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Amar a las demás personas


Está muy bien que ustedes quieran recibir del Espíritu las mejores capacidades. Yo, por mi parte, voy a enseñarles algo más importante.
I corintios 12:31

Tengo acumuladas sobre mi espalda varias décadas; he tenido la oportunidad de tomar malas decisiones, buenas decisiones, he sufrido por mis errores, he disfrutado mis aciertos, he reído y bailado de gusto, he llorado -también- con aquello que me resulta difícil de aceptar.

El amar a los demás no nos va a desilusionar,
tal vez nos desilusionen las altas expectativas puestas en otros.

He aprendido a tolerar algunas áreas de reto, y debilidades de mi mismo gracias a esas experiencias que me han llevado a mis limites, todo lo vivido me ha permitido tener mayor empatía y compasión con las demás personas, ahora entiendo mejor algunos eventos, entiendo mejor las relaciones, entiendo el valor de expresar gratitud, de dar un abrazo. Con ésto también mi tolerancia ha crecido. Cada uno vive sus desiertos, cada uno es capacitado gracias a su llamado.
Una de las cosas que más valoran las personas a nuestro alrededor de cada uno de nosotros es ser servidos y tener la oportunidad inmerecida de ser bien atendidos. De la misma manera que un esclavo servía a su amo, de la manera que un subalterno sirve a su superior, de la misma manera que un discípulo sirve a su maestro, de la misma manera que un colaborador sirve a su jefe. Nada impacta más a alguien que el hecho de ser servido más allá de sus expectativas y mucho más allá de su propia autoestima. Cuando alguien ha lavado mis pies no he podido contener mis lagrimas, o cuando alguien llevó recursos a mi casa en tiempos en que no teníamos empleo, cuando alguien es solidario sin que yo le hubiera llamado y me comparte de sus recursos. Cada vez que un extraño me dice: -¡Gracias!
Amar a los demás trae justicia a la tierra y hace innecesario -algunas veces- ir y pedir perdón, pues nos hace ser agradecidos. Estamos aquí en medio de esta comunidad de fe para ayudar a las demás personas a alcanzar la mejor versión de sí mismos, y si en el esfuerzo no lo logran  igual les seguiré admirando.

Un maestro de la Ley se acercó para ver si Jesús podía responder a una pregunta difícil, y le dijo: —Maestro, ¿qué debo hacer para tener la vida eterna?  Jesús le respondió:—¿Sabes lo que dicen los libros de la Ley? El maestro de la Ley respondió: —“Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que vales y con todo lo que eres, y cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo.”—¡Muy bien! —respondió Jesús—. Haz todo eso y tendrás la vida eterna. Lucas 10: 25-28.
Pablo compara a las manifestaciones espirituales con los actos de amor. La motivación correcta debe ser amar a los demás para poder servirles con los dones y herramientas espirituales. Cada creyente debe desear y buscar recibir de Dios los dones que mejor sirvan por amor a las personas, otra razón o motivación nos desenfoca de la meta. El oficio de profeta, no es igual al don de profecía. Los dones de sabiduría y de confianza (fe) plena son para servir a los demás consiervos. Jonás, amaba vivir en la presencia de Dios y recibir palabra fresca, pero solo amaba a algunos tipos de personas, no amaba mucho a las demás personas que no se parecían a él mismo.

Si alguno dice:
Yo amo a Dios, y aborrece a su Hermano, es mentiroso.
Porque el que no ama a su Hermano al cual ha visto,
¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?  I Juan 4:20

Dios nos reta a amar a nuestros hermanos, a los conocidos y también a cualquier desconocido. Pablo nos explica que amar demanda paciencia en el trato con los demás. El amar nos hará sufrir de una o de otra manera, eso desarrollará nuestra paciencia. Lea, creyó que por ser una madre fructífera para Jacob sería amada por su esposo, pero Jacob amaba a Raquel. 

El amar nos hace disponibles a servir y actuar en beneficio de los otros, trasciende los dichos y pasa a la acción. Amar nos da seguridad de tener y disfrutar, sentirnos satisfechos y confortados, a no desarrollar envidia por lo que otro logró o recibió. Al amar podremos retirarnos a tiempo y crear espacio para que el otro se desarrolle a partir de sus talentos, al amar a las personas no buscamos el reconocimiento natural, los premios y honores. Al amar a las personas no podremos dar un mal trato a las personas, les brindaremos buen trato, no vamos a enfocarnos en demandar nuestros deseos más egoístas, ni crearemos dependencia para lograr ser el centro de la atención. El que ama no se siente molestado ni se logra irritar, no le concede el gusto de ser visto enojado a los demás y no pierde el control o provoca molestias en los demás. Al amar no dejamos ninguna entrada abierta para el rencor, ni se disfruta del mal que alcanzó a otra persona, ni de la falta de justicia que afecta a alguien. Nos impulsa a sacrificarnos para beneficiar a alguien más, sufre para beneficiar a otro, el que ama cree lo mejor, confía en la bondad de las personas, confía que esa persona logrará superar sus debilidades y logrará desarrollar su mejor versión de sí mismo. Espera que lo bueno se manifieste, y trabaja sabiendo que se alcanzará, y que los errores y las fallas son temporales y dolores momentáneos. Amar demanda una nueva capacidad de soportar y de tolerancia a las fallas de otros, y nunca dejará de amar.

En cambio, cuando Dios les ordena hablar de su parte, la gente sí los entiende. Además, así ustedes ayudan a todos en la iglesia a confiar más en Cristo, a sentirse mejor y a estar alegres.
I corintios 14:3 versión lenguaje actual.


Mas el que profetiza, habla a los hombres para edificación, y exhortación, y consolación.
I corintios 14:3 versión Jubilee Bible 2000

Este es un buen tiempo para decidir cambiar el enfoque, apuntar a la motivación correcta, que el amar a las personas a mi alrededor me conduzca a habitar en tu presencia y buscar los mejores dones y herramientas para ser más servicial y un mejor servidor, para ayudar a que cada uno sea la mejor versión de sí mismo y alcance los sueños que Dios sembró en su corazón.

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