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Eliminar la amargura

¿Qué sucede en nuestro interior cuando ponemos en pausa la acción de perdonar, cuando no perdonamos y le damos hogar al rencor? ¿Alguna vez has colocado en tu boca algo con sabor amargo y que afecta radicalmente el sabor de todo lo que tratas de comer después? No pierdas de vista lo que produce una sustancia amarga en tu boca. ¿Habrá algo que podamos hacer para quitar esa toxica percepción de nuestro sentido del gusto?
Traten de vivir en paz con todos, y de obedecer a Dios; porque si no lo hacen, jamás lo verán cara a cara. No dejen que nadie se aleje del amor de Dios. Tampoco permitan que nadie cause problemas en el grupo, porque eso les haría daño; ¡sería como una planta amarga, que los envenenaría!   Hebreos 12: 14-15

Esfuérzate por vivir en paz, no te alejes del amor de Dios. No dejen crecer plantas venenosas en medio de ustedes. 
De una u otra manera todos y cada uno de nosotros hemos sido víctimas de golpes y de heridas sufridas desde nuestro entorno exterior. Algunas heridas son visibles fácilmente, pero existen otras que están muy profundas, y no son evidentes a simple vista. 
En las próximas líneas vamos a hablar de esa herida que nadie nota pero que produce mucho dolor después de un largo tiempo. La herida oculta a la que Palabra de Dios también le llama "amargura". 
La amargura, puede convertir a una persona sana y normal en alguien muy crítico, en un juez duro. La amargura te hace preferir estar fuera y muy lejos del grupo, y te vuelves introvertido, caminas sediento de provocar pelea. La buena noticia para ti es que Dios es sanador de toda amargura. Él puede quitar esa amargura que se roba el gozo y la alegría de tu vida. Él es capaz de sanar también tu entorno.
La raíz de la amargura, surge con una pequeña semilla que crece inadvertida, despacio, lentamente y que terminará por afectar a varias áreas de nuestra vida. La Biblia nos habla sobre la herida poco visible u oculta y sobre el origen la raíz de amargura. 
La amargura se las ingenia para crecer muy lenta y profundamente. Una señal de su existencia es cuando buscamos errores en los demás, esa es una alarma a la que debemos observar con atención. Desarrollamos desconfianza, malestar y rabia hacia nuestro alrededor y hasta interiormente. Nos quita la alegría de vivir, se roba el gozo de nuestras vidas.
El proceso de la amargura. "Si se enojan, no permitan que eso los haga pecar. El enojo no debe durarles todo el día, ni deben darle al diablo oportunidad de tentarlos." Efesios 4: 26-27.
Tenemos permitido enojarnos, pero no pecar a causa del enojo. El punto de partida es una pequeña molestia. Jesús, sacó a los empleados de los sacerdotes que cambiaban monedas y le vendían "ofrendas certificadas" a los adoradores. Él estaba enojado con ese sistema abusivo de sacar ventaja de los sinceros adoradores para así enriquecerse, por eso les sacó del templo, mas no pecó al hacerlo. 
El enojo se puede volver una costumbre buscada día tras día una manera o modo de vivir, hay muchas personas hoy que siempre están en modo enojado. Cuando yo dejo al enojo durar por mucho tiempo y lo mantengo activo y lo alimento voluntariamente y es aquí cuando deja de ser enojo y pasa a ser amargura dentro de nuestro corazón y toma el gobierno sobre mi vida, y una vez que se ha instalado en el trono de gobierno se extiende sobre toda nuestra vida, el enojo pasó de ser una emoción y sentimiento a ser mi decisión como estilo de vida. 
Al fomentar el enojo este producirá amargura en nuestra vida. Se trata de una atadura, de una posición estratégica del enemigo dentro de su corazón que usted concedió por una ligereza.
"Dejen de estar tristes y enojados. No griten ni insulten a los demás. Dejen de hacer el mal." Efesios 4:31

El escritor de la carta a la iglesia de Éfeso nos hace una solicitud; no exponernos a la amargura. Al permitir que el enojo se prolongue a otro día estamos desarrollando ira y rabia. La amargura producirá una explosión que le hará mucho daño a usted y a las personas a su alrededor. Es como una sustancia toxica y muy corrosiva -que en primer lugar- oxida y daña el recipiente donde se le contiene. La maldad y la amargura buscan producir daño en otros. La amargura se comporta como un cáncer en metástasis que crece e invade otros sistemas, como un incendio dentro de un vecindario que crece y pasa de casa en casa.

La amargura también pasa de una generación a otra generación, de familia en familia. La amargura puede hasta afectar y dañar a una comunidad de fe completa.
Rick Hanson, Ph.D. describe el cerebro como “velcro para las experiencias negativas y teflón para las positivas.” Si bien algunas personas pueden ser inherentemente más optimistas que otras, por lo general es cierto que para que las experiencias positivas “se adhieran” a nuestro cerebro, así como las negativas, necesitan ser expuestas en nuestra conciencia por un período de tiempo más largo. Esto se debe a que la amígdala pone más neuronas en funcionamiento para almacenar en la memoria de largo plazo una experiencia negativa, para que esto se haga de forma inmediata, que en caso de experiencias positivas.
Al contrario, el amor debe hacernos decir siempre la verdad, para que en todo lo que hagamos nos parezcamos cada vez más a Cristo, que es quien gobierna la iglesia.
Al hablar de la gracia de Dios, hablamos de la medicina contra la amargura. La realidad es que nadie merece recibir un buen trato, ni perdón, pero aunque no se lo merezca, nosotros le daremos el mejor trato posible.
¿Existe hoy alguna pequeña herida oculta bajo mi piel? Si usted ha experimentado tristeza y depresión últimamente y siente dudas. Hay alarmas activas diciendo que hay una o más raíces de amargura aquí adentro. Usted deberá sacarla de allí adentro lo antes posible. Hay que perdonar y sacar esa amargura contenida. Permita a Dios limpiar su corazón de cualquier tipo de amargura. 
Perdonando por completo, es la mejor manera de limpiamos desde nuestro interior y con ese perdón también rompemos la atadura con nuestro pasado. Perdonar muy posiblemente nos va a producir dolor inicialmente pero es lo mejor. Perdonar es la mejor medicina. 
La gracia de Dios no era algo que justamente merecíamos pero a pesar de nuestra maldad y nuestro estilo de vida la recibimos sin condición. 
Se nos invita urgentemente a "perdonar" a quien nos ha dañado. Se trata de algo activo que debe seguir a mi arrepentimiento y a  mi propio perdón. 
Platiquemos con Dios y meditemos un instante. Dios tú que puedes ver todo en mi interior, permite que yo también pueda ver mis propias heridas ocultas y ser consciente de esos eventos que son parte de mi pasado y que arrastro hasta mi presente. Sana mi interior a través de la acción de perdonarme a mi mismo, a través de perdonar a otros, y hazme capaz de buscar ser perdonado por el dolor que también he producido. En el nombre de tu hijo Jesús hazlo en mi vida.

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