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Tratando con la presencia de Dios

La Biblia, la Palabra de Dios inicia con la narración de un poderoso espíritu creador -de allí proviene el título Elohim- que se dedica por 6 días a transformar un planeta sin vida sumergido -literalmente- bajo un caos total hasta lograr un lindo jardín con seres vivos. El término Elohim deriva de la raíz hebrea eloh, que significa "poderoso o fuerte". Esto sugiere la idea de una divinidad dotada de poder y autoridad. Además, Elohim se utiliza como un plural mayestático, lo cual enfatiza la magnificencia y el dominio supremo de Dios. Elohim es considerado como el Dios supremo, el ser divino por excelencia que está por encima de todo. Es reconocido como la máxima autoridad y poder sobre el universo y sus creaciones. Su dominio abarca todas las dimensiones espirituales y terrenales, y se le atribuye el control absoluto de la vida y la existencia.

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Para realizar esta obra creadora él mismo se hace presente en el lugar mismo del caos y lo rodea -como aleteando- en la persona de su Ruah HaKodesk e inicia su transformación. Desde un lugar -desierto- sin medios para sustentar la vida, hasta convertirlo en un paraíso pleno de orden y de vida. De manera que, la persona que nos da la bienvenida a los humanos de este planeta en la tarde del día 6 de trabajo creador es Dios mismo. Vale decir que no pidió apoyo ni consejo a ninguna persona, de hecho no había ninguna.

Al inicio, el cuerpo de Adán era sólo un modelo construido con barro rojo, sin vida. Dios se acercó y le compartió de su propio aliento vivificante -la fuente de la vida- y desde entonces los seres humanos caminamos sobre la superficie de la Tierra administrando el planeta.

Según la tradición bíblica, entre Adán y Abraham existen 10 generaciones, lo que son alrededor de un mil 958 años de separación. Abraham -el padre de fe- recibió de Dios una promesa y estuvo dispuesto a obedecer. Recibió provisiones y riquezas, pero también la promesa de un hijo con su esposa Sara. Otra vez, el Dios creador que da la vida, puso vida cuando ya no habían medios de vida en ambos padres. Isaac, tendrá dos hijos con su esposa Rebeca y muchas provisiones. Jacob, hijo de Isaac tuvo como descendencia a  12 hijos varones y una mujer. Recibió muchas provisiones y amplia descendencia.
A este grupo -de tres generaciones- de hombres que han confiado en Dios, cada uno en su tiempo y generación les conocemos hoy como los patriarcas de Israel. La presencia de Dios se les reveló como un proveedor generoso y pleno, además como un dador de descendencia. Por esta revelación le llamaron el Dios todopoderoso -El shaddái- en el sentido del sustento y se asocia hoy con la leche materna que sustenta a un frágil bebé. Hasta esta generación la revelación de Dios a ellos se asocia con su forma de llamar a Dios. Su revelación les alcanzaba para nombrar a Dios Elohim y El shaddái. En la medida que esa revelación y su manifestación progresen también lo hará su nombre. De aquí la importancia del nombre de Dios asociado a la revelación de ese tiempo.

Más adelante, en Egipto nació un bebé, Moisés. Este es hijo de padres hebreos; ahora esclavos de faraón. Hacía ya 64 años atrás que el nuevo faraón; uno que desconocía a José hijo de Jacob. Este faraón degradó a los invitados hebreos hasta esclavos para construir sus nuevas ciudades para allí guardar sus nuevas riquezas y tesoros. Luego de ser acogido en casa de la hija de faraón y crecer por 40 años como un fuerte candidato al trono de Egipto un día su justo corazón empujó a Moisés a dar un golpe mortal a un egipcio que maltrataba a un esclavo hebreo. Para evitar ser llevado hasta prisión por esta muerte, Moisés se va exiliado al desierto; a la región de Madián por 40 años. A lo largo de esta temporada Moisés será acogido por la familia del sacerdote de Madián, un hombre de nombre Jetro que desciende de Abraham y que se dedica a una actividad altamente menospreciada por los egipcios, ser un primitivo pastor de ganado menor. Todos estos últimos 40 años, Moisés ha adoptado -temporalmente- la identidad de pastor madianita y trabaja para su suegro. Aquí adquiere el oficio de sus antepasados.

