Alaban a los ambiciosos, pero a ti te menosprecian. No te buscan, porque para ellos no existes. Son groseros. Levantan la nariz y presumen de su codicia, pues sólo en eso piensan; ¡siempre les va bien en todo lo que hacen! Salmo 10:3-5
¿Qué es lo que te mantiene...? ¿Qué es lo que te causa que...?
La soberbia (latín superbia), u orgullo (francés orgueil: alguien que tiene un concepto exagerado de sí mismo) es un sentimiento de valoración de uno mismo por encima de los demás. También llamada altivez, altanería, arrogancia, vanidad, etc.
La soberbia nos aconseja esperar. JESÚS nos dice: Inicia ya. Nos gusta más de lo necesario el hecho de ser exaltados -yo mismo- y ser valorados sobre los demás a nuestro alrededor, pero en realidad la soberbia nos minimiza, mengua y disminuye nuestra capacidad de admitir y aceptar humildemente el error propio, nos dificulta pedir disculpas oportunamente, hace más difícil admitir y reconocer la falta propia.
El orgullo es algo escurridizo, los demás lo ven clara y fácilmente pero frente al espejo más grande no podemos verlo ni con anteojos nuevos. Impide decir lo correcto y todo lo que debo decir, nos impide oír el sano consejo desinteresado, minimiza mi capacidad de dar, donar y ahoga mi generosidad. También minimiza el valor correcto y la importancia debida de cada cosa y cada persona se merece.
Nuestro orgullo puede ser muchas veces una carga muy pesada que nos aleja de Dios. No se trata de falta de inteligencia, ni de falta de confianza, tampoco son mis creencias. El orgullo se constituye en una jaula, nuestra personal e individual prisión. El orgullo nos mantiene aislados de la sana relación con Dios y con el resto, con las personas a nuestro alrededor. El orgullo puede llegar a crecer tanto que llena todo nuestro interior y no deja lugar ni espacio para Dios. Hay muchas personas hoy que viven encerrados -prisioneros- dentro de si mismos.
Cuando decido no perdonar a alguien que me lastimó soy blanco fácil del orgullo exaltado, cuando creo que valgo más o me creo que valgo menos, la inseguridad y los temores alimentan las barreras que ponemos para protección, las máscara que ocultan mi temor y dolor, mis logros. Provocando el espíritu de Absalón, cuando recibimos adulación o falsa alabanza.
Resolución al orgullo. Para combatir al orgullo hay que seguir a Jesús, debes ser buen empleado y un humilde servidor, vivir con un corazón sencillo, hay que abandonar el ser el número uno y sobresalir y ser el menor, el servidor de los demás. Jesús se humilló como el más bajo sirviente y obedeció.
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