a llamar a tu esposo y regresa aquí con él.
—No tengo esposo —respondió la mujer.
Jesús le dijo: 
—Es cierto, porque has tenido cinco, y el hombre con el que ahora vives no es tu esposo. Al oír esto, la mujer le dijo:
—Señor, me parece que usted es un profeta. Desde hace mucho tiempo mis antepasados han adorado a Dios en este cerro, pero ustedes los judíos dicen que se debe adorar a Dios en Jerusalén.
Jesús le contestó:
—Créeme, mujer, pronto llegará el tiempo cuando, para adorar a Dios, nadie tendrá que venir a este cerro ni ir a Jerusalén. Ustedes los samaritanos no saben a quién adoran. Pero nosotros los judíos sí sabemos a quién adoramos. Porque el salvador saldrá de los judíos. Dios es espíritu, y los que lo adoran, para que lo adoren como se debe, tienen que ser guiados por el Espíritu. Se acerca el tiempo en que los que adoran a Dios el Padre lo harán como se debe, guiados por el Espíritu, porque así es como el Padre quiere ser adorado. ¡Y ese tiempo ya ha llegado!
La mujer le dijo:
—Yo sé que va a venir el Mesías, a quien también llamamos el Cristo. Cuando él venga, nos explicará todas las cosas.
Jesús le dijo:
—Yo soy el Mesías. Yo soy, el que habla contigo.
En ese momento llegaron los discípulos de Jesús, y se extrañaron de ver que hablaba con una mujer. Pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería, o de qué conversaba con ella.
La mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y le dijo a la gente: «Vengan a ver a un hombre que sabe todo lo que he hecho en la vida. ¡Podría ser el Mesías!»
Entonces la gente salió del pueblo y fue a buscar a Jesús...
...Mucha gente que vivía en ese pueblo de Samaria creyó en Jesús, porque la mujer les había dicho: «Él sabe todo lo que he hecho en la vida.» Por eso, cuando la gente del pueblo llegó a donde estaba Jesús, le rogó que se quedara con ellos. Él se quedó allí dos días, y muchas otras personas creyeron al oír lo que él decía. La gente le dijo a la mujer: «Ahora creemos, no por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos lo hemos oído; y sabemos que en verdad él es el Salvador del mundo.» Juan 4:6 en adelante.

La mujer no le presta importancia al hecho que allí está un hombre, y además un judío. Ella responde de forma golpeada y poco amable. Se ha colocado a la defensiva, deseando no ser lastimada nuevamente, y corta de tajo a Jesús. Deja ver qué ha sido muy menospreciada en su vida. La mujer parece saber leer las intenciones de los hombres. Jesús le contesta que ella todavía no sabe ante quien está. No sabes nada sobre a quién tienes enfrente. Si lo supieras no serías tan dura. Al contrario serías muy amable y mostrarías mayor interés. 
- ¿Si tú supieras... 
Tengo una mejor oferta para ti, yo tengo agua viva, y tú la necesitas urgentemente.
-Estimado señor judío, usted no trae ni con qué sacar un poco de agua. En este pozo ambos actores poseen sed. Pero son dos necesidades diferentes. Una es "Sed" solo del cuerpo, y la otra es sed espiritual. Uno la reconoce, la otra no.
Yo te ofrezco algo mejor...No volverás a tener sed jamás. 
-Yo también quiero de tu agua. Así no volveré a venir aquí a buscar. 
Jesús le pide algo más. Ve a tu casa y llama a tu esposo. Pero ella niega tener esposo. Pero Jesús la enfoca en su mayor problema, en la raíz: Sus relaciones y su lealtad. No es fácil ser vulnerable, y abrir el corazón sin máscaras. Jesús le define la raíz de la maldad en su corazón. Jesús no filtra, ni maquilla su pregunta. No trates de engañarme, no puedes mantener tapada tu maldad, ni tu error.
Ella entiende en parte, pero tiene una duda. -¿Cuando venga el enviado, el libertador de Dios nos hará saber todo? 
- Soy yo. 
Es el primer ser humano que habla de frente con Dios y recibe tal revelación. Algo que nadie había visto, ni escuchado antes. La persona más baja en la escala del pecado, la persona con menos calidad moral de Israel, la persona más alejada y apartada del sistema religioso, la más necesitada. Los ojos de Dios están ahora sobre ella para restaurar el daño, su oído está atento. Jesús vino a cambiar desde la raíz tu vida.

No es igual, pero son semejantes, un entierro, y sembrar. Esta mujer se miraba a sí misma enterrada y descompuesta como un cadáver. Pero Jesús miraba una semilla con promesa sembrada en tierra fértil esperando germinar y crecer con frutos.
¿Puedes escuchar a Jesús hablando a tu corazón?

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