Cada paso en el desierto, es un paso de fe. Un buen día, cuando estaba cerca de los 80 años -Moisés- se alejó junto -a sus ovejas- de su zona de confort, donde había pozos con agua y pastos. Dejó el área donde había muchos medios para sustentar la vida -el nido seguro- y se fue caminando a los más profundo del vacío y árido desierto, donde a cada paso su dependencia de esos medios era más incierta. Los hombres que entran voluntariamente al desierto para depender totalmente de Dios suelen tener conocimientos de algo que ya está próximo a finalizar, una revelación para tiempos pasados, su mentalidad posee una estructura vieja y buscan un encuentro con su presencia. Para recibir de Dios una revelación fresca que les permita entrar en la nueva temporada y finalizar el actual ciclo de su vida. ¿Buscas nueva revelación para la próxima temporada que vendrá?

Como un pastor con mucha experiencia en esa región desértica, Moisés sabe del pasto tierno que se encuentra bajo las rocas que condensan agua por la noche. También ha visto muchas veces que cuando el calor del día es intenso los arbustos se secan y se queman -espontáneamente- envueltos en llamas en muy poco tiempo. Hasta que sus sandalias lo llevaron hasta la cordillera de Sinaí, a un monte árido y seco conocido como Horeb. Se trata de un lugar con escasos medios para sustentar la vida, un sitio hostil, similar a este planeta cuando Dios lo visitó el primer día.

Si tú pasas caminando y ves un arbusto o una zarza ardiendo en llamas -sabras bien- que en poco tiempo se consumirá completamente hasta ser carbón y ceniza, y desaparecerá. Hasta aquí no pasa nada especial. Tú sigues caminando pues muy pronto ya no va a estar ahí. Es algo muy común y silvestre, y no tiene nada de raro. Pero, si volteas a ver más de una vez y todavía sigue ahí en llamas sabrás que algo aquí no es normal.

¿Qué haces, entonces?
¿Lo niegas, lo ignoras o te acercas más?

En algunos pasajes de la Palabra de Dios se menciona al Malák YeHoWaH; el Ángel del Señor. Pero, en esta narración bíblica no se refiere a un mensajero angélico. Se refiere a Dios mismo. Es en su presencia que surgirá lo mejor de ti. Es -también- en este punto donde inicia el coaching de Moisés; está por llegar hasta él la revelación, las órdenes, obediencia total, superar los temores, conocerás el pesado lastre que es la naturaleza carna. Habrá transformación completa. Y este coach siempre termina todo lo que empieza.

Dios empezó el buen trabajo en ustedes, y estoy seguro de que lo irá perfeccionando hasta el día en que Jesucristo vuelva. Filipenses 1:6

¿Alguna vez has buscado concertar una cita con una persona muy importante? Si tu respuesta es sí. Sabes bien que en esa cita, cada segundo cuenta. Las personas sumamente importantes aprecian hablar con gente que después de charlar un poco algunas palabras salen de ahí empoderadas para hacer aquello de lo que hablaron. Si sospechan que no va a pasar nada después de hablar con esta persona no invierten su tiempo en esa persona. Bye! Que pase el siguiente de la lista por favor. Si deseas que Dios te hable, debes entrar a su presencia estando dispuesto a escuchar y a obedecer todo lo que Él te demande.

Deja tus sandalias afuera. Es una práctica común en el mundo oriental -a diferencia de nuestro mundo occidental- no introducir el mismo calzado que utilizaste recién allá afuera junto con toda la mugre exterior al interior de la casa. La idea es que dejemos afuera toda contaminación. Los alemanes las llaman Hausschuhe, en Japón le dicen Uwabaki, en Corea les llaman Choo-sa y en China Tu-hsieh.
La persona que va al desierto para provocar un encuentro con Dios avanza expectante. ¿Sabes bien dónde estás parado ahora mismo? Debemos ser conscientes de que este lugar es la casa de alguien muy poderoso. ¿Oye y tú qué esperas para quitarte tus chanclas viejas? Es posible que las sandalias sean un símbolo de sus derrotas y fracasos, de los medios en que confiaba, de su viejo conocimiento, etc.

Para sorpresa de nosotros que estamos tan acostumbrados a leer los dichos de Dios a través de la lectura en rollos y en libros, ahora también en pantallas, Dios posee una voz audible. Si estás atento en su presencia descubrirás que Dios no ha enmudecido y que tú escuchas. De manera especial, en estos primeros capítulos -de Éxodo- Moisés humildemente le pregunta: Pero Señor ¿Quién soy yo para ir a solicitar a faraón alguna cosa? La pregunta del millón de dólares no es acerca de ti mismo. El centro del universo no eres tú, ni tus recursos, ni tu prestigio. Escucha bien la orden: No se trata de que tú vas a hablarle a faraón. Es que Yo te estoy enviando a faraón para darle mi mensaje.

La fe adulterada. A veces nos pasa que cometemos adulterio con la duda y creemos mentiras acerca de Dios. Creemos que las deudas y la esclavitud nunca se podrán pagar. Creemos que el adversario es demasiado grande como para soñar en vencerlo. Creemos que el problema que nos quita el sueño esta semana no tiene solución. Creemos que viviremos en escasez por siempre. Creemos que no podremos superar nuestra actual tormenta sentimental y que nadie entiende nuestro dolor. Que nunca habrá salud plena para esta enfermedad crónica. Creemos que no pasaremos de ser insignificantes "saltamontes".

Es hora de cambiar tu vieja mentalidad. Al estar en su presencia, tu mente y corazón deben estar plenamente convencidos de que no hay servidumbre o esclavitud o deuda impagable, que no hay ningún enemigo tan grande, ni problema sin solución, ni falta de nada o tormenta poderosa, dolor o enfermedad crónicos, ni faraones, ni ejércitos poderosos, ni crisis sin fin… ni nada, ni nadie tan importante. Delante de Dios no hay nada más grande, no hay nadie con mayor autoridad, ni hay poder mayor que el suyo.

Efecto saltamontes. Observemos el caso de un esposo que busca halagar a su esposa para conquistar su cariño. El esposo -distraído- llega a su casa con su esposa y su plática trata acerca de lo capaz, guapa, bien coordinada e inteligente que es la nueva joven asistente que ha llegado a su trabajo. ¿Imagine ahora hacerle esto a Dios? Y decirle lo grande que Ud. mira los problemas, a la enfermedad, sus deudas, etc.

«Altísimo Dios y rey nuestro,
¿Cómo podemos presentarnos ante ti?
Podemos ofrecerte terneros de un año,
pero no es eso lo que quieres;
podemos ofrecerte mil carneros,
o diez mil litros de aceite,
pero tampoco eso te agrada;
¡ni siquiera esperas como ofrenda
al mayor de nuestros hijos
en pago por nuestros pecados!»
Pero ya Dios les ha dicho qué es lo mejor que pueden hacer y lo que espera de ustedes. Es muy sencillo: Dios quiere que ustedes sean justos los unos con los otros, que sean bondadosos con los más débiles, y que lo adoren como su único Dios.
Miqueas 6:6-8

Si realmente anhelo  encontrarme con la presencia de Dios -YeHoWaH- será en sus propios términos. No en los míos; no en mi escala, ni con mis limitados recursos. Deberé ser un practicante de su justicia, ser humilde frente a Él, libre de orgullo y dudas, estar sumamente atento a cada una de sus Palabras, atesorar esos dichos. Hacer todo lo que Él me pida y sin cambiar nada.

Aquel que busca tener un encuentro con su Presencia no puede confiar ni en sí mismo, ni en lo sabe o posee. En el desierto, el ser humano sólo depende de Dios para obtener sustento. Por cada paso que das esperas gozar de su misericordia. Moisés daba pasos alejándose de su área de confort, de su comida, de su lechita, del pan fresco, del agua del pozo, de la cuajada. Más profundo en el desierto, más dependiente de Dios. Hasta la cordillera de Sinaí, hasta un Monte árido y seco: Horeb. Moisés renunció a los medios que sustentan la vida para tener un encuentro en su Presencia.

Dios reacciona ante esas invitaciones. Dios irá a tu encuentro provocado por tu sed si saliste a buscarlo con todo tu corazón. Él irá. Si además le rindes tu adoración sincera. Él se va a quedar ahí contigo. Crees con todo tu corazón que Él vencerá a tu enemigo y cancelará plenamente la deuda de tu esclavitud, te va a redimir, que Dios va a darte una familia como su herencia. Entonces, Dios hará maravillas y milagros si puedes ver que ya está hecho.

Hay momentos durante el viaje de la vida que sentimos miedo ante la falta de certeza y de revelación acerca del futuro. Pasa más veces de las que deseamos. Cada vez que corrimos al hospital en la madrugada con mis hijas sentí incertidumbre algunas veces, conocí muchas salas de emergencia. Pero, podemos saber que mi Dios nunca ha perdido una batalla, mi Dios ha vencido a cada gigante, mi Dios ha formado luz donde solo había tinieblas, creo vida dentro de un cuerpo de barro. Podemos venir hasta Él y clamar por su presencia. Me has compartido un gran plan y estás contando conmigo para hacerlo en esta generación. Sólo ven conmigo, por favor, Dios, extiende tu poderoso brazo fuerte a nuestro favor. Él es capaz de hacer jardines de mi caos, es capaz de proveer los medios que hagan falta para crear ese paraíso pleno de vida.

Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.
Éxodo 33:15

Afortunadamente, hoy podemos reconocer fácilmente que Dios nos ha entregado los medios espirituales suficientes -con medida de plenitud- para disfrutar abundantemente de su presencia. Ya están aquí los medios que nos acercan hasta su Presencia: Salvación, redención, justificación y vida eterna. Por eso hoy podemos disfrutar de la comunión en su Presencia.
Ustedes viven siempre angustiados y preocupados.
Vengan a mí, y yo los haré descansar. Mateo 11:28

Tú me enseñaste a vivir como a ti te gusta.
¡En tu presencia soy muy feliz!
¡A tu lado soy siempre dichoso!
Salmos 16:11


Dealing with the Presence of God
The Bible, the Word of God, begins with the narrative of a powerful creative spirit—hence the title Elohim—who dedicates six days to transforming a lifeless planet submerged—quite literally—under total chaos, until it becomes a beautiful garden teeming with living beings. The term Elohim derives from the Hebrew root eloh, which means ‘mighty’ or ‘strong.’ This suggests the idea of a divinity endowed with power and authority. Additionally, Elohim is used as a majestic plural, emphasizing the magnificence and supreme dominion of God. Elohim is considered the supreme God, the divine being par excellence who reigns above all. It is recognized as the ultimate authority and power over the universe and its creations. Its dominion spans both spiritual and earthly dimensions, and it is attributed absolute control over life and existence.
To carry out this creative work, Elohim personally manifests in the midst of chaos, enveloping it—almost fluttering around—in the form of Ruah HaKodesh (the Holy Spirit). From a barren, lifeless place, Elohim transforms it into a paradise full of order and vitality. Thus, the entity welcoming humans to this planet on the evening of the sixth day of creation is God Himself. It’s worth noting that He sought no assistance or advice from anyone; in fact, there was no one else present.
Initially, Adam’s body was merely a model formed from red clay, devoid of life. God approached and shared His own life-giving breath—the source of life—with Adam, and ever since, humans have walked upon the Earth, stewarding the planet.
According to biblical tradition, there are ten generations between Adam and Abraham, roughly spanning 1,958 years. Abraham—the father of faith—received a promise from God and was willing to obey. He received provisions and wealth, but also the promise of a child with his wife Sarah. Once again, the life-giving Creator breathed life into them when there seemed to be no means of sustenance. Isaac, too, had two sons with his wife Rebekah, along with abundant provisions. Jacob, Isaac’s son, became the patriarch of twelve sons and one daughter. He received ample provisions and a large posterity.
These three generations of men who trusted in God, each in their own time, are known today as the patriarchs of Israel. God’s presence revealed itself to them as a generous provider and bestower of descendants. In response, they called Him El Shaddai—the Almighty—in the sense of sustenance, now associated with the nurturing milk that sustains fragile infants. Up until this generation, God’s revelation to them was associated with how they addressed Him. Their understanding allowed them to name God as Elohim and El Shaddai. As revelation and manifestation progress, so will His name. Hence, the significance of associating God’s name with the revelation of that particular era.
Later, in Egypt, a baby was born—Moses. He was the child of Hebrew parents, now enslaved by Pharaoh. Sixty-four years had passed since the new Pharaoh—one who was unaware of Joseph, son of Jacob—degraded the Hebrew guests to slaves, using them to build new cities and store their newfound wealth and treasures. After being welcomed into Pharaoh’s daughter’s home and growing up as a strong contender for the Egyptian throne for 40 years, Moses’s righteous heart led him to deliver a fatal blow to an Egyptian who was mistreating a Hebrew slave. To avoid imprisonment for this act, Moses went into exile in the desert—specifically, the region of Midian—for 40 years. During this season, Moses found refuge with the family of Jethro, a priest of Midian. Jethro, a descendant of Abraham, engaged in an activity highly scorned by the Egyptians: he was a primitive shepherd of small livestock. For the past 40 years, Moses temporarily adopted the identity of a Midianite shepherd, working for his father-in-law and learning the trade of his ancestors.
Every step in the desert was a step of faith. One day, when Moses was nearly 80 years old, he ventured away from his comfort zone—where water wells and pastures were abundant—along with his sheep. He left behind the area where life-sustaining resources were plentiful—the safe nest—and walked deeper into the vast, arid desert. At each step, his dependence on those resources became more uncertain. Men who willingly enter the desert to rely entirely on God often possess knowledge of something that is about to conclude—a revelation for times past. Their mindset carries an old structure, and they seek an encounter with God’s presence. They long for a fresh revelation that will allow them to enter a new season and complete the current cycle of their lives. Are you seeking new revelation for the upcoming season?
As a seasoned shepherd in that desert region, Moses knew where to find tender grass beneath rocks that condensed water at night. He had also witnessed how bushes, when exposed to intense daytime heat, would spontaneously dry up and burst into flames, burning to ash in no time. Until his sandals led him to the Sinai mountain range—a barren, dry place known as Horeb. It was a location with scarce means of sustaining life, a hostile site reminiscent of this planet when God visited it on the first day.
Imagine walking and encountering a bush or thornbush ablaze—knowing full well that it will soon be reduced to charcoal and ashes, disappearing completely. Initially, nothing extraordinary happens. You continue walking because it won’t be there much longer. It’s a common, wild occurrence, nothing out of the ordinary. But if you look back more than once and the flames persist, you’ll realize that something unusual is happening.

What do you do then?
Do you deny it, ignore it, or approach it?

In certain passages of the Word of God, the “Malák YeHoWaH,” the Angel of the Lord, is mentioned. However, in this biblical narrative, it doesn’t refer to an angelic messenger. It refers to God Himself. It is in His presence that the best in you will emerge. This is also where Moses’s coaching begins—a revelation, orders, total obedience, overcoming fears, understanding the heavy burden of human nature. Complete transformation awaits. And this Coach always finishes what He starts.

God began a good work in you, and I am confident that He will carry it on to completion until the day of Jesus Christ’s return. Philippians 1:6

Have you ever tried to schedule a meeting with someone very important? If your answer is yes, you know that every second counts during that meeting. Highly important individuals appreciate conversing with people who, after a brief chat, leave empowered to act on what they discussed. If they suspect that nothing will come of the conversation, they won’t invest their time. It’s a polite “Goodbye!”—next person, please. If you desire God to speak to you, you must enter His presence with a willingness to listen and obey whatever He asks of you.
Leave your sandals outside. Unlike our Western world, it’s common in the East not to bring the same footwear worn outside—along with all the external dirt—into the house. The idea is to keep contamination out. In Germany, they’re called Hausschuhe; in Japan, Uwabaki; in Korea, Choo-sa; and in China, Tu-hsieh. The person who ventures into the desert to encounter God advances expectantly. Do you know where you’re standing right now? We must be aware that this place is the home of someone immensely powerful. Hey, why are you hesitating to take off those old flip-flops? Perhaps your sandals symbolize defeats, failures, misplaced trust, or outdated knowledge.
To our surprise, accustomed as we are to reading God’s words through scrolls, books, and now screens, God has an audible voice. If you pay attention in His presence, you’ll discover that God hasn’t fallen silent—you can hear Him. Especially in these early chapters of Exodus, Moses humbly asks, ‘But Lord, who am I to go and make requests to Pharaoh?’ The million-dollar question isn’t about yourself. You’re not the center of the universe, nor are your resources or prestige. Listen carefully to the command: It’s not about you speaking to Pharaoh. I am sending you to Pharaoh to deliver My message.
Adulterated faith. Sometimes we commit adultery with doubt, believing lies about God. We think debts and slavery are insurmountable. We believe the adversary is too formidable to conquer. We assume this week’s sleep-stealing problem has no solution. We resign ourselves to perpetual scarcity. We doubt we can overcome our current emotional storm, convinced nobody understands our pain. We think chronic illness will forever rob us of complete health. We see ourselves as insignificant ‘grasshoppers.’
It’s time to change your old mindset. In God’s presence, your mind and heart must be fully convinced that there’s no unpayable servitude, no insurmountable enemy, no problem without a solution, no lack, no powerful storm, no chronic pain or illness, no Pharaohs, no mighty armies, no endless crises—nothing and no one more significant. Before God, nothing is greater, no authority surpasses His, and no power exceeds His.
The ‘grasshopper’ effect. Consider a husband trying to win his wife’s affection. He arrives home, distracted, and praises the new young assistant at work—her capabilities, beauty, coordination, and intelligence. Now imagine doing the same to God. Telling Him how immense your problems, illnesses, and debts appear. It’s time to shift your focus. God is greater than all, and His presence transforms everything.

Most High God and our King, How can we approach You? We could offer year-old calves, But that’s not what You desire; We could present a thousand rams, Or ten thousand liters of oil, But even that wouldn’t please You; Not even the greatest of our children As an offering for our sins!
But God has already told you what is good, And what He requires of you is simple: Act justly, love kindness, And walk humbly with your God. Micah 6:6-8

If I truly desire to encounter the presence of God—YeHoWaH—it must be on His terms. Not mine; not according to my scale or limited resources. I must practice His justice, be humble before Him, free from pride and doubt, and attentively treasure every word He speaks. I must do everything He asks without altering a thing.
Anyone seeking an encounter with His Presence cannot rely on themselves or their knowledge and possessions. In the desert, humans depend solely on God for sustenance. With each step, they anticipate His mercy. Moses stepped away from his comfort zone, leaving behind familiar food, fresh bread, well water, and curds. Deeper into the desert, more dependent on God. Until he reached the Sinai mountain range—a barren, dry place known as Horeb. Moses relinquished the means of physical sustenance to encounter God’s Presence.
God responds to such invitations. He will meet you if you seek Him wholeheartedly. He will come. If you also offer sincere worship, He will remain with you. Believe wholeheartedly that He will defeat your enemies, cancel your debts of slavery, redeem you, and grant you a family as His inheritance. Then, God will work wonders and miracles if you recognize that it’s already done.
Life’s journey often brings moments of fear due to uncertainty and lack of revelation about the future. I’ve experienced it more times than I’d like. Each time I rushed to the hospital in the early hours with my daughters, uncertainty gripped me. But we can know that my God has never lost a battle. He has conquered every giant, illuminated darkness, and breathed life into fragile bodies. We can come to Him and cry out for His presence. You’ve shared a great plan with me, counting on me to fulfill it in this generation. Just come with me, God. Extend Your mighty arm in our favor. You can turn chaos into gardens, providing all the necessary means for a paradise teeming with life.

And Moses replied, ‘If Your presence does not go with us, do not lead us up from here.’ Exodus 33:15

Thankfully, today we recognize that God has provided abundant spiritual means to enjoy His presence. Salvation, redemption, justification, and eternal life are already available. Therefore, we can now experience communion in His Presence.

‘You live in constant anxiety and worry. Come to Me, and I will give you rest.’ Matthew 11:28

‘You taught me how to live as You like. In Your presence, I am truly happy! By Your side, I am forever blessed!’ Psalm 16:11

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